Buenos Aires, 14/08/2016 - Desde su inauguración en 1908 hasta
aproximadamente 1973 el Teatro Colón de Buenos Aires fue referencia mundial
en cuanto a repertorio e intérpretes. Casi ninguna estrella internacional
dejó de pisar su escenario en estas pasadas épocas de esplendor. Pero desde
hace más de cuarenta años los momentos de gloria son escasos y duran poco.
La vuelta de la calidad y las grandes figuras son sólo interludios de
períodos de sombras. Este mes de agosto de 2016 puede contarse, sin dudas,
entre los períodos más deslumbrantes de la historia contemporánea del primer
Coliseo de Buenos Aires. Acaban de actuar Daniel Barenboim, Martha Argerich
y Lang Lang, en pocos días vuelve Zubin Mehta junto a la Orquesta
Filarmónica de Israel, y se ofrecerán cuatro funciones de Tosca con Eva
María Westbroek, Marcelo Álvarez, y Carlos Álvarez.
A todas estas
luminarias hay que sumarle la presencia del tenor alemán Jonas Kaufmann que
se presentó junto al pianista Helmut Deutsch con un programa de lieder
encarado con plana honestidad artística e interpretativa y que deslumbró y
fascinó al público del Colón.
La tarde comenzó con cuatro canciones
seleccionadas de las innumerables escritas por Schubert (Der Musensohn; Die
Forelle; Der Jüngling an der Quelle y Der Lindenbaum, lied número 5 de ‘Die
Winterreise’), para continuar con cinco de los números de la serie de doce
canciones del opus 35 de Robert Schumann (Lust der Sturmnacht; Erstes Grün;
Wanderung; Frage; y Stille Tränen). Tenor y pianista se amalgamaron en
perfecta conjunción para dar el matiz justo a cada palabra, cada inflexión y
cada detalle. Finalizó la primera parte con cuatro canciones de Henri Duparc
(L'invitation au voyage; Le manoir de Rosemonde; Chanson triste y Phydilé),
aquí la interpretación se plegó al estilo francés y la dicción de Kaufmann
fue razonable. De esta primera parte quedó claro que ambos intérpretes
buscaron, y lograron, diferenciar a los tres autores y dentro de cada
ramillete de canciones cada una era acometida con una textura y un enfoque
particular.
Luego de la pausa vinieron los momentos de mayor emoción
ya que el repertorio permitió al tenor salir de la interpretación
absolutamente camarística y comenzar a mostrar un poco de su voz plena. Así
los Tres sonetos de Petrarca de Liszt fueron vertidos en forma exquisita por
la voz de Kaufnann con pianísimos, filados y medias voces difíciles de
igualar. El programa terminó con seis canciones de Richard Strauss
(Heimliche Aufforderung, Wozu noch, Mädchen, Breit über mein Haupt, Ich
liebe dich, Freundliche Vision y Cäcilie). Aquí lució su brillo, su
extensión y su volumen.
Ante el júbilo del público ofreció siete
bises o propinas que cautivaron el operístico público del Colón.
Comenzó con una modélica ‘Aria de la flor’ de Carmen, para seguir con una
vibrante ‘Celeste Aida’ - agudo final en pianísimo incluido - para luego
interpretar con profundo sentimiento ‘L’anima ho estanca’ de Adriana
Lecouvreur de Cilea.
El delirio no cesaba y entonces cantó la
exquisita canción ‘Ombra di nube’ de Licinio Refice con texto de Emidio
Mucci, para seguir con ‘Nessun dorma’ de Turandot de Puccini, Core’ngrato de
Salvatore Cardillo.Para dar fin el último encore fue ‘Dein ist mein herz
ganzes (Tuyo es mi corazón)’ de la opereta El país de las sonrisas de Lehar.
Jonas Kaufmann, muy emocionado por la extraordinaria demostración de
afecto y agradecimiento del público de Buenos Aires, terminó con una rodilla
en tierra en el escenario y sus brazos abiertos como en un gran abrazo. Un
gesto inolvidable para cerrar una tarde artísticamente referencial, que
perdurará en la memoria de los asistentes y que se inscribe entre lo mejor
del largo y glorioso historial del Teatro Colón.
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