Jonas Kaufmann es, sin lugar a dudas, el tenor estrella de hoy. Así lo
atestiguan sus actuaciones habituales en los mejores coliseos líricos del
mundo entero. Una actividad que se ha visto fuertemente incrementada en esta
temporada conmemorativa de los bicentenarios de Verdi y Wagner, los dos
autores a los que el cantante germano se dedica actualmente con mayor
entusiasmo, con su intervención en los montajes más importantes de sus
óperas, y que se ha visto coronada por la primera publicación para su nuevo
sello discográfico, consagrada íntegramente al maestro de Busseto, y que ha
coincidido, curiosamente, con la aparición en la misma firma del primer
registro fonográfico de Plácido Domingo como barítono, dedicado asimismo a
personajes verdianos. Como si el artista madrileño hubiera querido pasar el
testigo al alemán, que es sin discusión quien posee más papeletas para
convertirse en su sucesor. Por todo ello queremos agradecerle muy vivamente
que haya encontrado un hueco en su frenética agenda para responder a estas
preguntas para SCHERZO, gracias también a la gentileza de Elvira Martínez y
Alexander Boesch, de Sony Classical. En sus declaraciones, como podrán
observar, no hay el menor atisbo de divismo. Y es que, como reza el
título que Thomas Voigt ha escrito sobre él: “¿Se refieren realmente a mí?”.
Usted ha dicho siempre que no quería especializarse. En este año
conmemorativo de los bicentenarios de Verdi y Wagner, sin embargo, parece
haberse inclinado por el primero: Il trovatore en Múnich, Don Carlo en
Salzburgo, ahora este recital discográfico…
Bueno, no estoy
totalmente de acuerdo con esta afirmación. Con el Lohengrin para la apertura
de La Scala, el 7 de diciembre de 2012, empezamos con el recuerdo a Wagner
ya algo antes. Después vinieron Parsifal en el Met y en Viena, y al mismo
tiempo aparecieron mi primer álbum wagneriano y dos Walkyrias en CD y DVD
(en audio con Gergiev, en vídeo con Levine). Para el cumpleaños de Wagner
canté luego en Dresde un concierto con Christian Thielemann —¿cree usted que
todo esto es muy poco, en comparación con Verdi? afortunadamente, no me
tengo que decidir por uno de los dos. No quisiera, y no podría estar sin
ellos, sin Verdi y Wagner, tanto como músico, como cantante y como oyente.
Para mí, intercambiar en mi carrera a Verdi y Wagner, estar una temporada
con uno y luego pasar al otro, es altamente beneficioso, en lo vocal y lo
estilístico. Después de cantar a Wagner, es como si acumulara potencia
expresiva para interpretar el drama verdiano; del mismo modo que, tras
cantara Verdi, adquiero un legato, llamémoslo italiano, con el cual es mucho
más fácil cantar a Wagner.
En el nuevo CD canta usted muchos
papeles que no ha encarnado en el escenario.
Cuando grabé el
recital verdiano en Parma, tan sólo había cantado dos de los papeles en
escena: el Duque de Mantua en Rigoletto y Don Carlo. Todos los demás eran
terreno nuevo para mí, incluso el Manrico. Las grabaciones fueron en marzo,
y mi primer Trovatore fue a finales de junio en Múnich. En la obra de Verdi,
hay un recorrido muy largo desde Macbeth a Falstaff, o, centrándonos en el
disco, del Duque de Mantua de Rigoletto al protagonista de Otello. Creo que
existe una estrecha relación entre el desarrollo del propio compositor con
el de sus papeles tenoriles. No se puede comparar la famosísima La donna è
mobile , que todo el mundo conoce, con el monólogo Dio mi potevi de Otello.
Es el mismo compositor, pero son dos mundos completamente diferentes, tanto
en lo expresivo como en lo musical. La primera exige un tenor lírico, casi
ligero, y la segunda prácticamente un tenor dramático, pasando por el
repertorio del lírico-spinto.
Ha interpretado recientemente
Il trovatore y Don Carlo en Múnich y Don Carlo en Salzburgo, en unas
producciones que han dado mucho que hablar. Los críticos han dicho que su
Infante de España era en Múnich un activista político y en Salzburgo más un
amante apasionado. ¿ Qué piensa usted de ello?
No sé si en
la producción de Múnich estaba más interesado en los aspectos políticos que
en los amorosos. Pienso que Don Carlos es, sobre todo, el amante sufriente
antes que el activista político. Se convierte en esto último para encontrar
una vía de escape a su dolor y a su inmenso amor por Isabel —y naturalmente
también porque su amigo Rodrigo lo induce a comprometerse políticamente. Yo
veo a Carlos, primeramente, como una víctima en la lucha de la humanidad
contra el poder de la Iglesia y el Estado. Y hay algo muy importante para
mí: que es alguien con quien el público puede identificarse en sus
sentimientos.
En la próxima temporada cantará Don Alvaro en
La forza del destino en Múnich. ¿Tiene pensado en el futuro interpretar
también, por ejemplo, Riccardo/Gustavo en Un ballo in maschera?
Un ballo in maschera me gustaría cantarla tan pronto como fuera posible.
Primero porque esta ópera me gusta mucho y segundo porque Riccardo/Gustavo
es un papel que, en un caso ideal, tendría que haber llegado antes que
Manrico y Don Alvaro. Pero así ocurre a menudo con los cantantes, que
estamos contratados con varios años de antelación, que no siempre se
consigue el momento perfecto en lo que respecta a la secuencia de los
personajes.
¿Ha pensado en la posibilidad de abordar algún
día lo que se consideran los dos polos extremos de ambos compositores, es
decir, Otello y Tristan?
