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El Mercurio, 13 DE MARZO DE 2016 |
JUAN ANTONIO MUÑOZ H. |
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Jonas Kaufmann: EN BUSCA DEL “ÉXTASIS CONTROLADO” |
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La
gran estrella de la ópera de nuestro tiempo cantará en Chile en agosto
(fecha exacta, lugar y repertorio serán comunicados en las próximas
semanas). En entrevista exclusiva con “El Mercurio” relaciona a Puccini con
James Bond, se inclina ante Ramón Vinay, compara el canto con la conducción
de un camión por una carretera, toma por ejemplo la serie “Los años
dorados”, se muestra expectante por conocer la acústica legendaria del
Teatro Colón y trata de explicar por qué los tenores se convierten en objeto
del deseo. |
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Está
convertido en la figura de la ópera que todos los teatros quieren tener y en
los pocos de hoy cuyo solo anuncio agota las entradas en unas horas. Curioso
caso el suyo, por muchas razones: es probable que su transformación de tenor
lírico-ligero a tenor dramático sea única en la historia de la ópera; desde
Franco Corelli que no se veía a un tenor con la prestancia física de Jonas
Kaufmann (1969), quien además agrega dotes de actor pocas veces vistas.
Renata Scotto dice que le habría encantado cantar con él aunque bien
podría ser su madre y que “es el mejor tenor que yo haya visto, y créanme
que yo sé mucho de tenores”; Plácido Domingo, presente en su debut como Des
Grieux en Londres, asegura que Kaufmann “es el gran tenor que todos
estábamos esperando”, y a él se suman, entre tantos otros, nombres como los
de Marilyn Horne, Claudio Abbado, Daniel Barenboim, Eva Marton y Sylvia
Sass, quien alaba sus dotes de intérprete y su cabal conocimiento de
estilos: “Él tiene todo; si canta Richard Strauss es Richard Strauss; si
canta Beethoven es Beethoven; lo mismo si es Wagner, Puccini, Verdi. Siempre
el estilo —en el Lied y en la ópera— es perfecto, algo que casi nadie tiene
en cuenta hoy día”.
—Pocos cantantes han hecho lo que usted.
Ese viaje desde Monteverdi a Mahler y Richard Strauss, desde el Mozart más
lírico a Siegmund de “La Walkyria” pasando por Bach, Schumann, Schubert,
Brahms, Beethoven, Verdi, Puccini, los maestros franceses...¿Llegó ya donde
quería?
“Creo que la recompensa en esto de cantar es el
propio viaje. Estoy muy contento con lo que he podido hacer y agradezco
mucho al público por su acogida, pero uno no está nunca satisfecho; siempre
hay que seguir adelante. Una carrera es algo largo, con cimas, problemas y
fracasos. Por cierto que espero haber alcanzado alguna madurez artística,
pero hay que saber que no todo confluye en el mismo período; la sabiduría y
la experiencia suelen reñirse con la juventud”.
—Cuando canta
la intensidad de las pasiones puccinianas, ¿no se siente desnudo sobre el
escenario?
“Digamos que me siento muy expuesto,
especialmente en lo que concierne a las emociones. La música de Puccini
tiene tal poder, tal impacto que hay que tener mucho cuidado para no
entusiasmarse demasiado. Como dice la famosa frase de Karajan: ‘Esto
requiere de un éxtasis controlado’ ”.
—Pero, ¿es posible
controlar el arrobamiento emocional y físico de esta música? Estoy pensando
en el Tercer Acto de “Manon Lescaut”, por ejemplo.
“¡Es una
obligación! De lo contrario uno está perdido. Si se pierde el control
durante las escenas como el final del tercer acto de ‘Manon Lescaut’ o
durante la narración de Dick Johnson ‘Or son sei mesi’ en ‘Fanciulla’,
puedes quedar botado al borde del camino. Como un camionero, el cantante
siempre tiene que mantenerse en la vía y tener mucho cuidado con las
curvas”.
