Juan Antonio Muñoz H.
für El Mercurio und Emol
 
Jonas Kaufmann: “Es distinto conducir un Topolino que un camión de 40 toneladas...”
Con la imagen de un Fiat 500 grafica el tenor estrella de estos días su sorprendente cambio de ser un tenor “ligerísimo” a uno dramático que puede enfrentar roles tan distintos como Werther y Lohengrin.

Hoy, cuando su agenda ya está copada hasta el 2015, no hay teatro de ópera importante que no ambicione tenerlo entre sus artistas. En el horizonte ya se adivinan Siegmund, Eneas, Otello y Tristán.
 
Juan Antonio Muñoz H.
Desde Bayreuth

 
Jonas Kaufmann tiene conmocionado al mundo de la ópera. El tenor muniqués de 41 años está convertido en una estrella de la que ningún teatro importante puede prescindir, es adorado por miles de fans y la crítica está a sus pies. Curioso caso el suyo, por muchas razones: es probable que su transformación de tenor lírico-ligero a tenor dramático sea única en la historia de la ópera; desde Franco Corelli que no se veía a un gran tenor con la prestancia física de Kaufmann, quien además agrega dotes de actor pocas veces vista y un conocimiento profundo de los diversos estilos que aborda; es un hombre de familia (está casado con la mezzo Margarete Joswig con quien tiene tres hijos), practica yoga, es cristiano protestante y hablar con él es como hacerlo con un viejo amigo.

Sus últimos grandes triunfos los vive desde diciembre de 2009, cuando abrió la temporada de la Scala de Milán en una puesta de “Carmen” (Bizet) que pareció más contar la historia de Don José que la de la gitana. A tal punto desequilibra la escena. Y sin proponérselo, pues su actuación siempre es introvertida, más inspirada que histriónica. Así fue su “Werther” de enero pasado en París, donde dio cuenta de un fiato diabólico y de un material oscuro que sin embargo le permite sutilezas conmovedoras. Su último acto no sólo fue una obra maestra de control técnico sino un despliegue de emoción que casi causa alteraciones neurovegetativas al describir el estado de un hombre agonizante que canta sobre un exhalo, con pudor y timidez extremos. Una lección de sobriedad que algunos han comparado con la del legendario Georges Thill en este papel. Y durante agosto, protagonizó “Lohengrin” (Wagner) en Bayreuth, donde su personaje logró salir invicto de una puesta controvertida (Hans Neuenfels llenó de ratas humanas la escena), pues embrujó a todos al hacer del héroe que invoca el silencio una poción dulce-amarga, intensa, robusta y delicada a la vez.

La amplitud del crescendo, la vibración interna de cada palabra emitida, el timbre múltiple, la tórrida sensualidad que deviene en pureza lírica, el registro inmenso y su manera de estar en el escenario hacen que uno se pregunte si existe algo que Kaufmann no debiera cantar.

Un arte que viaja en la línea de Fritz Wunderlich (1930-1966), tenor al que admira y que murió prematuramente tres años antes de nacer Kaufmann. Hay algunos que apuestan a que es su reencarnación: Tamino (“La flauta mágica”), “Dichterliebe” (Schumann) y “Die Schöne Müllerin” (Schubert) son algunas de sus coincidencias en términos de repertorio.

“EL RIESGO EN ESTO DEL CANTO ES MUY GRANDE”

—¿Cómo se produjo su llegada a la música? ¿Hubo estímulo familiar? ¿Nació espontáneamente?

“En mi casa se amaba la música clásica y también la ópera, pero ninguno era músico. Todos tocaban el piano como divertimento, pero no como trabajo. Yo cantaba siempre en la casa y también en el coro. Siempre lo he hecho. No me acuerdo de cuando no lo hacía. Como a los 14 o 15 comencé a hacer pequeños solos; dos o tres frases en una cantata, en un oratorio. Pero jamás pensando en tomar esto como una profesión. Siempre fue un bello hobby. Cuando esto comenzó a tomar otra forma mi papá me decía: ‘Tú eres un amante de la familia y si quieres crear una familia también necesitas un trabajo más profundo...’ ’’.

