El Festival de Salzburgo decidió presentar la primera versión de esta ópera,
estrenada como tal el 25 de octubre de 1912 en Stuttgart. Para entender de
qué se trata esta versión hay que analizar un poco de su historia.
Hugo von Hofmannsthal quiso expresar su gratitud a Max Reinhardt por su
colaboración para el éxito de la premier de Der Rosenkavalier y desarrolló
una idea que pareció atractiva dado el talento teatral de Reinhardt. Su plan
de reunir a la bailarina Grete Wiesenthal, la distinguida compañía de
Reinhardt, el talento musical de Richard Strauss y un libreto suyo,
cristalizó en un proyecto con eje en Le Bourgeois gentilhomme, que Molière
había escrito para que Lully compusiese una óperaballet.
El burgués
gentilhombre es una obra que es “teatro dentro del teatro” y combina ballet,
canto y diálogos hablados. Hofmannsthal hizo una nueva traducción alemana,
con algunas modificaciones al original y agregó Ariadne auf Naxos a la
pieza. La obra, originalmente planeada para la troupe de Reinhardt como
“divertissement con una pequeña orquesta”, se convirtió en un proyecto muy
costoso para una compañía como la de Reinhardt. Strauss propuso presentar la
obra en Stuttgart, donde contaba con personal apropiado para la ópera y,
después de discusiones con Hofmannsthal (que quería presentarla en Dresde),
la compañía de Reinhardt aceptó desplazarse a Stuttgart.
El estreno,
el 25 de octubre de 1912, fue un fiasco. Las tres horas de función, hora y
media para el teatro y otro tanto para la ópera, se alargaron mucho pues el
rey Karl de Württemberg gustaba de cenar y discutir los méritos de las obras
en el intermedio. A esto hay que agregar que una parte de la concurrencia
era aficionada al teatro y no a la ópera y que la otra parte era más bien
fanática de la ópera y no aficionada al teatro hablado.
Habrá que
decir que Strauss y Hofmannsthal decidieron quedarse con la joya que es la
ópera, por lo cual decidieron sustituir la obra de teatro con un Prólogo y
hacer algunas modificaciones al texto y a la música, en este caso algunas
muy importantes, ya que se redujo la duración del acto y se modificaron
algunas partes en forma notable (por ejemplo, Zerbinetta “sólo” llega al Fa
natural y no al Fa sostenido de la original). Lo más notable en el Prólogo
es el himno a la música cantado por el compositor (un actor en El burgués
gentilhombre y una mezzo en la versión final). La nueva versión se estrenó
en Viena el 4 octubre de 1916 y desde entonces ha sido muy exitosa.
En esta ocasión el director de escena Sven-Eric Bechtolf hizo una nueva
adaptación de la obra de Molière, incluyendo como personajes a Hofmannsthal
y a la joven e inconsolable viuda Ottonie von Degenfeld-Schonburg, con quien
el poeta tuvo una relación principalmente epistolar, y muy probablemente
platónica, hasta su muerte.
Strauss compuso música de alta calidad
para El burgués gentilhombre, incluyendo la obertura que en ocasiones se
escucha en conciertos sinfónicos, música para varios números de ballet, un
aria y un dueto. Poco puedo decir de la obra de teatro, salvo que la
disfruté pese a mi alemán rudimentario (para algo tiene que servir el
supertitulaje en inglés y el haber leído la obra de Molière previamente).
Los números de ballet fueron cortos y atractivos y el dueto fue una rara
joya muy pocas veces interpretada.
La ópera, prototipo de “teatro
dentro del teatro”, es probablemente mi ópera favorita de Strauss. Emily
Magee fue una Ariadne tan inconsolable como Ottonie, pues la viuda sufre el
abandono más absoluto que pueda existir. Cantó con seguridad este papel, muy
similar en su estructura al de las otras heroínas de Strauss. Su ‘Es gibt
ein Reich’ me hizo estremecer.
Jonas Kaufmann fue un
espléndido Bacchus, recibiendo el aplauso más largo al final. En mi opinión
el papel de Bacchus es para los tenores lo que el de Gremin es para los
bajos: sale a escena ya que todos están cansados, su música es muy bella, se
queda con la chica y probablemente su caché es el más alto.
Las tres ninfas —Eva Liebau como Najade, Marie-Claude Chappuis como Dryade y
Eleonora Buratto como Echo— formaron un bellísimo conjunto en el que las
tres cantaron sus partes individuales en forma magnífica, sólo superada por
la fusión de sus voces en los ensambles, Del lado de la commedia dell’arte,
los cuatro comediantes estuvieron estupendos, sobresaliendo el Harlequin de
Gabriel Bermúdez, sin que Michael Laurenz como Scaramuccio, Tobias Kehrer
como Truffaldin y Martin Mitterrutzner como Brighella desmerecieran en modo
alguno.
Zerbinetta es normalmente quien se roba la noche y esta
ocasión no fue la excepción. Elena Mosuc nos dio una soberbia interpretación
de su dificilísima aria (más aún en esta versión por su extensión y por su
rango) ‘Grossmächtige Prinzessin’.
Daniel Harding dirigió con aplomo
a la Filarmónica de Viena. En mi opinión fue muy inteligente la disposición
del escenario dentro de la casa de Monsieur Jourdain, dispuesto entre el
auditorio y una tribuna en la que se ubicaron el burgués y sus invitados. La
escenografía de Rolf Glittenberg, el vestuario de Marianne Glittenberg, la
coreografía de Herinz Spoerli, la iluminación de Jürgen Hoffman, el trabajo
escénico de Bechtolf y el de todos los músicos que participaron hicieron que
3 horas y 25 minutos pasaran como una exhalación. Si alguien no entendió,
quise decir que esta Ariadne auf Naxos me gustó muchísimo y que estoy a la
espera de volver oírla y verla, “aunque sea” en su segunda versión.
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