“Cuando un hombre no se encuentra a sí mismo, no es capaz de encontrar
nada”, es una de las frases que definen esta ópera de la más pura raigambre
romántica, al mostrar la insatisfacción con la vida que sufre el personaje
principal de la ópera de Jules Massenet, Werther. Una puesta electrizante,
plena de equilibrio en sus partes componentes, de excelente canto, delicado
gusto en la escenografía y una espléndida línea melódica, elegante y de fino
tratamiento orquestal.
En la función del sábado 15 de marzo, desde el
Met de Nueva York, la materia que traían entre manos Richard Eyre en la
producción y Alain Altinoglu, director orquestal, en esta primera nueva
producción del Met de esta ópera, luego de más de 40 años, era una riquísima
obra, de personajes notables, magistral con tratamiento literario,
situaciones complejas de una anécdota traída del siglo XVIII que todavía
estremece a los espectadores: el suicido por amor del joven poeta Werther.
Disfrutamos de esta obra en la transmisión al Auditorio Nacional desde
el Met de Nueva York.
TRAMA ROMÁNTICA Y DESVENTURADA
Esta historia está basada en el conocido libro de Goethe titulado Las
desventuras del joven Werther. Novela que en su tiempo estremeció a la
sociedad por su trama romántica que exaltaba en primerísimo lugar la
libertad, luego el individualismo, el idealismo, el nacionalismo, la
sensibilidad hacia el arte y la naturaleza, y claro, en el campo político
enarbolaba la democracia; valores puestos en boga por la naciente burguesía
alemana.
Pero la sociedad de su tiempo se estremeció con el libro de
Goethe no sólo por sus valores, por su trama impactante, sino por sus
antivalores, donde el suicido era una opción extrema de la libertad. Por
eso, la Iglesia prohibió la novela, porque desató en Europa una ola de
suicidios.
Con estos antecedentes, Massenet (1842-1912) compuso esta
obra que estrenó en Viena en 1892, con libreto en francés de Édouard Blau,
Paul Milliet y Georges Hartman, quienes se basaron en la novela de Goethe.
CAMBIOS DRAMÁTICOS
Para la puesta en escena del
Met de esta temporada Richard Eyre se permitió cambiar algunas cosas. Para
empezar transformó el principio de la obra –que suele comenzar con el ensayo
de villancicos navideños en pleno julio-, la que ahora se inicia con la
muerte de la madre de Charlotte y que acompaña con actuación e imágenes la
obertura operística.
También fue cambiado el final: aunque el Werther
de Massenet es el reflejo exacto del héroe romántico plasmado en el texto de
Goethe, el compositor francés cambió el final tal vez para hacerlo más
dramático, más llamativo, por eso hace que Charlotte vaya a la habitación de
Werther cuando éste agoniza; lo consuela y le declare su amor.
Para
mi gusto el final de Goethe es mejor: un final sin Charlotte, auxiliado por
su enemigo en amores, Albert, y siendo llevado a enterrar solamente por unos
jornaleros del campo, lejos de las sepulturas cristianas, como correspondía
en ese tiempo a un suicida.
Pero si Massenet cambió el final de
Goethe, el productor Richard Eyre se atrevió a hacer otro cambio en el acto
final que no ganó en profundidad dramática, pero sí en espectacularidad.
Cuando Charlotte acude a la habitación de Werther, a quien encuentra
agonizante (en la novela de Goethe el joven se pega un balazo en la cabeza y
aquí se lo da en el pecho), las ropas bañadas en sangre, la pared con
sangre, ella misma se llena de sangre. Y deja para la imaginación del
espectador si Charlotte se suicidará o no, sobre todo porque la escena
cierra cuando la mujer toma en sus manos una pistola.
EL
ELENCO...TAMBIÉN INSUPERABLE
El papel de Werther lo
desempeñó de una manera admirable el tenor alemán Jonas Kaufmann, de voz
oscura, potente, llena de matices, gran legato. Además tuvo una actuación
inmejorable, en la que caracterizó estupendamente al joven romántico:
atormentado por el amor, disgustado con la vida, libertario.
Aquí lo
único que no concuerda es que Kaufmann trae un look tipo joven siglo XXI,
que obviamente no es el del siglo XIX.
Una grata sorpresa, pero en
verdad grata, fue la aparición de Sophie Koch en el papel de Charlotte.
Estupenda mezzosoprano francesa, mujer de imagen seductora, convincente
actuación y voz aterciopelada. Inmejorable para el papel de esta joven
atrapada en las redes del amor “romántico”, que idealizaba a un mujer culta,
apasionada, libertaria.
Otra gran sorpresa de la puesta en escena del
Met para esta temporada es la soprano lírica, cubano-estadounidense, Lisette
Oropesa. De gran carisma, vivaz desempeño, ágil, de atractiva y rica voz, y
gran técnica interpretativa.
Obviamente quien se llevó los aplausos
de esta función fue Jonas Kaufmann, siguiéndole muy de cerca Sophie Coch y
Lissette Oropesa. Los aplausos y los vivas con público puesto de pie, según
atestiguamos desde el Auditorio Nacional, se prolongaron casi por cinco
minutos.
Para rematar la función de la noche del sábado hay que
agregar la estupenda música de Massenet, la atinada escenografía y vestuario
de Rob Howell. En fin, qué más se puede pedir.
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