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scherzo, 08/04/2022 |
Rafael Ortega Basagoiti |
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Liederabend, Madrid, 7.April 2022 |
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MADRID / Damrau, Kaufmann y Deutsch: el amor cantado por Schumann y Brahms
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Madrid. Auditorio Nacional (Sala sinfónica). 7-IV-2022. Ibermúsica 21-22.
Diana Damrau, soprano. Jonas Kaufmann, tenor. Helmut Deutsch, piano. Obras
de Schumann y Brahms.
Los veteranos del ciclo de Ibermúsica saben
bien que el foco clásico de este ciclo ha sido el orquestal y sinfónico,
pero es bien cierto que también ha estado en su tradición insertar recitales
de solistas célebres, desde grandes pianistas como Kissin o Barenboim hasta
ilustres violonchelistas como Yo-Yo Ma, que recientemente fascinó en Madrid
con su maratoniano integral bachiano. En todo caso, una velada, y más aún a
dúo, puramente liederística es algo no habitual en el ciclo y que debe ser
muy bienvenido, más cuando el programa es atractivo y sus protagonistas
también.
Los tres que nos ofrecieron este concierto se presentaban
por primera vez con Ibermúsica, aunque son primeras figuras en el género: la
soprano Diana Damrau (Gunzburgo, 1971), el tenor Jonas Kaufmann (Múnich,
1969) y el pianista Helmut Deutsch (Viena, 1945). Y lo hacen, siguiendo la
senda que iniciaron con otra extensa gira (once ciudades) llevada a cabo en
2018, dedicada entonces al Italienisches Liederbuch de Wolf (gira en la que
no figuró Madrid) y coronada con gran éxito. En esta ocasión, la velada
madrileña es parte de una extensa gira que empezó en Múnich el pasado 21 de
marzo, y que ha transcurrido ya por Essen, Fráncfort, Baden-Baden, Londres,
Luxemburgo, París y Berlín, y que, tras la cita madrileña, los llevará a
Barcelona, Hamburgo y Viena, donde la gira culminará el próximo día 13. El
programa es idéntico y está indudablemente bien trazado: canciones de amor
de Schumann y Brahms, también, en cierto modo, conectando con la temática
amorosa del ciclo de Wolf.
Schumann y Brahms no fueron exactamente
maestro y discípulo, pero el primero sí fue mentor e impulsor y consejero
del segundo, y entre ambos no hay que olvidar la trascendencia de la figura
de Clara Wieck, consumada músico, esposa del primero y muy, muy amiga del
segundo. Parece indudable que muchas de las cuarenta y una canciones
ofrecidas, 21 de Brahms y 20 de Schumann, tienen a Clara en el trasfondo.
El programa se elaboró con cuidada simetría: tres bloques en la primera
parte, con el orden de siete canciones de Schumann, siete de Brahms y cierre
con otras seis de Schumann. Otros tres bloques en la segunda parte,
empezando por Brahms (6), siguiendo con Schumann (7) y culminando nuevamente
con Brahms (8). La pieza que cerraba el recital, muy apropiadamente, era uno
de los duetos brahmsianos: Los mensajeros del amor op. 61 nº 4. Las
canciones presentadas de Schumann pertenecían a sus op. 25 (Myrthen), Lieder
und Gesänge op. 51, Gedichte op. 35, Lieder op. 40, Gesänge, op. 142,
Spanisches Liederspiel op. 74, Minnespiel op. 101, duetos op. 78,
Mädchenlieder op.103 y Gesänge op. 83. Por su parte, la serie brahmsiana
comprendía canciones de sus op. 72, 85, 97, 57, 96, 86 y 43, así como las
Romanzas y canciones op 84 y op 49, y los duetos op 20 y op 61.
También la distribución estuvo bien estudiada, con cada uno de los
protagonistas alternando canciones e intercalando dúos (tres en la primera
parte, cuatro en la segunda). Abrió el fuego Kaufmann con la bien conocida
Dedicatoria, primera de las canciones del ciclo schumanniano Mirtos. Tuvimos
ahí la impresión, en cuanto la voz asomó por el registro agudo, que algo no
estaba funcionado del todo bien. Al ser la primera, pensamos que podría ser
cuestión de que aún estuviera frío. Curiosamente fue Damrau, no él, quien
interrumpió en ese momento el concierto, antes de dar comienzo a su primera
canción, segunda del recital. No llegó su parlamento hasta mi localidad,
pero pareció una queja sobre alguna corriente de aire que consideraba, con
probable razón, peligrosa. Kaufmann abandonó el escenario para solicitar la
atenuación de la ventilación, y Damrau pudo iniciar su canto entonces con
normalidad.