—¿Tenía razón?

“Sí, por cierto. El riesgo en esto del canto es muy grande. Lo veo por ejemplo entre quienes han estudiado conmigo; son sólo algunos los que pueden al menos sobrevivir. No es una vida de lujo. Hay tantos, además, que después de estudiar canto han tenido que comenzar de nuevo para obtener otra profesión. Es verdaderamente riesgoso”.

—¿Por esto es que usted comenzó estudiando matemáticas?

“Claro. Mi papá trabajaba en una aseguradora y me impulsó en esta dirección. Pero no era algo para mí, todo era demasiado teórico y muy seco. En matemáticas se habla de las cosas, pero se hace nunca nada. Durante el tiempo que estudié, jamás vi una cifra. Era sólo teoría. Yo no puedo estar quieto todo el día, teorizando. Mientras estudiaba matemáticas siempre mantuve mis clases de canto; me hacían falta”.

—¿Cómo lleva ahora esto de que su rostro sea conocido hasta por quienes no saben nada de ópera?

“Es especial y un poco difícil, pues la gente te mira, hace comentarios y te trata de otro modo. Sobre todo en lugares donde he cantado mucho, como Zürich’’.

—¿Sigue viviendo ahí?

“Ya no; estuve allí 7 años. Ahora me he trasladado de nuevo a Baviera. Desde la próxima temporada no haré cosas en Zürich, una plaza que ha sido muy importante para mí pues pude probar títulos que han sido claves en mi carrera. Es un teatro pequeño donde todo funciona perfecto. Pero ahora mi calendario está tan lleno y concentrado en pocos lugares —el MET, Londres, la Scala, París, Viena y München, fundamentalmente— que resolví reestablecerme en mi país’’.

“YO NO HE HECHO ESTOS NIÑOS PARA NO ESTAR CON ELLOS”

—Usted nació en München y allí, curiosamente, es desde hace poco que figura de manera estable.

“Sigue sucediendo en Alemania que hay que hacerse de un nombre afuera primero para que te llamen de los principales teatros nuestros. Es verdad, en 15 años he hecho pocas cosas en München, pero ahora por mí han cambiado muchos planes. Desde 2009 y en los años que vienen cantaré a menudo allí. Cada año haré una nueva producción y retomaré otra. ¡Todos me dicen que desde el punto de vista de los impuestos es una locura volver a Alemania! Pero a mí me gusta mucho mi país, la gente… soy alemán en definitiva. Además, tengo muchas cosas programadas también en Berlín, Bayreuth y Salzburgo…”.

—¿Sus hijos están siempre con usted?

“Sí y no. Ahora están conmigo porque es verano, pero estando en el colegio no se puede llevarlos a todas partes. Son tres, además. No es fácil. También es difícil hacer un calendario de actuaciones que no demande estar fuera demasiado tiempo. Pero yo no he hecho estos niños para no estar con ellos. La familia es siempre muy importante para mí y también para estabilizarme internamente, tener una base y no volverme loco con el éxito. Cada vez se hace más difícil ser uno mismo, permanecer en uno mismo y no cambiar porque algo cambia en tu entorno”.

—Es fácil tomar el otro camino…

“Mucho. Es fácil, pero al final el problema es que, según mi punto de vista, todo se deteriora. Porque también la calidad del canto depende de la calma, de la profundidad, de la estabilidad. De estar contento en uno mismo y con uno mismo. Una vez que uno sale de sí para vivir otra cosa, después es muy difícil regresar. No se encuentra más el camino”.

“ES DISTINTO CONDUCIR UN TOPOLINO QUE UN CAMIÓN DE 40 TONELADAS”

—¿Cómo se vive un cambio tan radical en la voz como el suyo? Usted partió cantando algunos papeles de Mozart y también roles como Flavio (“Norma”) y Cassio (“Otello”), y ahora lo tenemos en “Lohengrin”, “Werther” y ya se puede pensar en usted como Otello y, por qué no, Tristán.