—Hay muchas curvas en un escenario de ópera...
“Efectivamente...” (se ríe).
—Usted suele destacar la
vulnerabilidad de sus personajes, aquello que los hace frágiles y no solo el
lado heroico...
“Natalie Dessay un día me preguntó si era
difícil actuar un perdedor. Yo creo que es muy placentero. Actuar un
personaje que siempre gana me resulta banal. Estos hombres en problemas son
mucho más ricos; pienso en Don José, en Werther, en Florestán, en
Radamés...”.
—¿De qué manera vive usted la conexión con el
público?
“Para mí es primordial. Para nosotros el aplauso es
como el pan que necesitamos así como para los amantes de la ópera, la ópera
es el pan de cada día. Pero no me refiero solo al aplauso; lo importante es
sentir la presencia del público y el vínculo que se genera con este durante
la representación. Una platea activa convierte cualquier noche en algo
extraordinario”.
El clima emocional de los Lied
—El Lied no es un género tan popular como la ópera; sin embargo,
en sus recitales de Lieder la gente acude como en procesión y entra en una
suerte de espacio contemplativo. Se crea en la sala un silencio de templo y
después viene el desborde de aplausos....
“Los compositores
de Lieder supieron cómo crear un clima emocional y eso produce este efecto.
Incluso si desconocemos el contexto en que esas obras fueron escritas, el
mensaje llega igual. Se crea un momento interior, una atmósfera
contemplativa. En nuestros días es habitual centrarse en el cuerpo y en la
mente, y se menosprecia el espíritu. En un recital de Lieder la gente entra
en conciencia de que somos algo más que un cuerpo con un cerebro”.
—Es diferente de lo que sucede con un compositor como Puccini, por
ejemplo.
“Sí, porque Puccini acertó con el registro de
nuestras emociones fuertes. Sus melodías son muy modernas. El enfrentamiento
entre Tosca y Scarpia, por ejemplo, es de una tensión extraordinaria y uno
siente que la melodía tradicional ya no tiene lugar y que es la acción la
que mueve todo, como si estuviéramos en una película de James Bond. El
impacto que produce Puccini es arrebatador. La primera ópera que vi fue
‘Madama Butterfly’, tenía seis años. Me fascinó, pero quedé choqueado cuando
la soprano que cantaba salió a saludar. Pensaba que de verdad estaba
muerta. Mi hija Charlotte siempre llora cuando va a ver ‘Tosca’. Es así...”.
—¿Cree usted que sirven de algo esos rankings que pretenden
decidir quién es el mejor cantante o el mejor director?
“No
todo se puede reducir a quién está primero en una encuesta, aunque por
supuesto la ópera es, por decirlo de algún modo, una suerte de deporte de
alta competición. En la ópera hay interpretaciones muy variadas sobre un
mismo repertorio, y las audiencias conectan con unas y con otras. Eso es
valioso. Me parece inconducente, por ejemplo, intentar definir si tal o cual
director hace el mejor Wagner; en cambio, es maravilloso descubrir el valor
que hay en cada uno de ellos”.
—Los cantantes de ópera en
general, pero en especial los tenores, suelen despertar el Eros, las
pasiones. ¿Cómo se enfrenta usted a eso?
“Tenemos el caso de
los Tres Tenores, de Caruso, de Richard Tauber y tantos otros. Sí, en la
historia de la ópera ha sido así, pero uno debe pensar en su trabajo y
tratar de no mezclar las cosas. Se debe también a que casi todos los
personajes de amantes románticos fueron escritos para tenor. Obviamente, los
cantantes despiertan fantasías, deseo, pasión. Sucede también en la música
popular. Pero yo tengo los pies en la tierra y me considero un cantante
profesional. Además, también sé que nada es eterno: ni la voz ni el físico”.
Comparaciones inevitables
—La generación
actual de cantantes está siempre en continua comparación con los artistas
del pasado y, además, mucho más expuestos que ellos, por los medios de
comunicación y por las transmisiones en directo.
