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pro Opera, marzo 16, 2023 |
Ingrid Haas |
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Turandot — Puccini |
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Una
nueva grabación de Turandot de Puccini es siempre un acontecimiento
importante y, más aún, cuando el elenco está conformado por intérpretes
de la talla de Sondra Radvanovsky en el rol titular, el tenor Jonas
Kaufmann en el papel de Calaf, la soprano albana Ermonela Jaho como Liú,
el bajo Michele Pertusi interpretando a Timur y el tenor Michael Spyres
como el Altoum, entre otros.
La “cereza del pastel” es la
dirección de Sir Antonio Pappano al frente de la Orchestra e Coro
dell’Accademia Nazionale di Santa Cecilia. Para añadirle un atractivo
aún mayor, es la primera grabación con la versión original del final
completo que escribió Franco Alfano para dicha ópera. Recordemos que el
director Arturo Toscanini omitió 104 compases que el compositor había
escrito y la versión que generalmente escuchamos (si se interpreta el
final de Alfano) está recortada.
Es necesario comenzar esta
reseña con la magnífica dirección de Sir Antonio Pappano, quien dirige
por primera vez Turandot en este registro sonoro. Desde los primeros
compases del inicio, la grandiosidad y la riqueza sonora de la orquesta
nos atrapa. Sus tempi son dinámicos, los colores orquestales resaltan lo
exótico de la partitura, ese aire oriental y misterioso, hasta místico
(el coro ‘Perché tarda la luna?’). Es una interpretación fresca,
vibrante y majestuosa en varias escenas, e intimista, delicada y
refinada en otras, sobre todo en relación con las partes de Liù. Es una
lectura que se acerca más a recrear lo que sería una partitura del
Puccini con influencia verista y no aquel influenciado por Wagner,
Debussy o Stravinski.
Pappano sabe mantener la tensión en las
escenas más intensas del primer acto y del tercero, sobre todo en el
dueto extendido de Turandot y Calaf. El concertador hace que el escucha
ponga aún más atención al rol de la orquesta en esta partitura,
reforzando no solo su papel como la creadora de atmósferas sino también
como aquel ente musical que realza, comenta o descubre los sentimientos
de los personajes. La paleta orquestal que Pappano usa hace que varios
temas musicales suenen aún más bellos y que descubramos algunos que en
otras grabaciones no son tan evidentes o notorios.
Para ser la
primera vez dirigiendo Turandot, Pappano muestra una gran sensibilidad y
un conocimiento depurado de cada rincón de la partitura. Es un director
extremadamente teatral, en el buen sentido.
El debut en el rol
de Turandot de Radvanovsky es uno de los más esperados del mundo de la
lírica y la soprano norteamericana no defraudó. Es más, superó con
creces las expectativas de muchos melómanos que consideran este papel
casi incantable o que nadie igualará jamás en él a Birgit Nilsson.
Cierto, Radvanovsky no es Nilsson; su voz no es tan ‘en punta’ como la
de su colega sueca, pero posee el poderío vocal necesario y la
musicalidad para hacer a Turandot algo más que una máquina de
sobreagudos endemoniados. Si los sobreagudos de Nilsson eran rayos láser
penetrantes, los de Radvanovsky son bombas expansivas. Radvanovsky nos
ofrece una voz rica, que se expande en el registro agudo y sobreagudo
sin esfuerzo alguno, con notas bien timbradas y cierta calidez que no es
tan común en el papel de la llamada “princesa de hielo”. La hace más
humana y creíble.
Su ‘In questa reggia’ va contando poco a poco
la historia de su abuela Lou-ling, llevándonos in crescendo a la parte
climática donde canta la frase “quel grido e quella morte”, dejando de
manifiesto la fortaleza de Turandot. Flota las notas al principio y hace
del relato algo más íntimo e introspectivo. Al final del aria, más que
“un grito”, Radvanovsky crea una explosión vocal de mucha intensidad en
la frase mencionada, cerrando el aria y pasando con autoridad a la
escena de los enigmas. Tanto ella como Kaufmann dan, sin problema, los
Do sobreagudos de ‘Gli enigmi sono tre’. Su registro grave resuena con
igual potencia que el medio y el agudo, usando tal vez un poco de pecho
en la escena de los enigmas.
Jonas Kaufmann es un Calaf de voz
madura, abaritonada y cuyos momentos más hermosos son los más líricos,
tales como el aria ‘Non piangere Liù’. Opta por interpretarla de manera
más tierna y ad hoc al momento en el cual debe consolar a Liù y no como
un aria heroica o desconectada de la trama. Es como una respuesta
emocional muy bien hilvanada con la delicada plegaria que Liù le hace a
Caláf en su primera aria, ‘Signore ascolta’. No se siente como dos arias
que siguen una a la otra sino como una respuesta de un personaje al otro
que después se une al fabuloso final del acto I.