“Es verdad. El año 95 comencé a cambiar mi técnica completamente. Hasta entonces había cantado como un tenor muy ligero. Ni siquiera era lírico, verdaderamente ligero, ligerísimo...

—¿Luigi Alva...?

“Sí, sí, en esa dirección. Y tuve grandes problemas. Me empecé a dar cuenta de que mi voz no soportaba esa ligereza. Fue muy raro. Tenía problemas y al hablar con mis colegas me decían: ‘Eres muy joven, no te detengas, canta siempre muy liviano...’. Perdí completamente la base. Luego encontré un maestro que me inició en un camino completamente distinto. Fue muy importante para darme cuenta de mis reales posibilidades; me mostró una vía desconocida. Todos mis colegas en esos días pensaron que era el final, que la voz estaba arruinada, tan oscura... pero he logrado dominar esta voz, lo que en un comienzo fue muy pesado. No podía llevar la línea, las curvas, todo era un poco calante o muy lento. Necesita habituarme. Es distinto conducir un Topolino (se refiere al antiguo Fiat 500) que un camión de 40 toneladas...’’.

—¿Fue necesario descubrir que había otra voz o el cuerpo indicó que había otra voz?

“La voz creció y se volvió más oscura. Fue la voz la que me señaló el camino. Pero recién cuando descubrí qué hacer con el cuerpo, pude liberar esa voz. No es que yo haya querido ser un tenor con cuerpo, baritonal... Cuando comencé a cantar, siempre estaba arriba, las notas de paso no existían y, sin embargo, tenía menos de dos octavas… ¡Y ahora tengo tres!”.

—¿Quién fue ese maestro?

“Se llama Michael Rhodes, un barítono americano de Brooklyn, que estudió con Giuseppe de Luca, gran barítono italiano de los tiempos de Caruso, con una técnica espléndida. De Luca emigró durante la guerra a Estados Unidos y fue maestro de mi maestro”.

—¿Ha desarrollado algún método para abordar un personaje?

“Siempre es distinto. Hay personajes para los que la ópera es la única fuente de información, de manera que la atención se debe concentrar sobre el libreto y hay que leer bien lo que ahí dice para crear un personaje más creíble en lo emocional. Hay casos en que hay muchas fuentes; por ejemplo, Lohengrin, que está en tantas leyendas. Uno puede leer mucho y verá que las diferentes fuentes apuntas cosas distintas que enriquecen el carácter. Pero también hay que cuidar esto porque se puede ir en un sentido distinto al del libreto que hay que atender. La historia de Lohengrin en las leyendas es diferente; por ejemplo, él se casa con Elsa y tiene hijos con ella antes hacer la famosa pregunta. Menos mal que Wagner cortó todo eso... ¡Imagínese lo que sería eso con toda la familia y la ópera durando 10 horas! (risas). Cuando se canta ‘Don Carlo’ se debe saber la historia verdadera y leer la obra de Schiller donde se entiende el carácter mucho mejor. En el caso de ‘Carmen’, la historia es muy distinta en Merimée. Ella es diferente, pero también él. Don José es uno que ya había caído una vez y no es el joven bueno y tranquilo que todos piensan. Él quiere ser bueno porque está en su segunda chance, es su segunda vida después del delito. Él ha escapado de la vida criminal entrando en la vida militar. Eso hace mucho más creíble el cambio que se ve en Bizet. Son muchos los ejemplos de este tipo. Es más fácil descubrir ángulos interesantes para un personaje conociendo todas las fuentes de proveniencia. A mí me gusta entender el ser humano que está en el rol”.

—La “Carmen” que abrió La Scala en 2009 parecía más contar la historia de Don José que la de Carmen.

“Sí y es así también en Merimée. Es José quien cuenta todo eso la noche antes de su ejecución. Confiesa lo que ha sucedido, por qué ocurrió y narra la historia de Carmen. Pero es su vida en verdad. También en Bizet se ve que aquello que cambia realmente es Don José. Es él quien tiene un verdadero desarrollo. Carmen es un personaje fijo”.

