Mundoclasico, 04/09/2013
Agustín Blanco Bazán
 
Verdi: Don Carlo, Salzburger Festspiele, 19. August 2013
 
Treinta y ocho años después ...
 

Salzburgo, 19/08/2013. Grosses Festspielhaus. Don Carlo, ópera en cinco actos con texto de Joseph Méry y Camille Du Locle y música de Giuseppe Verdi. Peter Stein (regie), Ferdinand Wögerbauer (escenografía), Annamaria Heinreich (vestuario), Joachim Barth (iluminación), y Lia Tsolaki (coreografía). Reparto: Matti Salminen (Filippo II), Jonas Kaufmann (Don Carlo), Anja Harteros (Elisabetta di Valois),Thomas Hampson (Rodrigo, Marchese di Posa), Ekaterina Semenchuk (Principessa Eboli), Eric Halfvarson (Il Grande Inquisitore), Robert Lloyd (Un monje), Maria Celeng (Tebaldo), Kiandra Howarth (Una voce dal cielo), Benjamin Bernheim, (Il Conte di Lerma/Un Araldo reale). Orquesta Filarmónica de Viena y Coro de la Ópera de Viena (maestro preparador del coro: Jörn Hinnerk Andresen) dirigidos por Antonio Pappano. Nueva producción del Festival de Salzburgo 2013

Esta vez me es imposible evitar comparaciones con el Don Carlo que ví en la Gran Sala de los Festivales de Salzburgo en 1975 dirigido por Herbert von Karajan. El inmenso escenario, tal vez el más ancho del mundo en un teatro de estas características, y la brillantez e incisividad de la Filarmónica de Viena bajo un director legendario fueron para mí, entonces un recién llegado de Buenos Aires, una revelación sonora inédita que a partir de allí inevitablemente transformó a todos los Don Carlo siguientes en una comparación desfavorable. En aquél reparto de divos del 11 de agosto de 1975 encabezados por Plácido Domingo como protagonista, Mirella Freni cantó Elisabetta, Christa Ludwig, Eboli, Piero Capuccilli, Rodrigo, y Nicolai Ghiaurov, Felipe II. El monje-Carlos V fue José van Dam y hasta la voz celestial fue encargada una soprano del calibre de Anna Tomowa-Sintow.

La regie del mismo Karajan con decorados de Günther Schneider Siemsen, ya entonces criticada como convencional y rutinaria, fue un hallazgo estilo Visconti en comparación con esta nueva estafa escénica del otrora gran regisseur Peter Stein. Conforme a la traducción castellana literal de su nombre en alemán, la regie de Stein para el Don Carlos de este año fue de piedra, con gestos convencionales, errática disposición de masas y cantantes vagando por la escena con suerte diversa y enteramente dependiente de sus cualidades individuales. Ciertamente, fue una puesta menos mala que su Macbeth de dos años antes, pero incapaz de resistir comparación con sus propios trabajados de décadas atrás. Pareciera como si Stein hubiera renunciado a los principios que le dieron justo renombre. O tal vez no se trata del mismo Peter Stein sino de un sosías. Interpol, por favor tomar nota para investigar si el verdadero Peter Stein no ha sido secuestrado por alguna mafia del convencionalismo operístico.

A Karajan lo extrañé menos como director de orquesta gracias al trabajo magistral de Antonio Pappano, que se detuvo menos en cincelar bellezas redondas pero a veces algo grandilocuentes para concentrarse en una interpretación enfática y perceptiva, profundamente sensible en el acompañamiento a cantantes de gran nivel. ¿Se extraña a Domingo frente al Don Carlos de Jonas Kaufman? No, porque también este último sabe acentuar cada sílaba con cálida densidad y convincente articulación, más una actuación de conmovedora entrega, bien correspondida por el Rodrigo de Thomas Hampson, un excelente actor de canto franco y espontáneo pero, ay!, sin esa soberana mezcla de mordente y calidez de legato del Cappuccilli del 75.

En el registro grave, Anja Harteros no tiene la voz llena y robusta de Freni, pero convence, o mejor dicho, cautiva, con su fraseo, passaggio y brillantez de timbre en el registro alto. Y hubo un momento en que despetrificó la puesta con una incomparable revelación de histrionismo, el de su enfrentamiento con Felipe II, comenzando con su “Io l’oso! Sì!” y gritando al borde de la locura en la culminación de su queja: “ Si dubita de me … Chi m’oltraggia è il Re!” Pena que Matti Salminen, poco entusiasmado y distraído en una regie insulsa, no logró retrucar con la amenazante intensidad que Ghiaurov ponía en su “Ardita troppo…” Y tampoco pudo Salminen convencer en un decisivo momento mudo en su papel, cuando se limitó a responder al desafío de Posa en “Orrenda, orrenda pace!” con un rutinario gesto de contrariedad. Ghiarouv ilustraba el brutal comentario orquestal que describe la ira de Felipe apoyándose sobre su bastón, con su cuerpo temblando de ira. Ekaterina Semenchuk cantó una Eboli de segura expansión lírica, y Eric Halfvarson interpretó al Gran Inquisidor con intensa expresividad. Excelentes el coro de la Opera del Estado de Viena y dos comprimarios a tener en cuenta, María Celeng (Tebaldo) y Benjamin Bernheim (Conde de Lerma y Heraldo).

En suma, la espléndida concertación general de Pappano y la entrega de Kaufmann, Hampson y Harteros lograron superar cualquier reparo a partir de la escena de la cárcel. Los dos primeros supieron cantar su despedida con la desesperación y ternura de dos enamorados, y el duo final, “ma lasù ci vedremo in un mondo migliore” fue mágico por su decantada resignación, toda balbuceada en mezzopiano y un tempo calmo y luminoso. En el preludio al acto V, Pappano impulsó un cantabile doliente y rico en variaciones dinámicas y Harteros siguió con un “tu che le vanità” capaz de hacer olvidarlo todo en cualquier versión anterior para dejarse arrastrar por una voz y un momento mágicos. La versión incluyó el preludio al acto de Fontaineblau y el importante duo entre Felipe y Don Carlo frente al cadáver de Posa.








 






 
 
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