Felizmente superados los inconvenientes de acreditación de prensa ocurridos
con los cronistas de MundoClásico.com con el Abono Azul del Teatro Colón
para el Festival de Música y Reflexión o Festival Barenboim, retornamos a
reseñar las actividades del primer coliseo de la Argentina como lo hace este
medio desde 1999.
Luego de la brevísima intervención en el concierto
del sábado 6 de agosto que dejó al público insatisfecho más por la brevedad
que por la eficacia artística del tenor alemán -y que por los problemas
comentados con las entradas de prensa no hemos podido reseñar- en este
recital Jonas Kaufmann se brindó con generosidad tanto en el programa como
en las obras ofrecidas fuera de programa que redondearon una tercera parte
casi plenamente operística.
Con un programa encarado con plena
honestidad artística e interpretativa el tenor Jonas Kaufmann deslumbró y
fascinó al público del Colón. La tarde comenzó con cuatro canciones
seleccionadas de las innumerables escritas por Schubert. Tenor y pianista se
amalgamaron en perfecta conjunción para dar el matiz justo a cada palabra,
cada inflexión y cada detalle. Así pasaron Der Musensohn; Die Forelle; Der
Jüngling an der Quelle y "Der Lindenbaum", lied número 5 de Die Winterreise.
Casi sin pausa, Kauffman, acompañado con excelencia durante toda la
tarde por el pianista Helmut Deutsch, acometió alguno de los números de la
serie de doce canciones del opus 35 de Robert Schumann, sobre textos de
Justinus Kerner, así pasaron los números 1, Lust der Sturmnacht; 4, Erstes
Grün; 7, Wanderung; 9, Frage; y 10, Stille Tränen. Sorprendió el perfecto
cambio estilístico para diferenciar a Schumann de lo interpretado
anteriormente de Schubert. Intimidad, pianísimos, filados, plenitud de
matices e intencionalidades se conjugaron en la interacción de la voz y el
piano.
La primera parte cerró con cuatro canciones de Henri Duparc,
aquí la interpretación se plegó al estilo francés y con una dicción
razonable Kaufmann interpretó L'invitation au voyage; Le manoir de
Rosemonde; Chanson triste y Phydilé.
Luego de la pausa, vinieron los
momentos de mayor emoción ya que el repertorio permitió al tenor salir de la
interpretación absolutamente camerística y comenzar a mostrar un poco de su
voz plena. Así los Tres sonetos de Petrarca de Liszt fueron vertidos en
forma exquisita por la voz de Kaufnann que embelesa por su color baritonal
pero con un registro claramente tenoril. El programa terminó con seis
canciones de Richard Strauss. Dos del opus 27, dos del 19, una del 37 y una
del opus 48. El post-romanticismo de Strauss fue el mejor puente posible a
la coda operística que le seguiría en los encores, bises o propinas. Aquí le
dio el matiz justo a cada una de las frases con una voz que maneja a su
antojo y que puede ir desde un susurro al agudo a pleno sin variar el color
o la homogeneidad del registro. Pasaron del compositor alemán Heimliche
Aufforderung (Op. 27 No. 3), Wozu noch, Mädchen (Op. 19 No. 1), Breit über
mein Haupt (Op. 19 No. 2), Ich liebe dich (Op. 37 No. 2), Freundliche Vision
(Op. 48 No. 1) y Cäcilie (Op. 27 No. 2)
Ante el júbilo de los
espectadores Kaufmann ofreció siete bises o propinas que cautivaron el
operístico público del Colón. Comenzó con una modélica ‘Aria de la flor’
de Carmen, para seguir con una vibrante ‘Celeste Aida’ -agudo final en
pianísimo incluido- para luego interpretar con profundo sentimiento ‘L’anima
ho estanca’ de Adriana Lecouvreur de Cilea. El delirio no cesaba y entonces
cantó la exquisita canción Ombra di nube de Licinio Refice con texto de
Emidio Mucci, para seguir con ‘Nessun dorma’ de Turandot de Puccini en la
cual sorprendió que parte del público en el momento que tendría que cantar
el coro interno hizo un bocca chiusa con la melodía, demostración palmaria
de la comunión entre el público y los artistas que se logró en esta velada.
Caballito de batalla de casi todos los tenores Core’ngrato de Salvatore
Cardillo, con texto en napolitano, emocionó a los presentes y casi como una
declaración el último encore fue ‘Tuyo es mi corazón’ de la opereta El país
de las sonrisas de Lehar. Jonas Kaufmann, muy emocionado por la fenomenal
demostración de afecto y agradecimiento del público de Buenos Aires, terminó
con una rodilla en tierra en el escenario y sus brazos abiertos como en un
gran abrazo. Un gesto inolvidable que no hizo más que aumentar los aplausos
y el griterío.
En suma: Una noche inolvidable que se inscribe en lo
mejor del historial del Teatro Colón con una de los mayores artistas de
nuestro tiempo y su perfecto acompañante.
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