LIEDER PARA VOCES Y MENTES JÓVENES

—Su repertorio es muy extenso. De Monteverdi a Wagner y Strauss, los italianos, los franceses y también el mundo del Lied. Llama la atención que entre sus primeros discos haya uno dedicado por completo a canciones de Richard Strauss y otro con el ciclo “Die Schöne Müllerin”, de Schubert.

“Me encanta el Lied y quiero grabar todo lo que pueda. Me gustó la idea de partir con los que creo necesitan una voz y sobre todo una mente jóvenes. ¡Yo ya tengo 41 años! Tanto ‘Dichterliebe’ (Schumann) como ‘Die Schöne Müllerin’ (Schubert) tienen ‘protagonistas’ jóvenes sin experiencia. Es la única forma de que funcione estar enamorado de tal modo de una mujer a la que nunca le has hablado siquiera. Quizás se tocaron la mano una vez y ya para él es el amor de su vida. Esto no funciona si ya has sufrido dos o tres veces y comprendido qué significa el amor. ‘Winterreise’ (Schubert) es un discurso muy distinto, pero tampoco se trata de un hombre viejo. Hay un ser humano que tiene una vida, sin embargo. No es tanto un asunto de edad cuanto de sufrimiento”.

—¿Y qué sucede con estas obras en el mercado discográfico?

“En el caso del Lied no tenemos ni siquiera que pensar en esto de si es mejor o peor grabar las cosas más populares: el mercado del CD está convertido en un desastre. Y el Lied no existe en este punto, de manera que da igual si hago un ciclo más conocido o uno que no lo es tanto. No se vende nada ni con uno ni con otro. Lo que importa en esto es el punto de vista artístico. Lo que intento hacer es estudiar bien un programa, grabarlo y luego hacer giras en las que se puede vender el disco. Me encantaría cada año preparar un nuevo programa de Lieder, pero no siempre puedo porque mi agenda está complicada”.

—Recientemente usted cantó, bajo la dirección de Claudio Abbado, la cantata “Rinaldo” de Brahms, totalmente desconocida.

“La verdad es que yo tampoco la conocía. Claudio me habló de esto cuando estábamos grabando el disco con arias de ópera. Él quería a toda costa poner un aria de este ‘Rinaldo’ en el álbum, pero yo le decía que si nos abríamos a este repertorio deberíamos también grabar, por ejemplo, algo de ‘La Creación’ (Haydn) y cosas de ese tipo. De modo que hicimos sólo arias de ópera en ese cd y resolvimos hacer juntos la cantata completa en concierto. Es muy interesante. Un texto de Goethe sobre la historia de Rinaldo y Armida, pero contada sólo por Rinaldo’’.

“NO SE PUEDE PREVER EL FUTURO”

—¿De qué manera enfrenta esto de estar adquiriendo hoy contratos para dentro de cinco años o más?

“Es complicado. Se debe hacer un calendario con mucha antelación. Al inicio me era muy difícil y todavía hoy no me es fácil. No se puede prever el futuro. No se sabe si la voz será todavía capaz de hacer esto o si la voz ya será capaz realmente de hacer esto otro. No se sabe si la voz va a detener su desarrollo o avanzará... Pero es así el negocio de la ópera hoy”.

—¿Y cómo resuelve el dilema?

“Lo más importante es la combinación. Qué ponemos inmediatamente antes o después de un rol muy difícil, cuánto tiempo habrá que esperar entre función y función... ¿Ponemos algo del mismo carácter o hacemos algo más ligero para liberar la voz y hacerla más flexible? Sólo el tiempo dirá si me he equivocado o no. Hasta ahora ha funcionado muy bien. Sobre todo al comienzo, fue muy difícil convencer de esto a los teatros. Procuro hacer siempre un repertorio mixto porque personalmente no me gusta dedicarme sólo a una cosa y también porque no creo que sea bueno para mi voz cantar todo un año el mismo repertorio. Por ejemplo, luego de ‘Lohengrin’ hago la ‘Carmen’ en München, luego la ‘Tosca’, en diciembre ‘Adriana Lecouvreur’ en Londres, luego ‘Werther en Viena’... ’’.