“Es
verdad: Ya he dicho que a veces envidio la era predigital. Hoy todo se graba
y después se suben fragmentos a internet. En el peor de los casos, de pronto
uno se encuentra con un video en YouTube que dice ‘¿Escucha cómo tal o cual
falla en el agudo...’. Y hay quienes hacen una fiesta con eso. La
comparación es inevitable y tenemos que aprender a vivir con ella, aunque no
justifico que se produzca. Pienso que el equipo de grandes voces de hace 50
o 60 años es irrepetible; basta recordar los nombres para darse cuenta:
Callas, Nilsson, Tebaldi, Crespin, Rysanek, Corelli, Tucker, Bergonzi,
Vinay, Björling, Konya, Warren, London, Merrill, Gobbi... Todos
prácticamente al mismo tiempo y me faltan muchos”.
—Las
transmisiones televisivas también han incidido en que los cantantes se
preocupen más de su apariencia.
“Me parece bien, pero para
mí es muy doloroso cuando cantantes de alto nivel se sustituyen por otros
mediocres porque los primeros son menos televisivos”.
—Usted
ha sido parte en puestas en escena riesgosas y polémicas. ¿Cree que es
posible alcanzar un equilibrio entre las ideas innovadoras y el amor por la
música y el canto?
“¡Ah sí, eso tiene que ser posible! De
hecho siempre deberíamos tratar de tener una nueva visión de una pieza
conocida y a la vez hacer justicia al compositor y a su obra. Fue el caso de
la puesta en escena de Martin Kušej de ‘La Fuerza del Destino’, de Verdi, en
Múnich como también de la puesta en escena de Philip Stöll de los gemelos
del verismo, ‘Cavalleria’ e ‘I Pagliacci’, en el Festival de Salzburgo”.
—¿Un director de escena debe tener en cuenta al público cuando
estructura su idea?
“¡Totalmente! Cada vez que se narra una
historia no es solo para uno mismo sino para una audiencia a la que hay que
respetar. Tienes que pensar en cómo contarla y cómo lograr que escuchen con
interés. El peor de los casos es que el público esté aburrido a morir apenas
después de la obertura, como lo están Dorothy y Blanche en ‘Los años
dorados’ cuando Rose empieza a narrar una de sus historias extrañas sobre
San Olaf. Es decir, para nosotros es divertido cuando Betty White cuenta
esas historias porque ya conocemos el trasfondo y no podemos esperar la
siguiente. Pero para las compañeras de piso de Rose es tan enervante que a
menudo ellas gritan ‘¡Cállate, Rose!’”.
—¿Cuándo el cantante
tiene derecho a decir “Yo no voy a hacer esto” y abandonar la producción?
“Eso es absolutamente personal; no se puede establecer una regla. Antes
de que decida dejar una producción, un artista profesional debería tratar de
encontrar una solución. Si se va, nada cambiará para mejor; simplemente
abandonará el campo y eso será todo. En mi caso, yo siempre trato de
conversar con el director o el director de orquesta o quienquiera que
produzca el problema; y por supuesto no en frente de los otros, sino en una
conversación privada”.
—Usted está haciendo propuestas
constantemente: Wesendonck Lieder (Wagner) en versión para tenor, asumir
tanto la parte del tenor como la del barítono en “Das Lied von der Erde”
(Mahler)... ¿Podemos soñar con que usted cante “Nuits d’été” (Berlioz) o
“Vier letzte Lieder (Richard Strauss)”?
“(Se ríe) Tal vez
haya planes, pero no debería hablar al respecto antes de un anuncio oficial”
—¿Cuáles son sus expectativas respecto de su próxima gira
por Sudamérica?
“Nunca he estado en Sudamérica, así es que
espero con gran interés y alegría mi gira, no solo desde el punto de vista
de experiencias profesionales, sino en cada aspecto: la gente, la cultura,
las ciudades, las áreas rurales, todo. Por supuesto, hay una cosa por la que
todos los cantantes tienen curiosidad: la acústica legendaria del Teatro
Colón de Buenos Aires”.
