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El Mercurio, 1 DE MARZO DE 2014 |
POR JUAN ANTONIO MUÑOZ H. |
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Jonas Kaufmann en “Winterreise”: Sin descanso buscando descanso
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Mientras el tenor alemán triunfa como “Werther” en Nueva York, Sony lanza su emocionada versión para “Viaje de invierno”, un ciclo de 24 canciones donde Schubert accede a las profundidades de la psiquis humana. |
“Winterreise”
(D 911), el ciclo de Franz Schubert (1797-1828) sobre poemas de Wilhelm
Müller, es un drama musical que puede ser leído como la historia de un joven
desesperado por un amor perdido que viaja por un paisaje invernal y también
como el descubrimiento de la desolación de un hombre, expresada en la
descripción del clima, al constatar las realidades últimas. Es, por lo
tanto, un ciclo sobre la muerte, vista como anhelo y descanso. La muerte, en
este caso, sustituye lo perdido; mientras más el joven se aleja de su amor,
más se aleja de su vida. Un verdadero piélago en 24 canciones; un mar
abierto de sentido. Y de soledad.
El tenor Jonas Kaufmann aborda esta
enorme obra desde la emoción y su apuesta renueva cada Lied para nuestro
tiempo y opera como catarsis. Purifica, en cierto sentido. Su voz de tantos
matices, a los que asigna significados abismales, construye un ambiente que
es fundamentalmente meditativo y ensoñado, como si el “momento” en que se
produce fuese aquel que precede a la muerte, en el que se recapitula la vida
entera o lo importante que hubo en ella. Insiste en la soledad y en la
opción por terminar de una vez.
“Gute nacht” (Buenas noches) es el
primer poema y comienza con la palabra “Fremd”, extranjero, porque como tal
llega uno al mundo y al amor. Kaufmann devela desde el inicio el estado de
abatimiento del caminante, al que hará transitar por la pena y la furia,
exponiendo la comprensible debilidad de sus imploraciones, como sucede en
“Die Wetterfahne” (La veleta): Was fragen sie nach meinen Schmerzen? (¿Por
qué se deberían preocupar de mis sufrimientos?).
El piano, en las
milagrosas manos de Helmut Deutsch, dibuja las notas que describen “Gefrorne
Tränen” (Lágrimas heladas) y Jonas Kaufmann recurre a la alquimia en la
pregunta “Dass ich geweinet hab?”(¿Acaso he llorado?) para decirnos que sí
lo ha hecho y que las gotas que salen de sus ojos son tan tibias que se
hielan “como el agua fría del alba” (“wie kühler Morgentau”). Su voz parece
la de un bajo- barítono en “Ei Tränen, meine Tränen” (Oh lágrimas, mis
lágrimas), mientras se hunde en las profundidades —¡cuán grave puede llegar
a cantar!— en “Des ganzes Winters Eis!” (Todo el hielo del invierno). El uso
de appoggiatura en las palabras “Tränen” (lágrimas), “Eise” (hielo) y
“Brust” (pecho) subraya la turbación intensa del hablante.
Se
confunden amor con rabia en “Erstarrung” (Entumecimiento), y el viaje
propuesto pasa por las estaciones molestia-rabia-pena-ansia. Reina el dolor
y Kaufmann permite entender que el joven viajero prefiere cantar ese dolor
porque si calla su sufrimiento, ¿quién le hablará de ella? Es una manera de
atrapar para sí, de poseer, algo que no existe salvo en los deseos de su
mente.
Schubert
adopta a Monteverdi en este ciclo; sus canciones son el reflejo romántico
del stile rappresentativo. “Der Lindenbaum” (El tilo) puede ser la mejor
expresión de esto, tanto porque triunfa el estilo declamatorio como porque
domina un tono de remembranza. Es el piano de Helmut Deutsch el que murmura
melancolía mientras Kaufmann comenta “Du fändest Ruhe dort” (Allí
encontrarás la paz) y plantea con su voz si acaso es posible hallar
felicidad reviviendo el pasado. La respuesta es “No”.