“Para Lohengrin me ayudó mucho cantar antes repertorio italiano, que tiene la flexibilidad, el legato, la frase larga. El repertorio alemán es diferente porque viene una consonante después de la otra, pero hay que saber que es sobre las vocales que se entiende la lengua. ‘Lohengrin’ es la ópera más italiana de Wagner; él mismo lo decía. Wagner siempre fue amigo de la ópera italiana y, especialmente, de la técnica italiana. En sus cartas está escrito que él quería para este personaje la combinación de un hermoso legato con las frases en texto alemán. ¡Y funciona! Esto es interesante para mí”.

—Su opción es la de un repertorio abierto. Hay otros que hacen un puñado de roles en su vida.

“¡Cinco o siete roles en toda su vida…! Algunos lo han hecho maravillosamente y su voz ha estado en perfecto estado casi hasta el final. (Alfredo) Kraus, por ejemplo, siempre tuvo la voz de un joven. Es fantástico, sí, pero para mí es muy aburrido hacer las mismas cosas. No sólo cantar lo mismo sino que actuar lo mismo sobre un escenario. Finalmente todo queda fijo, sin evolución. Es cierto que no es fácil siempre preparar un nuevo rol, memorizar tantas palabras, pero es lo que prefiero. Si hago una producción y después la dejo por un año o un año y medio y luego vuelvo a ella, será como reencontrar a un amigo que no veo desde hace mucho y al que tengo tantas cosas que contarle. Si viene tu amigo todos los días después de poco rato ya no sabes de qué hablar, pues ya todo está dicho. En cambio, del otro modo siempre hay un nuevo descubrimiento: ¡mira lo que encontré aquí! Esto sucede así en la música y también con el carácter de un personaje”.

PETER GRIMES, HOFFMANN, OTELLO Y TRISTÁN: SUEÑOS EN EL HORIZONTE

—¿El personaje se puede liberar del intérprete al punto de que vaya por un camino que ni usted imaginó?

“Yo busco siempre partir de cero y crear el carácter cada vez que subo a escena. Me ha sucedido que he llegado al punto de hacer un personaje en un sentido muy distinto al que inicialmente pensé o al que hice en una primera producción. Me dejo guiar por la emoción y por la espontaneidad del momento, y así también la interpretación musical resulta fresca e creíble, que es lo más importante. Así descubro cada vez la alegría de cantar. Es algo que, perdone que lo diga, pero que en efecto hago para mí mismo”.

—¿El control de la voz no termina por ejercer también un control sobre las emociones que se quiere transmitir?

“Una vez que controlas la voz totalmente, eres libre y puedes involucrarte emocionalmente en la interpretación, sintiendo de verdad”.

—¿Hay un personaje que represente un sueño para usted?

“Sí, este Otello me interesa mucho... También Hoffmann y Peter Grimes. ¡Y Tristán! Un personaje impresionante. Ese tercer acto es un estudio psicológico fantástico. Es muy largo... pero sólo el tercer acto. El primer acto es nada. El segundo tiene ese extraordinario dúo que puede ser cantado de forma bastante lírica. Pero luego viene el tercer acto... ¡piufff.... casi una hora solo!”.

—Ya vendrán, seguramente…

“Hay que esperar y ver cómo avanza la voz. En 2011 haré Siegmund en ‘La Walkyria’, que tiene fuerte exigencia de graves; es un rol casi para un baritenor. Muy interesante en términos teatrales. Para Siegfried, Tristán y Tannhäuser falta todavía”.

CANTAR SOBRE EL DOLOR

—Su experiencia con el repertorio francés ha sido excelente en papeles como Romeo (Gounod), Don José (Bizet) y Werther (Massenet). En especial Werther es un rol muy complejo en lo vocal y en lo dramático…

“Me preparé durante mucho tiempo antes de cantarlo. En general, las óperas francesas permiten jugar con emociones y colores, y la personalidad vocal no es unívoca. En Werther se da una mixtura entre el tenor típicamente francés, el tenor claro de Mozart y, algunas veces, el tenor dramático. Es muy exigente porque hay que controlar la voz y las emociones”.

