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La Razón, 05 de marzo de 2016 |
Gonzalo Alonso |
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Kaufmann pisa fuerte
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Esta
semana estaba prevista la continuación de la discusión sobre
quién ha sido el mejor tenor del mundo, pero se cruzó la
retransmisión en cines del concierto que ofreció Jonas Kaufmann
en la Scala el pasado junio. Bien merece un comentario ya que
deja a las claras no quien ha sido el mejor tenor del mundo sino
quien lo es hoy. Éste es el gran titular del tráiler de
presentación y no miente. El espectáculo cinematográfico empieza
con una larga entrevista con el tenor sobre el fondo de la
primera pieza sinfónica del programa. Sus respuestas son
razonadas, inteligentes, expresadas con simpatía y en un
perfecto inglés. Colocan ya al espectador a su lado. A partir de
ahí, las principales arias de tenor que escribiera Puccini
separadas por fragmentos orquestales, empezando por las
infrecuentes de «Le villi» y «Edgar». Luego «Manon Lescaut»,
«Tosca», «Fanciulla del West» o «Turandot». Faltaron algunas,
como era lógico, así las de «Buterfly» o «Boheme». En todas
ellas mostró su timbre oscuro, varonil, brillante en el agudo,
generosidad en la entrega, un fraseo exquisito, perfecta dicción
italiana y multitud de detalles, de matices. A todo ello se unía
una simpatía escénica que comunica. Lo cierto es que uno tiene
formada su idea de cada aria y cuando llegó el «Adiós a la vida»
hizo lo que hay que hacer, con sus medias voces, los filados sin
exagerar y la rotundidad final. Afirmaba en la entrevista citada
que no solía escuchar grabaciones históricas a la hora de
preparar los nuevos papeles, que prefería trabajar directamente
sobre la partitura y sacar así su visión que a veces coincidía
con aquellas de referencia y otras no. Permítaseme dudar de la
total exactitud de la afirmación, ya que él mismo me pasó su
iphone para que escuchase su grabación favorita del «Viaje de
invierno» que acababa de grabar, la de Lotte Lehmann.
El
exigente público de la Scala se entregó desde el primer momento
a un tenor alemán que les cantaba a su Puccini y no era para
menos. Incluso en la lejanía de un diferido en las salas
madrileñas, llenas a rebosar, surgieron aplausos. Vinieron luego
media docena de propinas, incluidas un par de sorprendentes
napolitanas como «Non ti scordar di me» y una repetición del
«Nessun dorma», tras desprenderse de la pajarita, con un error
que le unió más a la sala y que, piensa mal y acertarás, yo
pienso cometido ex profeso para concluir el espectáculo de la
forma más «amigable».
Kaufmann no es el mejor tenor de la
historia, pero sí del presente. ¿Acaso hay algún otro de
presentar un espectáculo similar? ¿De cantar galas de lied
alemán, inglés y francés? ¿Alguna vez, por ejemplo, Plácido
Domingo, en sus cincuenta años de carrera, se ha atrevido con
ambas cosas? Y, conste, no quiero afirmar con ello que el alemán
sea mejor que el español, porque uno camina de recogida mientras
el otro aún siembra y habrá que esperar un par de décadas para
valorar mejor a ambos.
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