La admiración por Ramón Vinay
—“Otello” (Verdi) está en el umbral de su carrera
(se proyecta para Londres en 2017). ¿Algún modelo a seguir? ¿Qué faceta del
Moro le gustaría explorar?
“Yo no me enfocaría solo en una
faceta sino que intentaría mostrar la complejidad de este personaje: su amor
como también sus celos, su dignidad como también su inestabilidad e
inseguridad. En cuanto al modelo a seguir, hay algunos grandes cantantes de
Otello, entre ellos Vinay, Vickers y Domingo, que me impresionaron
profundamente. Pero a pesar de toda la admiración que siento por ellos y
otros íconos, yo diría que un cantante no debería tener ningún ‘modelo a
seguir’. En lugar de ir tras las huellas de sus predecesores, uno debe dejar
sus propias marcas y siempre ser sincero con uno mismo”.
—Su
voz —con un centro fuerte y el color baritonal—tiene similitudes con la de
Vinay y Vickers. ¿Fueron ellos modelos durante su desarrollo?
“No. Tan pronto cuando me di cuenta de lo que había estado haciendo
antes de conocer a Michael (se refiere a Michael Rhodes, el maestro que le
mostró cuál era el verdadero camino de su voz), intentando imitar y
manipular, traté de evitar sonar como otro. Incluso ensayaba con mis manos
sobre mis oídos para que verdaderamente la voz fuera por donde ella quería.
Es cierto que hay paralelos con Vinay y también con Domingo. Vinay empezó
como barítono y luego volvió allí, y Plácido hoy canta como barítono. Para
mí ha sido vital tener un centro. De hecho, trabajar desde el centro sin
adelgazarlo y sin estirar hacia el agudo me sirvió mucho para cantar
Siegmund (“La Walkyria”), cuya tesitura se encuentra preferentemente en
el rango del barítono. Es notable lo que hizo Ramón Vinay con ese papel; sus
recursos vocales se extendían desde el bajo-barítono al Heldentenor, y él
supo aprovecharlo”.
Una agenda imparable
Jonas Kaufmann retoma sus actividades este miércoles 16 de marzo, en Praga,
con un concierto totalmente dedicado a Puccini, tras recuperarse de la
enfermedad que lo obligó a cancelar la producción de “Manon Lescaut”, del
Metropolitan de Nueva York. Seguirá luego a Berlín, para “Lieder eines
fahrender Gesellen” (Mahler), con Barenboim, y desde entonces la agenda no
se detiene, con hitos como “Tosca” (Viena); “Maestros Cantores” (Múnich); un
tour de force con las partes del tenor y del barítono en “Das Lied von der
Erde” (París). Su gira por Sudamérica partirá el 6 de agosto, en el Colón de
Buenos Aires, con un concierto dirigido por Barenboim, seguirá luego a Sao
Paulo, el 10 de agosto, para volver al Colón el 14 con una Liederabend.
Chile está contemplado en la gira; tanto la fecha exacta como el lugar
escogido y el repertorio se conocerán en las próximas semanas, según anuncia
el productor Samuel Benavente. En noviembre debuta en “Los Cuentos de
Hoffmann” (Offenbach) en París, donde regresa en enero para “Lohengrin”
(Wagner). Lo más extraordinario de su agenda se concentra en febrero de
2017, cuando realizará una “Residencia” en el Barbican Centre de Londres.
Partirá el 4 de ese mes con una Liederabend, para continuar con un concierto
dedicado a Wagner (8), bajo la dirección de Antonio Pappano: Wesendonck
Lieder y primer acto de “La Walkiria”, con Karita Mattila y Eric Halfvarson.
El 10 de febrero habrá una conversación con jóvenes cantantes, y el 13
cantará los “Vier Letzte Lieder”. |
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