La Vanguardia, 08-03-2018
MARICEL CHAVARRÍA
 
Jonas Kaufmann: “El #MeToo también ha llegado a la ópera”
La clave está en la igualdad salarial, defiende el tenor alemán
Dice Jonas Kaufmann que por suerte los problemas de paridad en la ópera no existen, pues si tienes un papel de soprano, contratarás a una mujer... Aunque no siempre fue así: en el barroco, todos los papeles los cantaban los hombres. Bach componía sólo para ellos. Y en la música eclesiástica –recuerda el tenor– pasaba lo mismo: Verdi tuvo que pedir al Papa que diera permiso a las mujeres para ir a la iglesia y cantar, medio escondidas, su Réquiem. Otro cantar es el tema de los salarios.

“El #MeToo ha llegado también a la ópera”, advierte el artista más cotizado de la escena operística. “La clave es que a igual trabajo haya igual remuneración. Cualquier otra cosa es ridícula a ojos modernos”. Y sin salirse del plano realista, añade que “eso de la igualdad es un proceso muy largo y difícil de conseguir. Obligar a las empresas a alcanzar la paridad es complejo. Y si quieres que los hombres que tienen poder lo cedan, tampoco va a ser fácil”.

Son reflexiones del tenor alemán en el 8-M y con ocasión del Andrea Chénier de Giordano que protagoniza a partir del viernes en el Liceu. Su rueda de prensa fue ayer generosa, acaso por mala conciencia... “Es inaceptable que aún no haya cantado una ópera escenificada en este país, y no es que los teatros no me lo pidieran. No sé por qué he tardado tanto. Supongo que había que cumplir con unas normas: en el mundo hay seis o siete teatros en los que hay que estar para hacer una carrera internacional, el Met, París, Viena, Milán... y no es que los españoles no estén entre ellos, pero sí un poquito por debajo de los top”, dijo.

“Es inaceptable haber tardado tanto en cantar una ópera en España, pero había que estar en los teatros ‘top’”

La producción de Chénier que llega al Gran Teatre procedente del Covent Garden la aceptó porque encajaba en su agenda, “pues la conozco perfectamente y no eran necesarios ensayos... Pero habrá más proyectos de futuro. ¡Cómo no voy a querer cantar aquí, si esta mañana hablaba con mi hermana y me decía que en Alemania estaba nevando!”.

Con tono dulce y amigable, a la vez que preclaro, abordó múltiples cuestiones. Del papel de Chénier, Kaufmann dijo que el reto son las emociones envueltas. “Es de estas óperas que no funcionan simplemente por la belleza: para cantarla bien hay que sentir lo que quiere el compositor. Y a la vez es de las que te obligan calcular hasta dónde puedes dar para no romperte la voz antes de llegar al final. Es lo que tiene el verismo, que hay que estar al 110% en todo momento”, subrayó.

Pero el más deseado y descaradamente versátil de los tenores –“me aburriría si me ciñera a unos pocos papeles”– es un antidivo: “Es una opción personal emborracharse de éxito, pero llegará un día en que te arrepientas de cómo has tratado a la gente. Yo no veo la necesidad de ser desagradable, no me parece estiloso”. En cuanto al secreto de su éxito, no tiene la receta. “Algo habrá tenido que ver que haya evitado encasillarme”. Por cierto, acaba de grabar La canción de la Tierra de Mahler.

La presión que supone estar en la cima y tener que dar la talla es algo que, asegura, no siente. “Sé que está. A veces incluso me siento como un producto cuya etiqueta te garantiza el éxito, pero no es así, yo sólo puedo dar lo mejor de mí mismo. Pero la cuestión –añade– es que hago lo que quiero. Si me prestara a obedecer a mi agente o a mi discográfica, notaría, sí, la presión. No lo hago”.

Y un último apunte: ¿repetiría hoy la fórmula de los Tres Tenores? “No veo la necesidad. Aquello tuvo lugar en una época y sirvió para que mucha gente descubriera la clásica. Pero visto el gran efecto que causó, no me atrevería a ser el que escoge a unos tenores mientras deja a otros de lado. Además, ¿para qué? Por razones de marketing o ganar más dinero desde luego que no lo haría”.
 






 
 
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