—En cierto sentido, Werther pide llorar cantando.

“Sí, y llorar sobre la escena es de las cosas más difíciles. Para un actor es posible, pero si un cantante llora, no puede cantar. Eso obliga a buscar un color y una emisión para el llanto, de manera que éste se insinúa. Una vez descubierto eso, se canta sobre ese color”.

—¿Manteniendo siempre la belleza del canto?

“No me parece mal perder, por momentos, la belleza del sonido a fin de crear emociones más creíbles’’.

—¿Qué sucede cuando un régisseur pide cosas en que usted no está de acuerdo?

“¡Eso sucede todos los días! (risas) Pero en general entiendo que si yo tomo la acción, si me preparo bien, tengo mucho adelantado. Si un cantante llega sabiendo casi nada de un personaje, sin ideas de qué hacer, un regista que tampoco es capaz de explicar bien qué quiere, empieza a hacer cosas raras. Pero si me he preparado bien y digo de inmediato qué es lo que pienso y cuáles serán mis propuestas, todo cambia. Veremos después si habrá algo más de esto o de aquello, pero ya se trabaja sobre una base más segura. Mi forma es proponer algo y mostrarlo inmediatamente, y funciona en un 90 % de los casos. También están las producciones más particulares donde no interesa interpretar la historia sino hacer algo totalmente distinto, y eso sí que es difícil. Si no estoy de acuerdo, trato de mostrar mi punto de vista con sutileza, pero no escapo, no huyo, no hago escándalo. Lo mejor es estar bien preparado para responder”.

—¿Qué características debe tener para usted un régisseur ideal?

“El regista ideal es el que tiene una idea clara sobre un personaje y la historia en que está inserto. Pero no una idea física. Los aspectos físicos deben ser creados por quien interpreta; sólo así surgen naturales y creíbles. En suma, un regista que ve lo que propongo y responde a eso: me gusta esto, esto no, quiero un poco más de esto... Un árbitro, en suma, que mira y que va limpiando lo que ofrecemos los cantantes”.

—Internamente, ¿para usted es importante el silencio?

“En algunos momentos, sí. Trato de encontrar esa calma interna. No es un silencio total, sin embargo. Cuando estudio, cuando debo memorizar, si lo hago en un silencio total, lo olvido todo de inmediato. Tengo tantas cosas para pensar en ese momento que el vacío no me sirve. En cambio, si están ahí los niños, si está la TV sonando, funciona de inmediato. Va directamente a mi memoria. Mi señora me dice ‘apaga la radio, ¿te molestan los niños...?’ No, no, por qué me van a molestar. Es así que lo hago. De ese modo comienzan a trabajar en mí la música y las palabras. Me sucede que hablo internamente y descubro cosas en medio del ruido. El cerebro comienza a trabajar mejor, a memorizar. Cuando canto algo en que no estoy siempre en escena, me voy al camarín para estudiar otro rol. Cuando he hecho ‘Fierabras’, de Schubert, donde sólo canto en el primer y tercer acto, todo el segundo acto preparaba ‘Parsifal’. Me preguntaban ‘¿y qué estás haciendo? ¿por qué no te preparas para el otro acto...? ¿estás loco?’ ¡Pero si ya está preparado! Así aprovecho el tiempo. Claro que todo depende. ¡Algunas veces es difícil! Como en ‘Lohengrin’; si bien el segundo acto es casi totalmente libre, no puedo estudiar otra cosa, porque el tercer acto necesita una concentración total: es largo y también las frases son complejas, de manera que uno fácilmente se pierde. Cuando canto ‘Tosca’, en cambio, canto mucho, pero mientras no estoy en escena puedo memorizar un Lied o lo que sea”.

“PUEDO SOBREVIVIR PERFECTAMENTE SIN EL APLAUSO”

—¿Hay algún personaje que sienta más cerca de su corazón?

