El Mercurio, 22 DE DICIEMBRE DE 2012
POR JUAN ANTONIO MUÑOZ H., DESDE MILÁN, ITALIA
 
“Mientras los políticos consideren que la ópera es una especie de ‘lujo’ hecho para la clase alta, la crisis económica de la ópera continuará”
Los teatros del mundo se inclinan ante el arte de este tenor alemán que enarbola el poder que tiene la ópera para cambiar la vida de la gente. Su interés es difundir el “virus” del género porque para un gran número de personas es tan importante como “el pan de cada día”.
 
Para muchos, Jonas Kaufmann (1969) es el mejor cantante surgido en el mundo en los últimos cincuenta años, y el tipo de artista que necesita la ópera para dar el paso siguiente: el de la interacción absoluta entre sentido musical y poético, trabajo dramático y conexión con el mundo moderno. Un tenor que se entrega por completo a lo que hace pero que además renueva cada personaje al punto de convertir sus creaciones en un nuevo parámetro.

Ya sucedió así con “Werther” (Massenet) y “Don Carlos” (Verdi), y ahora ocurre otra vez con “Lohengrin” (Wagner). Además, un hombre que se plantea ante las dificultades que vive en nuestros tiempos la cultura en general y la ópera en particular. Como dijo en España, justo antes de su recital en el Festival de Peralada, donde llevó a la audiencia “al delirio”, uno de sus grandes intereses es “difundir el virus de la ópera”.

En medio de las funciones del “Lohengrin” que acaba de abrir con gran éxito la temporada 2012-2013 de la Scala de Milán, el artista se dio el tiempo para contestar algunas preguntas para El Mercurio.

—¿Cómo describiría el tipo de héroe que representa Lohengrin? Es un héroe bastante especial, pues llega a salvar a una mujer y luego parte…

“Su misión es salvar a una virgen en peligro. Ese es un tema común, pero en la ópera de Wagner hay una gran diferencia con otras historias de este género. Lohengrin se enamora de Elsa a primera vista. En consecuencia, para él ayudarla es mucho más que cumplir su misión. Es un encuentro que cambia su vida. Él probablemente quiere pasar el resto de su vida con esta mujer. Esta es la razón principal de por qué Lohengrin no es ese típico ‘héroe de ópera’. Yo me pregunto si hay algún ‘héroe’ real en las óperas de Wagner salvo Walther en ‘Los Maestros Cantores de Nuremberg’. Creo que todos ellos son ‘personalidades desgastadas’, por definirlas de algún modo; en especial Tannhäuser, Lohengrin, Siegmund y Tristán”.

—Usted interpretó el rol de Baco en “Ariadna en Naxos” (Richard Strauss) y él es un héroe que se supone llega para quedarse…

“Bueno, aquí tenemos finalmente un final feliz (se ríe). Baco es un rol delicado, pero si puedes cantarlo, es muy entretenido. Me encanta esa música, no sólo la parte de Baco sino toda la ópera. Hay tantos detalles sutiles por descubrir, tanto en la música como en el maravilloso libreto de Hofmannsthal”.

—¿Qué es más complicado para usted, ser el héroe que se va, como Lohengrin, o el que se queda, como Baco?

“(se ríe) Por supuesto, cuando uno está enamorado, partir es mucho más difícil que quedarse, especialmente en el caso de Lohengrin. Ese instante, cuando él tiene que dejar a Elsa, es uno de los más desgarradores en la ópera. Es muy triste, y Lohengrin casi llora”.

“Éxtasis controlado

—En esos momentos de tanto compromiso emocional, ¿es difícil para usted mantenerse sereno, controlar su voz?

“A veces es bastante difícil lograr el equilibrio correcto. Cuando estoy en el escenario, me involucro emocionalmente hasta el punto en que ya no soy más Jonas Kaufmann, sino —con optimismo— el personaje que tengo que representar. Pero no se debe llegar tan lejos al punto de perder el control sobre el canto y la actuación. Hay una famosa declaración de Herbert von Karajan: ‘éxtasis controlado’. Lo cual significa que incluso cuando uno esté muy involucrado, una parte de uno debe aun así controlar lo que se está haciendo. Una cosa es segura: si dejas que tus sentimientos afloren y empiezas a llorar en el escenario, ten por seguro que eso no va a emocionar al público. Porque es privado, no profesional. Después de todo, no es uno el que debería transpirar y llorar y reír, sino el público”.

