Scherzo, Junio 2011
Patrick Dillon
 
Wagner: Walküre, New York
 
MAQUINISMOS - Sigue el Anillo de Lepage
 

Ya que la producción del Anillo de Robert Lepage y compañía para el Met ha llegado a la mitad del camino, lamento tener que decir que esta nueva Die Walküre no haya dejado al público esperando con gran ilusión el Siegfried del próximo otoño. La famosa "máquina" que se tuerce y se retuerce seguía siendo tan fea y ruidosa como antes; había salidas y entradas a destiempo que a menudo desviaron la atención de lo realmente importante; y la manera en la que los narradores bloquearon las escenas estuvo tan mal hecha que parecía más bien una función de colegio. Qué lástima que Lepage, cuyo deliciosamente sencillo Ruiseñor en gira y que ya ha pasado por Nueva York, no siguiera la lección que había aprendido con el cuento de Hans Christian Andersen: una máquina, por muy complicada que sea, nunca puede sustituir a la voz viva.

Lo que pasó en el foso no ayudó mucho. La fama de wagneriano de James Levine, pienso yo. es exagerada, y aunque sus logros son evidentes -la espléndida ejecución de la orquesta del Met, mucho detalle hermoso, algunos apogeos visceralmente emocionantes- no hubo ningún arco dramático en la música, y una y otra vez el pulso se moría. Bryn Terfel, extrañamente frío en Rheingold el pasado otoño, impresionó con su voz y actuación, cantó incansablemente durante la larga representación y despachó los pianos y fortes con igual habilidad. Stephanie Blythe, visualmente hermosa a pesar de estar metida en el carruaje de Fricka llevado por un carnero, hizo sonidos voluptuosos que igualaron a su físico, pero hubo estridencia en sus agudos, ya que este papel es realmente para una voz de mezzo dramática. Debido a una enfermedad, Eva
Maria Westbroek, que hacía el papel de Sieglinde, tuvo que retirarse a mitad de su presentación en el Met pero volvió tres días más tarde y cantó muy bien. Tuvo un efecto electrizante en su Siegmund, interpretado por Jonas Kaufmann, cuando compartían escena. Cuando se fue ella, él se volvió acartonado e inerte. Durante toda la obra parecía -y sonaba- triste y una serie de inverosímiles equivocaciones estropearon su Winterstürme y Siegmund heiss ich, a pesar de que muchas veces cantó con gran hermosura y habilidad técnica. Hans-Peter König convirtió Hunding en un absurdamente tierno abuelito, pero cantó con el adecuado y poderoso tono teutónico.

¿Y la walkyria? Se notó la triste decadencia vocal de la de antaño soberbiamente dotada Deborah Voigt en el escenario de ópera más prominente del mundo. Espléndidamente vestida y de óptimo aspecto, actuó con sinceridad y energía, y consiguió un buen Ho-jo-to-ho! Pero su voz sonaba casi siempre gastada, trémula y nasalmente fea, y no reposaba cuando hacía falta ni mostró la autoridad de una diosa cuando Wagner la exigía. Después de dos de las producciones del Anillo de Lepage no me queda mucho entusiasmo para asistir a las dos siguientes, y el sabor de la Brünnhilde de Voigt no hizo nada para levantarme le ánimo.

 






 
 
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