“Es difícil de decir. Siempre amo el personaje que estoy haciendo en ese momento; ¡me enamoro de manera....! Creo que es hermoso que eso suceda. Toda mi energía, mi alegría y mis deseos para lo que hago esa tarde. Es cierto que hay personajes que son de otro mundo, como Werther, que canté por primera vez en enero de este año. Es un ser fuera de la vida. Y qué decir de Don Carlo… es bello como canto y también como personaje. Cavaradossi (“Tosca’’) como personaje no es tan interesante… ¡Pero la música!... una maravilla”.

—Usted ha subrayado en sus interpretaciones la vulnerabilidad de personajes masculinos como Lohengrin, Cavaradossi, Don José. ¿Es una opción suya que proviene de la música también?

“El compositor escribe frases donde se comprende que el personaje es un ser humano con dudas y debilidades. Me gusta mucho encontrar esto, pues eso hace un carácter más interesante. En Lohengrin es común encontrar interpretaciones muy heroicas: yo digo esto y lo haces y no preguntes, y te amo, y ya... Eso no me interesa y al público tampoco. Un personaje así se hace no antipático, pero sí aburrido y no creíble. A mí lo que me mueve es el ser humano dentro de este personaje. Y se encuentra, pues en Lohengrin está la duda. También con Cavaradossi sucede eso; él cree tener todo en sus manos, pero llega el tercer acto y se da cuenta de que todo va mal; hay un dolor que mostrar en eso, una pérdida que hacer. En Lohengrin está todo en La Mayor, la tonalidad más clara, más heroica, pero cuando entra a escena no lo hace como un héroe diciendo ‘ahá, aquí estoy yo’… Al revés, él mismo está emocionado con lo que sucede, para él también es un milagro, y antes que todo agradece al cisne que lo ha traído… ‘Gracias mi querido cisne por haberme traído hasta aquí….’ No es, entonces, un héroe común. Al final, está triste, deprimido, no sabe qué hacer. Sabe que todo se perderá. Además, se ha enamorado una mujer; en esta producción hemos intentado mostrar que él no sabe qué hacer con esta mujer. Es un hombre que puede equivocarse y sentir”.

—Al término de una función, ¿le es difícil volver a sí mismo o parte a casa como si nada?

“Entro rápido en un personaje, pero también salgo de él fácilmente. En esto, ayuda mucho saber que afuera hay algo que me espera. Si toda mi vida fuese sólo la ópera, sólo estar en el escenario, sería muy difícil. También el éxito o el fracaso cambian con esto. Si no ha sido un éxito la función, quizás no por mi culpa, me voy a casa y estoy en mi verdadera vida, y no pienso en lo demás. Puedo sobrevivir perfectamente sin el aplauso. Eso sí, la adrenalina a veces me deja dos o tres horas despierto después de una función. No puedo dormir de inmediato porque estoy acelerado”.

—Usted ha cantado oratorios también. ¿Se puede cantar Bach distanciándose de los afectos?

“Con el Evangelista de las Pasiones de Bach, yo no puedo creer que deba tomar distancia para cantar una frase tan larga y dolorosa como ‘y llora amargamente’. No creo que Bach haya escrito sin emoción. Al revés. Si hablamos de su música para orquesta o de una obra como ‘El clavecín bien temperado’ y también sus motetes, sus cantatas, sus Pasiones… Todo está escrito con emoción. Son emociones delicadas, por supuesto. Sucede lo mismo con Monteverdi. En un primer momento pareciera que faltara el gran aparato orquestal, pero cada fragmento es más intenso que el otro. Cada trozo está hecho con una simplicidad y un minimalismo fantásticos. He hecho ‘Il Ritorno di Ulisse in Patria’ y Nerón de ‘La Coronación de Popea’. Monteverdi es un compositor que me gusta mucho. Para mí es casi lo mejor que existe”.

—Usted y su señora (la mezzo Margarete Joswig) son cantantes. ¿Qué dice sus hijos con estos padres que suenan todo el día?