—Su Lohengrin es una mezcla de intensidad y dulzura, de fuerza y vulnerabilidad. Cuando cantó “In fernem Land”, en La Scala se generó una atmósfera de calma y concentración absolutas. Casi un estado religioso.

“Es lo que la escena requiere, ¿no es cierto?

Es el momento en el que Lohengrin revela su identidad, por lo tanto todo debe ser concentración de parte del cantante y de la orquesta, como también del público. De lo contrario esa escena clave se pierde”.

—Su voz se ha comparado a menudo con la de Fritz Wunderlich, que murió joven en forma trágica. Usted mismo comentó que Wunderlich cantaba en cada oportunidad como si fuera su última vez. Con usted sucede algo similar; cada vez que sube a escena parece estar entregándolo todo. ¿Wunderlich es una fuente de inspiración para usted? ¿Trata de hacer lo mismo cuando asume un personaje?

“Escuchar las grabaciones de Wunderlich es siempre una gran inspiración para mí. Pero esa intensidad de su canto, como si cada vez fuera la última, es realmente única. Creo que un cantante jamás debería ‘tratar de hacer lo mismo’ que otro. Siempre uno tiene que ser veraz consigo mismo. Pero sin duda, ¡debe ser algo increíble! cautivar a una audiencia, al menos una vez, de la forma en que Wunderlich lo hacía”.

“Cuando hay dinero público en juego, siempre la cultura está en peligro”

—Usted alterna repertorio alemán, francés e italiano. ¿Es para preservar la flexibilidad de la voz?

“También es para eso, pero además porque me gusta variar. Para conservar la flexibilidad vocal, creo que el repertorio francés es el mejor: ‘Fausto’, ‘Werther’...La última vez que hice Des Grieux en ‘Manon’ (Massenet) fue en Viena hace unos dos años. Y quiero volver a hacerlo”.

—Desde su punto de vista —mejor, desde su corazón— ¿cuál es el gran misterio de la ópera? ¿Hay realmente comunicación entre el artista y el público?

“Bueno, eso es esencial para cualquier tipo de actuación en vivo. No siempre es fácil de lograr, es verdad, pero para mí ésa es la motivación básica para salir a escena: compartir una experiencia con el público, conseguir que ellos descubran la magia de la música y el teatro”.

—¿Qué hace que la ópera sea relevante hoy en día?

“Esa clase única de magia y emoción de una muy buena actuación en vivo, con todos los riesgos y sorpresas y esa ‘química’ especial entre el escenario y el público; la combinación de música actuada, teatro y diseño escenográfico…Es algo que no tiene ni va a tener ningún otro género. Sin duda, mientras los políticos consideren que la ópera es una especie de ‘lujo’, hecho para la clase alta o para unos pocos ricos afortunados, la crisis económica de la ópera continuará. Pero ellos deberían darse cuenta que para muchas personas la ópera es tan importante como ‘el pan de cada día’. Tal vez para algunos es como una droga, pero una droga sumamente saludable. Por supuesto, es muy cara, requiere de mucha energía, puesto que se necesita más de cien personas para representarla. Pero si funciona, la ópera es una gran fuente de energía y estoy convencido de que una gran actuación incluso tiene el poder de cambiar tu vida. Los recortes que se están haciendo en cultura deben ser racionales; es muy lamentable que cuando hay dinero público en juego, siempre la cultura esté en peligro”.

—A su juicio, ¿qué es lo que debe mover a un cantante de ópera? ¿Cuál es su filosofía del canto?

“Lo más importante para un cantante es sentir alegría por su trabajo. Cuando esto se convierte en un trabajo como cualquier otro, la calidad baja. En efecto, así cuesta mucho más poner toda la energía y transmitir ese espíritu positivo y de felicidad al público. Si se pierde eso, el canto no vale nada. El remedio, para mí, consiste en variar los placeres, en no mantenerse en un único repertorio ni hacer las mismas obras demasiado seguido”.

LANZAMIENTO:
En febrero sale al mercado su álbum Decca dedicado a Wagner, con escenas de “La Walkyria”, “Siegfried”, “Rienzi”, “Tannhäuser”, “Maestros Cantores” y “Lohengrin”, además de una
poco habitual versión para tenor de los “Wesendonck Lieder”. Dirige Donald Runnicles.

NUEVOS ROLES EN SU REPERTORIO:
Manrico de “El Trovador” (Verdi), Don Álvaro en “La Fuerza del Destino” (Verdi), Des Grieux en “Manon Lescaut” (Puccini), “Andrea Chénier” (Giordano) y Ramérrez en “La Fanciulla del
West” (Puccini).

 






 
 
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