Mundo Clasico, 24 de marzo de 2016
Raúl González Arévalo
 
Un Des Grieux para el siglo XXI
Jonas Kaufmann sigue imparable su carrera discográfica, firmando grabaciones en las que sus intervenciones oscilan entre buenas (Faust, Carmen), muy buenas (Tosca) e imprescindibles (Werther). Su paso de Decca a Sony como casa discográfica en exclusiva ha continuado por la misma senda, y hace unos meses escasos se presentaba a lo grande con un recital consagrado a Puccini [leer reseña] que fue saludado por la crítica como referencia absoluta. Precisamente poco antes había cantado uno de sus nuevos títulos insignia, esta Manon Lescaut, en Covent Garden, dirigido por el director que le tiene por tenor fetiche, Antonio Pappano. El recital aludido contenía como bonus escenas en DVD de la grabación que ahora comento, así como de otro título que será objeto de otra reseña próximamente, La fanciulla del West.

La visión completa de la obra hace que me reafirme en lo que comentaba a propósito del recital: el germano conoce perfectamente el estilo y la tradición que ha dominado el papel desde que en los años 50 y 60 Del Monaco y Corelli impusieran su visión del personaje. Los medios recuerdan a los de sus predecesores en potencia, color y brillantez de agudos. Sin embargo, frente a los fragmentos grabados en estudio, lo matiza mucho más en directo, en la senda más lírica de un Domingo (“Donna non vidi mai”, por ejemplo), sin renunciar a la intensidad de los grandes momentos dramáticos (final del acto III, acto IV). Su carisma escénico hace el resto, componiendo un personaje digno de figurar en cualquier discografía de la obra.

Desafortunadamente no tiene una protagonista a su altura. Kristinie Opolais no tiene ni el carisma escénico ni el atractivo vocal de su compañero. Lo más interesante es el centro, donde el timbre luce bello, pero el grave es hueco, lo que le obliga a abrir el sonido o recurrir alternativamente al registro de pecho, el agudo suena ácido. A pesar de todo, tiene instinto dramático, un uso razonable de la palabra y del fraseo, logrando sacar partido a sus momentos solistas (“In quelle trine morbide”, “Sola, perduta, abbandonata”).

Del resto del reparto, correcto, cabe apuntar que el Lescaut de Maltman es insuficiente, el personaje resulta plano y el canto tiende a quedar tapado por la orquesta en los momentos más comprometidos. Mucho más convincentes el Geronte de Ravoir de Muraro, el Edmondo de Hulett y la cantante de Karyazina, la más interesante de todos.

Antonio Pappano es probablemente el gran director pucciniano de nuestros días. Digno sucesor de la escuela italiana de Chailly, Sinopoli, Muti, dirige con evidente amor una partitura que conoce muy bien, acompañando al reparto, del que saca el mejor rendimiento en función de las posibilidades individuales. La Orquesta del Covent Garden suena magnífica a sus órdenes.

La puesta en escena de Jonathan Kent promete más en la carátula provocadora del DVD de lo que luego ofrece. Una propuesta moderna, pero menos transgresora de lo esperado, con evidentes referencias cinematográficas, que a la postre se podrá pretender personal, pero que no resulta particularmente original. Eso sí, al menos no resulta molesta.

 
 
 
 






 
 
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