Jonas Kaufmann se ha despedido de Argentina con un recital. El domingo 14
por la tarde, el teatro Colón de Buenos Aires, fue testigo de la presencia
de un grande, de un verdadero atleta del canto. Una semana antes, junto al
Mtro.Baremboim, había ya conmovido a quienes lo escucharon en la misma sala
y, en esa ocasión cantó música de cámara.
Daniel Baremboim, nuestro
compatriota es verdaderamente un músico excepcional que acompañó al piano al
tenor en otro reciente recital. Se permitió regañar al público por haber
aplaudido antes de que él hubiese finalizado una pieza. Fue allí donde
advertí el carácter jovial de Jonas Kaufmann. Por una parte, el aplauso era
para él y, por otra, sin menospreciar al gran pianista, supo aguardar
sonriente hasta que la partitura finalizara. Son esas cosas que suceden y,
por eso, un crítico musical se animó a decir que irritamos a Baremboim.
Hace unos días ví una fotografía que me llamó poderosamente la atención.
En ella aparece nuestro tenor vestido de frac, de pie y con los brazos
cruzados, sin recostarse sobre la pared. Muy próximo, asoma el escenario del
Colón. Jonas Kaufmann está distendido, calmo. Se me antojó un señor
despreocupado aguardando pacientemente la llegada de un ascensor. Así es
Jonas Kaufmann en el escenario y fuera de él. Nada lo turba mientras una
sonrisa espontánea lo ilumina todo.
Cantar es un arte y el canto ha
acompañado nuestra vida en esta tierra desde siempre. Sé que es posible
estudiar el momento en el cual nacieron los instrumentos. En cambio, el
canto no tiene principio ni fin. Lo cantantes deben poseer un conocimiento
profundo de música. No basta con leerla e interpretarla. Kaufmann posee un
don. Es el de su musicalidad exquisita. Tan es así que, de espaldas al
piano, entra, canta y desarrolla la partitura.
El domingo 14, el
público de la sala del teatro Colón tributó a Jonas Kaufmann y su pianista
Helmut Deutsch una ovación cargada de afecto. El programa del recital tuvo
dos partes. Una formada por las obras especialmente preparadas y otra con
siete bises. En una nota anterior, en operaworld.es, recordé que los
argentinos tenemos nuestras preferencias musicales. Entre ellas, la ópera
ocupa un lugar de privilegio. Nos preciamos con un cantante y empresario
madrileño que dio a conocer “El barbero de Sevilla” de Rossini en 1825.
También con orgullo afirmamos que “La traviata” de Verdi se cantó en el
antiguo Colón en 1857, cuatro años después de su estreno en Italia Sin
embargo, sería falso afirmar que la ópera italiana es la única que aceptamos
en Argentina. La ópera alemana y la francesa ocupan un lugar importantísimo
entre nuestras preferencias.
Sé que a los amantes de la ópera se nos
permiten muchas cosas. Por eso, me animé a escribirle meses atrás y con
sinceridad a Jonas Kaufmann. Le expresé que me agradaba mucho el programa de
música de cámara que ofrecería en Buenos Aires. Sé bien que en los recitales
se deben cantar canciones y no arias de óperas, pero le sugerí que no
olvidara nuestro gusto por la ópera italiana. El domingo 14, “fuori norma”y
entre los bises estuvo una obra de Puccini que encendió a todos hasta hacer
“sotto voce” el coro.
Kaufmann cantó en alemán, en francés y en
italiano. Su dicción es perfecta y hasta se animó a decir unas palabras en
nuestro idioma español. Fue en Machu Picchu, en Perú. Lo escuché decir “Hola
amigos peruanos”. Por esas cosas de mi sensibilidad auditiva noté su
pronunciación germánica. Lo mismo me sucedió cuando hablando en su lengua
materna, mencionó la ópera “tra vi aa ta”. ¿Es una crítica? No, es mi
admiración. Cuando él canta lo hace en el idioma de la partitura sin añadido
alguno y es imposible decir que el cantante sea alemán.
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