Cinco bises y cuarenta minutos de aplausos en La Scala el pasado mes
de junio. Tiene 46 años y una progresión espectacular que le ha hecho, mal
que le pueda pesar, acuñar el apellido de «mejor tenor del momento». Su
agenda está repleta hasta 2020 y los directores de teatro de todo el planeta
hacen cola para que les tenga presentes en sus oraciones. Nació en Alemania.
Quienes le conocen bien hablan de su cercanía, buen humor y simpatía. Es la
antítesis del divo y un admirador confeso de Puccini, que demuestra en
«Nessun Dorma» (Sony), un álbum que se ha aupado hasta los primeros puestos
de los «top ten». A España vendrá en enero para ofrecer un recital en el
Teatro Real.
–En octubre se puso a la venta «The Puccini album» y
el día 13 de este mes «The Puccini edition», que reúne el disco anterior
además de los DVD’s de «Manon Lescaut» y «La fanciulla del West». ¿Qué le ha
dado usted a este compositor y que le ha ofrecido él?
–Me ha
dado algunas de las arias más grandes jamás escritas en la historia de la
ópera, su música es emoción en estado puro. Si hay quien piensa que su mayor
logro fue componer bandas sonoroas es un cumplido. Fue un adelantado a su
tiempo y, aunque falleció unos años antes de que el cine sonoro fuera un
hecho, compuso verdaderas películas. ¿Qué le puedo ofrecer yo? Cantar y
actuar con la esperanza de hacer justicia a lo que él escribió.
–En el «Nessum Dorma» que cantó en el cierre de los los Proms en Londres en
septiembre al acabar se le notó satisfecho. Su rostro lo decía todo. Ni pudo
ni quiso disimular una interpretación redonda. ¿Es habitual tener esas
certezas o sólo se viven de vez en cuanto? ¿Qué sintió en aquel momento?
–Por lo general un cantante tiene que estar seguro de lo que canta y esa
seguridad ha de ser total cuando cantas en directo, lo que no quiere decir
que siempre que acabes estés satisfecho. Existe un viejo aforismo entre los
cantantes de ópera que dice que hay tres veces al año en que se está en
total disposición para cantar, aunque puedes estar seguro de que tú no
tendrás función en esas fechas. Hay un montón de cosas que pueden suceder
durante una actuación, pero si todo se confabula para bien ten por seguro
que el resultado será maravilloso. «Nessun Dorma» es para mí un caso
especial, pues evité cantarla durante años. Era demasiado grande el respeto
que sentía por la intensa emoción que transmite y porque fácilmente te
puedes dejar llevar. Y te diré que es algo bastante complicado cuando se
interpreta a Puccini, pues te puedes sentir completamente envuelto por su
atmósfera, pero no puede hacer que pierdas el control sobre lo que cantas.
(La primera vez que escuchó Kaufmann esta aria tenía 21 años. Y la oyó
de las gargantas de los tres tenores. Nunca olvidará, dice, ese momento. Y
aun hoy, cuando la escucha, se emociona. Buena prueba de ello es la
grabación que acompaña a «The Puccini Album»: al finalizar cierra los puños
como si con las manos quisiera decir: «Lo he conseguido»).
–Su
petición el verano pasado de que el público no comprara el disco editado por
Universal con tres arias de Puccini dio la vuelta al mundo. ¿Cree que era
necesario dar un golpe en al mesa como el que usted dio para decir «basta»?
–Era absolutamente necesario que el público supiera que ese disco, «The
Age of Puccini», sólo contenía tres arias del compositor, que eran mis
grabaciones de «Che gelida manina» y «E lucevan le stelle», de 2007 y una
escena de «La Rondine» que canté con René Fleming en 2008 y que formaba
parte de un disco sobre arias veriasta. El resto eran de un álbum grabado en
2010. En otras palabras: se trataba de dar un nuevo envoltorio a temas
antiguos. Además, la recopilación se había hecho sin mi consentimiento y sin
mi aprobación.
–Hay cantantes para los que es vital sentir el
aplauso y gozar de esa conexión con el público. ¿Lo es para usted?
–Yo no diría que solamente sea necesario el aplauso –aunque para
nosotros sea como el pan, un alimento que necesitamos–, sino también la
presencia del público, la manera de reaccionar, lo que recibes de ellos, de
ahí que para algunos artistas sea bastante complicado grabar en un estudio
sin sentir ese «feedback» del directo. El patio de butacas te proporciona un
plus, un extra capaz de convertir una buena noche en una jornada
absolutamente inolvidable.
–Quienes le conocen dicen de usted que
es un hombre con el que se puede pasar horas hablando. ¿Cómo lleva el que le
tilden como «el mejor tenor del momento»? ¿Le pesa?
