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El Periodico, 29/07/2018 |
Manel Cereijo |
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Konzert, Peralada, 28. Juli 2018 |
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Jonas Kaufmann, un Wagner de lujo en Peralada
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El tenor alemán reconquista al público ampurdanés en su tercera
visita al festival |
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Jonas Kaufmann regresaba al Festival Castell de Peralada la noche del sábado
para reconquistar a un público, el ampurdanés, que lo adora. Era la tercera
vez que el tenor alemán pisaba ese escenario consiguiendo revalidar el éxito
de las pasadas ediciones, esta vez acompañado por la Orquesta Titular del
Teatro Real dirigida por Jochen Rieder, el mismo equipo que lo escoltó esta
semana con idéntico programa en el coliseo madrileño. Kaufmann dejó claro,
por encima de todo, que Wagner es lo suyo por color vocal, temperamento y,
por supuesto, dicción.
Reservando las páginas operísticas del
compositor romántico alemán para la segunda parte, en la primera pudo
también brillar en el repertorio francés que mas alegrías le ha dado, que
domina y que calza con su talento. Arrancó pisando fuerte con Ah, lève-toi,
soleil!, de Roméo et Juliette, marcándola con su voz oscura y personal
fraseo; matizó con detalle un Don José de Carmen varonil y sugestivo
interpretando La fleur que tu m'avais jetée, que no siempre ejecutó con
limpieza cuando se aventuraba en sus artificiosos pero efectivos pianísimos.
Completó la primera parte con páginas menos conocidas como Rachel, quand du
Seigneur, de La Juive (Halévy) y Ô souverain, de Le Cid (Massenet), que
expuso jugando con dinámicas, dominando el legato e impregnándolas de su
innata musicalidad.
La orquesta, por su parte, y para que el tenor
tuviera sus momentos de respiro, ofreció piezas instrumentales de óperas de
Saint-Saëns, Bizet, Massenet y Chabrier con cierta tristeza en la ejecución
y poca motivación, con los músicos sin aportar el mismo nivel de calidad que
el demostrado junto a Kaufmann.
Subiendo de temperatura El
concierto subió realmente de temperatura en la sección dedicada íntegramente
a obras de Richard Wagner, en la que la orquesta, aquí sí, quiso subirse al
mismo vagón del tenor. El cantante es quizá uno de los mejores intérpretes
del momento, si no el mejor, del genio alemán. Rieder empezó con mejor pie
la ejecución de la Cabalgata de las valquirias, pero el primer regalo vino
con Ein schwert verhiess mir der vater, el comienzo de la tercera escena del
primer acto de Die Walküre, en la que Kaufmann desgranó un Siegmund de
quitar el hipo, entregado al fraseo wagneriano y generoso en acentos
dramáticos; qué gran intensidad la conseguida en Wälse..., escena en la que
Siegmunt pronuncia el nombre de su padre alargando eternamente esas dos
llamadas teñidas de desesperación. En Morgenlich leuchtend im rosigen
Schein, de Die Meistersinger von Nürnberg y en In fernem Land, de Lohengrin,
volvió a dar una clase magistral de lo que es el canto expresivo que exige
Wagner, dando una vez más muestras de encontrarse en su espacio natural. La
orquesta, ahora más eficiente e implicada, dijo bastante más en los
preludios interpretados de ambas óperas.
El apartado de las propinas
–las mismas regaladas en Madrid– dio pie al desmelenamiento del público, que
durante el concierto estuvo más bien prudente. Se lanzó con Pourquoi me
réveiller, de Werther de Massenet, sin duda uno de los momentos cumbres de
la noche demostrando ser uno de los grandes Werther de la actualidad, y más
Wagner: Wonnemond..., también de Die Walküre, y un sentido Träume (el último
de los Wesendonk Lieder, escritos originalmente para voz femenina) dedicado
a Carmen Mateu, siendo este el primer año en el que no estuvo entre el
público la que fuera fundadora y alma del Festival.
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