Sin embargo, a lo largo de la primera parte, la impresión
causada por el tenor siguió en la misma línea. Kaufmann cantó, claro está,
con el exquisito gusto y refinado matiz que le conocemos, y la voz parecía
correr razonablemente bien en el registro medio o incluso en el agudo a
partir de cierta intensidad, pero se mostraba congestionada, no bien
colocada y con comprometida entonación en cuanto se combinaban registro
agudo y matiz apianado. El Kaufmann que esperábamos solo apareció a ráfagas
en esa primera parte, aunque por supuesto siempre evidenciando un canto
expresivo y una gran complicidad, incluso escénica, con su compañera. En
este sentido, puede haber quien piense que, por mucho que el programa
circulara en torno a canciones de amor de ambos autores, la relativa
escenificación de cariño de ambos cantantes en una velada liederística tal
vez sobraba. No le pareció así, desde luego, a quien esto firma.
Damrau, por su parte, ha ganado peso en la voz desde sus comienzos de
coloratura, pero sigue sonando bien en su lado lírico, y el vibrato nunca
resulta excesivo ni distorsiona la precisión de la entonación. Luciendo
también una línea de canto exquisita en expresividad, con dinámica y
respiración bien manejada, de ella fue el mejor resultado global de la
velada, y en momentos como la Canción de Suleika op. 25 nº 9 de Schumann
permitieron apreciar la perfecta articulación que conserva.
El
veteranísimo Helmut Deutsch es, faltaría más, toda una garantía. Alguien que
ha empezado con Irmgard Seefried y Hermann Prey y ha seguido después con una
larga lista de cantantes ilustres es, con toda seguridad, un pianista
extraordinario para esta compleja y no siempre adecuadamente ponderada
labor. Gozamos ayer de su maestría, y su piano fue elemento esencial en el
decir de la expresión poética, porque, como bien señala Lorena Jiménez en
sus notas al programa, el piano adquiere en estas canciones, tanto en Brahms
como, muy especialmente, en Schumann, un papel más que trascendente. Por
mencionar solo un ejemplo, su interpretación en los tres números del
miniciclo titulado Tragedia op. 64 nº 3, de Schumann, fue sencillamente
magistral.
La segunda parte comenzó con los mismos tintes que había
apuntado la primera. Y donde Damrau se mostró segurísima en los saltos y
agudos de Secreto op. 71 nº 3 de Brahms, Kaufmann volvió a parecer apurado
(incluyendo alguna tos y carraspeo evidentes durante la última canción del
primer bloque brahmsiano (Nos paseábamos op. 96 nº 2). Sin embargo, por
alguna razón que el firmante no termina de explicarse, el bávaro pareció
recuperar al menos parte de lo mejor de sí mismo en el tramo final del
recital, y aunque el carraspeo volvió al final de la última canción que le
correspondió de Schumann (Apoya tu mejilla op. 142 nº 2), lo cierto es que
se mostró bastante más entonado, firme y seguro en el último bloque
brahmsiano, con excelentes interpretaciones de A las palomas op. 63 nº 4 o
Nostalgia, op. 49 nº 3. Preciosos los dúos finales protagonizados con
sonriente y luminosa complicidad por ambos cantantes.
El público, en
su mayor parte bien diferente del que fielmente asiste al ciclo de Lied del
Teatro de la Zarzuela, y por ello mucho menos habituado a sesiones
intensivas del lied alemán, respondió con calor a lo mucho bueno que acababa
de escuchar y a la indudable entrega de los intérpretes. Con una simpática
interpretación del tercero de los cuatro duetos op. 34 de Schumann, Bajo la
ventana, se cerró una notable velada de lied, en la que solo hay que
lamentar las dificultades mencionadas de Kaufmann en buena parte del
recital.
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