“Puede ser aburrido que cantemos mucho… Para ellos la música puede ser un enemigo, porque hacer música significa que sus papás no están en casa. Pero ellos aman y sienten la música, les gusta venir con nosotros a los conciertos. El más chico es muy fuerte de energía y no se puede quedar sentado... La grande no tiene mucho respeto por la música... Y el del medio está siempre emocionado con ella, mira la orquesta, observa y escucha todo. Todos tocan instrumentos y cantan; incluso la grande canta muy bien... Tiene unos agudos...”.

—¿La nueva Callas?

“Espero que no...’’.

—El tema familiar es peor para las mujeres.

“Sí, porque siempre está esa decisión entre la familia y la carrera. La combinación con la familia es muy difícil. Después una cosa y otra. Los cambios hormonales que provocan problemas en la voz y hay que probar una nueva técnica, un nuevo modo de usar la voz. No es fácil para ellas, en efecto. ¡Pero tenemos necesidad de mujeres! No podemos cantar ‘Billy Budd’ (Britten) todas las noches” (risas).


RECUADRO:

Recomendaciones para escuchar y ver

Youtube permite ver a Jonas Kaufmann en "La Traviata", casi muriendo junto con Violetta (con Christine Schäfer); haciendo inevitable el asesinato de la Carmen de Anna Caterina Antonacci (Londres), e interpretando “Cantique de Nöel”, de Adam, en la Frauenkirche de Dresden. Quienes tengan el disco "Bel sogno", de Cristina Gallardo-Domâs, podrán escucharlo como Alfredo. Aparte de su "Romantic arias" (Decca, 2008), que incluye “Pourquoi me réveiller”, de “Werther” (Massenet), hay que atender su canto en Mozart, Schubert, Beethoven y Wagner, con la Mahler Chamber Orchestra dirigida por Claudio Abbado (Decca, 2009). Está imperdible en "In fernem Land" y "Mein lieber Schwan", de "Lohengrin" (Wagner). Y no olvidar el disco por el que obtuvo el Gramophon Award: Lieder de Richard Strauss (Harmonia Mundi, 2006), donde luce espíritu y refinamiento en "Morgen", "Die Nacht" y "Sehnsucht". En 2009, EMI lanzó “Madama Butterfly” (Puccini), con Kaufmann de Pinkerton y Angela Gheorghiu como Cio Cio San. Este año, Decca presentó su juvenil y entrañable mirada para el ciclo “Die Schöne Müllerin” (Schubert) y el DVD de su primer “Lohengrin” en München. Para fines de septiembre se espera el lanzamiento de “Vicino a te” (Decca), álbum dedicado a páginas del verismo, incluidas arias de “I Pagliacci” (Leoncavallo) y “Cavalleria Rusticana” (Mascagni) y el fragmento que es uno de los favoritos de Kaufmann “Giulietta! Son io!”, de “Giulietta e Romeo”, de Zandonai.

Al inicio del Festival de Bayreuth 2010 presentó un libro sobre su vida, “Meinen die wirklich mich?”, escrito por el editor jefe de “Opernwelt”, Thomas Voigt.

En los próximos meses agrega a su repertorio “Adriana Lecouvreur” (en Berlín y Londres) y vuelve sobre “Werther” (Viena, en enero) y sobre “Tosca” (La Scala, febrero). El MET de Nueva York lo espera en abril y mayo para su primer Siegmund en “La Walkyria” (Wagner), y a partir de 2011-2012 será Baco (“Ariadna en Naxos”, de Strauss) y Eneas (“Los Troyanos”, de Berlioz). Las temporadas siguientes lo verán encabezando cartel en óperas como “Andrea Chénier” (Giordano), “El Trovador” (Verdi), “I Pagliacci” (Leoncavallo), “Cavalleria Rusticana” (Mascagni) y “Manon Lescaut” (Puccini).

Sitio oficial: http://www.jonaskaufmann.com
Sitio no oficial (con más y mejor información): http://www.jkaufmann.info
 






 
 
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