“Wasserflut”
(Torrente) regala el contraste entre la línea vocal fluida y el piano
inquieto. Notable, Helmut Deutsch. Hay preciosas líneas ascendentes, hechas
para el lirismo del tenor, quien encuentra un nuevo clímax en la palabra
“Weh” (aflicción). En “Auf dem Flusse” (En el río) recrimina al río
“salvaje” (wilder) que se ha vuelto tranquilo y confunde cuando pregunta
“Mein Herz, in diesem Bache /Erkennst du nun dein Bild?” (Corazón, ¿no
reconoces tu imagen en este arroyo?). “Rückblick” (Mirada atrás) trae la
pugna entre la alondra y el ruiseñor —esa que atormentó alguna vez a Romeo y
Julieta—, y aquí la alegrías e identifica con irrealidad. Helmut Deutsch,
desde el piano, dice que el sueño no va a suceder; es un “Irrlicht” (Fuego
fatuo), título de la canción siguiente, que informa que “Toda corriente
encuentra su mar, / También cada pena su tumba” (Jeder Strom wird’s Meer
gewinnen, / Jedes Leiden auch sein Grab”.
Hay cansancio en “Rast”
(Descanso), donde el piano otra vez ruega por una esperanza, para llegar a
“Frühlingstraum” (Sueño de primavera), con Kaufmann en medio de una
meditación ensoñada donde suspira “Ich äumte von Lieb um Liebe” (Soñé con el
amor por el amor) justo antes de que “Einsamkeit” (Soledad) lo lleve a tomar
conciencia del vacío. “Die Post” (El Correo), con esa implacable barra de
silencio después de la primera estrofa, confirma otra vez la ausencia, clave
para ir sobre “Der greise Kopf” (La cabeza gris), donde se explicita el
deseo de muerte: Wie weit noch bis zur Bahre! (¡Cuánto aún hasta el ataúd!).
“Die Krähe” ( El cuervo) representa el mal auspicio y trae a la muerte
mezclada con la obsesión del joven con la fidelidad, y “Letzte Hoffnung”
(Última esperanza) invierte el sentido porque sabemos que no hay nada que
esperar; por eso las hojas flotan cayendo y por eso la voz sube por el
pentagrama para, de inmediato, descender una octava. En “Im Dorfe” (En el
pueblo), los perros que ladran son las fuerzas antagónicas que asaltan en la
vida, y “Der stürmische Morgen” (La mañana tormentosa) es el clima perfecto
para los sentimientos del joven, cuyo corazón está rasgado por el
“Täuschung” (Engaño).
Es “Der Wegweiser” (El indicador) la canción
que plantea los por qué sin respuesta, expresando algo que parece provenir
de la propia alma de Jonas Kaufmann, retratado de cuerpo entero en la frase
“Ohne Ruh und suche Ruh” (Sin descanso buscando descanso). El tenor mismo,
como el joven caminante, escoge caminos ocultos que otros no toman. Cuando
se asoma a “Das Wirtshaus” (La posada), las señales indican que están todas
las habitaciones ocupadas: la muerte aún no lo quiere. Qué belleza en la voz
cuando dice “Bin matt zum Niedersinken / bin tödlich schwer verletzt” (Estoy
débil como para yacer, herido de muerte). Por eso sigue “Mut!” (Coraje),
repentina —y terminal—alegría unida a un tanto de valentía y fuerza.
¿Decisión de suicidio? Es probable: “Will kein Gott auf Erden sein, / sind
wir selber Götter” (¡Si no hay Dios en la Tierra, / dioses somos nosotros
mismos!”).
Hay que contemplar la hermosura de “Die Nebensonnen” (Los
soles), tal vez para no poder explicar qué significan esos “drei Sonnen”
(tres soles) de los que habla el viajero. El símbolo es aquí un arcano y el
tenor, en estupor postrero, implora por esa “oscuridad donde estaré mucho
mejor” (Im Dunkeln wird mir wohler sein). Es lo que precede al “encuentro”
con “Der Leiermann” (El organillero), donde Kaufmann domina desde la ternura
y confirma la decisión de dejarse llevar: “¿Querrás acompañar con tu lira
mis canciones?” (Willst zu meinen Liedern/deine Leier drehn?”). |
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