–Es un gran
cumplido y una manera de reconocer mi trabajo, pero los superlativos son en
la mayoría de las ocasiones ambivalentes: ¿Para qué sirven todos esos
rankings que determinan quién es el mejor, el mayor o el más importante? Ser
cantante de ópera es un deporte de alta competición, pero no todo se reduce
a quién está el primero. Creo que es la amplia escala de interpretaciones la
que hace nuestro género musical tan apasionante. ¿Por qué debo preguntarme
quién es el mejor intérprete de Wagner si puedo tener a mi alcance
diferentes versiones, como las de Furtwangler, Toscanini, Kleiber, Reiner,
Stokovski o Karajan? Me produce bastante más satisfacción poder acceder a
toda ellas que quedarme únicamente con ese maldito calificativo de «el
mejor».
–¿Ha tenido que decir alguna vez «no» a un papel o las
exigencias de un director de escena?
–Decir «no» a un papel que
no debes afrontar en un momento determinado es una de las primeras cosas que
debes aprender, es esencial para sobrevivir en este negocio de la ópera. El
que te sientas en condiciones para decirlo depende de tu situación. Es
decir, que si eres independiente puedes decir «no» mucho más fácilmente,
pero tampoco pienso que desistir o retirarse sea una buena idea. Porque tú
no puedes hacer que las cosas mejoren si decides abandonar. Si te quedas, al
menos, ayuda a evitar lo peor. Cuando he tenido un problema con un director
lo he hablado con él en privado y la mayoría de las veces ha dado resultado.
–¿Cree que existe una buena cantera o es de la opinión de que hoy ya
no existen voces como las de antes?
–Partiendo de la base de que
en todas las generaciones ha habido grandes artistas, no me gustaría
generalizar y decir que todo era mejor antes. Pero es obvio que en lo que se
refiere al repertorio más comercial existía bastante más oferta hace
cincuenta o sesenta años. Cuando Rudolf Bing hizo el casting de «Tosca» en
el Met pudo poner en su elenco a Callas, Tebaldi, Nilsson, Tysanek, Crespin
y Leontyne Price para este papel, además de poder contar con Corelli,
Tucker, Bergonzi, Konya y Domingo para el de Cavaradossi o con Warren,
London, Gobbi, Merrill y McNeil para el papel de Scarpia. La liga
internacional de las mejores voces y personalidades nunca ha vuelto a ser
tan espectacular. Por otra parte, ahora tenemos más talentos para
interpretar el repertorio de Händel y Rossini de los que había en épocas
anteriores. Hay quien dice que la flexibilidad de la voz y la escuela
técnica son consideradas hoy más importantes que la especificidad de la voz.
Podríamos debatir horas sobre este tema.
–Imagino que compartirá
la idea de abrir la ópera a nuevos públicos. ¿Le parecen las retransmisiones
de cine una manera de divulgarla?
–Claro que sí. Ofrecer ópera y
conciertos en salas de cine es una buena idea. Todavía hay mucha gente que,
aunque interesada en la lírica, tiene la sensación de que está dirigida a la
«clase alta». En el cine se sienten más cómodos, no hay necesidad de
preocuparse por la manera de vestir y pueden disfrutar de toda la atmósfera
que entraña una ópera. Algunas personas, por ejemplo, no son partidarias de
los primeros planos, ya que sienten que el arte de la ópera implica una
distancia prudente entre el escenario y la audiencia; sin embargo, para mí,
un buen primer plano multiplica tanto la situación dramática como la
expresión musical. Y si se hace tan bien como lo hacen en el Met es
realmente una gran experiencia.
Cita el 10 de enero en el
Teatro Real
Hay quien desde que se anunció que vendría a
Madrid el 10 de enero de 2016 (se inaugura así la celebración del
bicentenario del coliseo con una especial velada compuesta por el recital al
que seguirá una cena de gala posterior en el Salón de baile) cuenta las
horas que faltan para comprar una entrada. A partir de mañana las pueden
adquirir en la taquilla. Pero ¿para cuándo una ópera en el coliseo? «En el
caso de que lo supiera, no se lo podría decir, pues no puedo anunciar planes
antes de que lo haga el teatro de ópera correspondiente», asegura el tenor
con cortesía. No tiramos la toalla porque puede haber alguna sorpresa. Que
se lo pregunten a los espectadores que tuvieron la fortuna de verle y
escucharle el pasado 14 de junio en La Scala de Milán (y que ahora podrán
ver en el documental «An Evening with Puccini»): se llevaron cinco bises y
Kaufmann, cuarenta minutos de aplausos.
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