Otello llegará sin duda. Cuando
grabé en Parma las dos escenas para el álbum verdiano, me sentí sumergido de
tal modo en el torbellino de esta música que me hubiera encantado poder
interpretar el papel completo sobre el escenario. Pero habré de tomármelo
con paciencia, porque no está previsto hasta dentro de un par de años.
Aunque, al estudiar el papel de Manrico, comprendí que podría ser un desafío
aún mayor que el propio Otello, porque requiere tanto del tenor lírico, en
pasajes como el Ah sì, ben mio, que dedica a Leonora, como del dramático,
con la famosa stretta Di quella pira, que todo el mundo espera, y es un
momento de gran fuerza y emoción. Y en cuanto a si, alguna vez, tengo
previsto abordar Tristan, me gustaría mucho cantar la gran escena de amor en
el acto II, en concierto. Pero el acto III… es realmente como el monte
Everest, y realmente no sé si me atrevería a ello.
En octubre
cantará el papel de Dick Johnson en La fanciulla del West en Viena, y ha
sido un aclamado Mario Cavaradossi en Tosca, uno de los personajes que más
puertas le han abierto internacionalmente. ¿Piensa asumir otros papeles de
Puccini (como Des Grieux en Manon Lescaut o incluso Calaf en Turandot)?
Des Grieux está previsto. Puccini, al igual que Verdi y Wagner, por muy
diferente que sea de ellos, sabía muy bien cómo componer para el teatro,
conectar música y drama, combinar sonidos y palabras, y expresar conflictos
y emociones humanas. Como también Richard Strauss. O el Mozart de La
clemenza di Tito, que también he interpretado con enorme placer.
Se dice que los personajes puccinianos (como también los papeles
veristas) son muy peligrosos para la voz, sobre todo si no se cantan
correctamente, y en especial a causa de las grandes orquestas.
En realidad, cualquier papel es peligroso, si no se canta correctamente.
Entonces puedes quedarte afónico hasta con uno de los Escuderos de Parsifal,
como me ocurrió en mis años de aprendizaje en Saarbrücken. Lo peligroso en
muchos de los personajes que canto es el ímpetu emocional en el que se puede
caer si te entregas totalmente a la música. Por mucho que te entregues en la
interpretación, tiene que haber siempre una pequeña parte de ti con la
cabeza fría y, llegado el caso, dominar el discurso. Karajan llamaba a esto
el “éxtasis controlado”.
Lo mismo ocurre con Richard Strauss,
a quien antes se ha referido. Usted ha cantado un papel igualmente temible
como el Bacchus de Ariadne auf Naxos. ¿Ha pensado quizá también en el
Emperador de La mujer sin sombra?
El papel de Bacchus no es
nada fácil de cantar, pero cuando has llegado a dominarlo, entonces resulta
un verdadero placer, disfrutas muchísimo con él. El Emperador me lo han
ofrecido varias veces. Me gustaría mucho cantarlo, pero, por desgracia,
hasta ahora no han coincidido las fechas.
Anja Harteros y
usted forman, por así decirlo, una pareja de ensueño, como han demostrado en
repetidas ocasiones tanto en Verdi como en Wagner. ¿Cómo se sienten juntos?
Es una armonía que en nuestra profesión no es muy frecuente encontrar:
comprensión y confianza mutuas, y un enriquecimiento conjunto que nos
permite crecernos como artistas durante cada representación. Cuando tienes a
una artista como Anja Harteros a tu lado, que puede poner en práctica los
mismos recursos técnicos que tú, entonces puedes asumir todos los riesgos y
cantar esas maravillosas frases en piano de los dúos de Don Carlo de la
manera más delicada e intimista posible. Y cuando alguien, además, siente el
mismo placer que tú por crear estas finezas, es algo extraordinario y fuera
de serie, que por supuesto se transmite también al público.
Usted cantó el papel de Florestan en el Fidelio que Calixto Bieito montó en
la Ópera Estatal de Baviera, y en el que tenía que trepar por un gran
andamio de hierro. También participó en el estreno de la controvertida
producción de Hans Neuenfels de Lohengrin en el Festival de Bayreuth de
2010. ¿Le gustan los experimentos escénicos?
Ante todo
quiero aclarar que yo pensaba volver a la Colina Verde al año siguiente, y
ya habíamos fijado incluso las fechas para los ensayos, pero cambiaron el
calendario y, de ese modo, tendría que haber cancelado la Tosca de la Royal
Opera House londinense con Antonio Pappano. Si me ofrecieran éste u otro
papel con las fechas y los calendarios ajustados, cantaría de nuevo en
Bayreuth. En cuanto a las producciones, depende del concepto. Si se emplea
la energía espiritual y emocional de la obra para crear una experiencia
inolvidable, estoy de acuerdo, pero si únicamente se muestra la visión del
director de escena para provocar el último escándalo, pues entonces no lo
estoy, ya que resulta frustrante, para el cantante y el espectador. Sin
embargo, como la ópera es algo tan maravilloso, muchos artistas que podrían
llevar una vida muy cómoda con recitales y conciertos, regresan
continuamente a las producciones escénicas, operísticas, a pesar de todas
las experiencias frustrantes que puedan encontrarse.
Le gusta
mucho también cantar ópera francesa (Werther, Don José en Carmen…). ¿Ha
pensado en Hoffmann?
¡Oh, sí! Los cuentos de Hoffmann es, en
este momento, el agujero más evidente en mi repertorio, y me alegro
enormemente de poder cerrarlo muy pronto. Aunque no puedo decirle nada más
concreto, porque no quiero enmendarles la plana a las oficinas de prensa de
los teatros de ópera. ¡Pero Hoffmann llegará en cualquier caso!
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