El sábado 6 de agosto de 2016, quedará grabado en la historia del Teatro
Colón de Buenos Aires, tanto por el increíble mini recital ofrecido por el
tenor alemán Jonas Kaufmann, como por la inmensa expectativa demostrada por
el público que agotó todas las localidades y que se agolpó en las puertas de
acceso a la sala principal, más de una hora antes del horario de inicio del
espectáculo.
Y no es para menos, desde que Plácido Domingo se
presentara en nuestro primer coliseo en 1998, para interpretar la ópera
Fedora, que no nos visitaba un cantante que ocupara el primer lugar del
podio internacional de tenores.
La apertura del recital con Daniel
Barenboim al frente de la West Eastern Divan Orchestra, interpretando el
preludio al acto III de Los Maestros Cantores de Nüremberg, constituyó el
comienzo perfecto de una noche histórica y una señal de que Wagner haría un
gran aporte a la velada.
Jonas Kaufmann saltó al escenario a las
20:25 horas, en medio de una inmensa ovación que precedió las cuatro
canciones programadas para su presentación, “Las Canciones de un compañero
de viaje” de Gustav Mahler, excelentemente interpretadas, pero que por su
brevedad dejaron poco margen para el análisis, más allá de la comprobación
de la amplia extensión del registro y la gran variedad de matices, que
demostró poseer el encumbrado tenor en las dos últimas canciones de la
serie, “Tengo un cuchillo brillante” y “Los dos ojos azules de mi amada”.
Así finalizó el mini recital, pero todos los presentes tenían la
esperanza que el tenor concediera al menos un bis operístico, y aunque
parezca increíble, en la Argentina a veces los deseos se cumplen, en este
caso con creces. Jonas Kaufmann y Daniel Barenboim arremetieron con
“Wintersturme” de La Valquiria de Richard Wagner, en una versión en la que
el tenor demostró poseer un amplio caudal de voz y el timbre wagneriano
adecuado que requiere el rol de Siegmund.
Al finalizar el fragmento,
el griterío del público alcanzó tan altos decibeles, que hizo recordar los
grandes estallidos generados en la sala por Plácido Domingo, José Carreras o
Carlo Bergonzi; llevado al terreno popular, la sonora ovación puede
compararse a un gol de triunfo en el último minuto de su equipo favorito.
Los aplausos y bravos amenazaban con convertirse en interminables,
cuando tres empleados del teatro comenzaron a desplazar al centro del
escenario un piano de cola, ante la mirada emocionada de los asistentes;
unos instantes después Daniel Barenboim ejecutó con exquisita musicalidad
“Träume”, de los Wesendonck lieder de Richard Wagner, coronando una gran
actuación de ambos intérpretes.
Un detalle, la efusividad de una
mínima pero ruidosa parte del público, interrumpió los últimos acordes del
lieder wagneriano, lo que generó un reto a viva voz del pianista a los
apresurados, una vez aclarado el tema Barenboim retomó la ejecución y
finalizó el recital haciendo gozar al público hasta de la última nota.
Excelente espectáculo.
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