Kaufmann
irradia virilidad y, de la misma manera que Radvanovsky, muestra matices
en su personaje haciéndolo más humano. Su entrada en ‘Padre, mio padre’
muestra una voz poderosa y con el centro robusto necesario para cantar
Calaf. El tenor alemán reacciona muy bien a la minuciosa y sutil
dirección de Pappano, respondiendo a la paleta de colores que la
orquesta le brinda para retratar al “principe ignoto”.
La famosa
aria ‘Nessun dorma’ tiene dos versiones en esta edición: la que aparece
en las plataformas digitales con el final del aria como se interpreta en
los conciertos y la versión en el CD físico, donde sí se une con la
entrada de Ping, Pang, Pong, ‘Tu che guardi le stelle’. Kaufmann afronta
el aria con buena línea de canto, matices y agudos firmes. El
tour-de-force para él y para Radvanovsky es el dueto final completo de
la ópera, donde deben echar toda “la carne al asador” vocal, dado el
dramatismo de la música y la densidad orquestal.
La soprano
albanesa Ermonela Jaho es una Liù de ensueño; muestra la delicadeza y la
pureza de corazón del personaje. Su fraseo es exquisito, con pianissimi
sutiles y expresivos, como al final de su aria ‘Signore ascolta’ en el
primer acto. Como siempre, Jaho canta desbordando sentimiento, pero
también con autoridad; tal es el caso en su segunda aria ‘Tu che di gel
sei cinta’ en donde nos muestra la fortaleza de espíritu de su Liù. Su
delicado timbre contrasta muy bien con la imponente voz de Radvanovsky.
Jaho es una maestra en el arte de la emotividad y su escena de la muerte
de Liù es desgarradora. Sus filati son bellísimos y culmina el aria con
un grito estremecedor en “per non vederlo piú”.
Es un verdadero
lujo el tener al bajo Michele Pertusi como Timur, padre de Calaf, al
igual que al tenor Michael Spyres actuando más que cantando el rol del
Altoum, padre de Turandot. El primero da una interpretación de gran
nobleza del personaje de Timur, y el segundo aprovecha su versatilidad
vocal para retratar al viejo emperador chino. Spyres imita la voz
cascada y débil que generalmente escuchamos de los tenores de edad que
interpretan este papel.
Tres roles muy importantes en la trama y
que tienen música muy bella que cantan son los ministros Ping, Pang y
Pong. En esta versión los interpretan el barítono Mattia Olivieri, el
tenor Gregory Bonfatti y el tenor Siyabonga Maqungo, respectivamente. El
inicio del segundo acto es muy lucidor para estos personajes y, desde su
entrada en el primer acto, armonizan sus voces bellamente. Saben mostrar
muy bien el lado cómico de estos roles y también resaltan el lado un
poco cruel e irreverente de los mismos. Destaca mucho su gran escena ‘Ho
una casa nell’Honan’ donde cada uno describe la nostalgia que siente por
su pueblo natal (Honan,Tsiang, Kiú).
El dueto final que
escuchamos en esta versión que, coloquialmente se conoce como Alfano I
(por ser la primera versión que el compositor escribió para terminar la
obra de Puccini), incluye un poco más de música para el personaje de
Turandot, toma ciertas licencias en cuanto a la trama e incluye motivos
musicales más propios de Alfano que de Puccini. En el final que
conocemos, llamado Alfano II, el compositor utilizó material basado en
los bosquejos musicales que Puccini había dejado. Inicia con el conocido
‘Principesa di morte!’; al llegar a la parte “Più grande vitoria non
voler”, escuchamos la versión original de Alfano de esta escena, muy
distinta a la que conocemos. Para el tenor es menos tirante esta parte,
sobre todo en “Non ne ho più! Sei mia!” que, en esta primera versión es
más lírica y tierna y menos
También el coro que abre la escena
final es diferente para luego pasar al ‘Diecimile anni al nostro
Imperatore’. En el coro ‘O sole! Vita! Eternitá!’ las voces de Turandot
y Calaf se oyen sobre el coro cantando algunas frases bastante agudas,
lo cual no sucede ya en la versión recortada más conocida donde ellos no
participan. Una verdadera rareza digna de ser escuchada, sobre todo con
las potentes voces de Radvanovsky y Kaufmann y la dirección magistral de
Antonio Pappano. Una versión altamente recomendable por su valor musical
y el atractivo de escuchar esta primera versión del final de la ópera.
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