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Proopera, Septiembre/Octrubre 2014 |
Por Ingrid Haas |
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Don Carlo (Verdi)
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En
2013, durante las celebraciones del bicentenario del nacimiento de
Giuseppe Verdi, el Festival de Salzburgo programó la representación de
su Don Carlo en la versión en italiano, en cinco actos, con un elenco de
ensueño: el tenor Jonas Kaufmann en el rol titular; la soprano Anja
Harteros como Elisabetta di Valois; Ekaterina Semenchuk encarnó a la
Princesa Eboli; Thomas Hampson a Rodrigo, Marqués de Posa; el bajo
Matti Salminen como Felipe II; Eric Halfvarson cantó el Gran Inquisidor;
y Robert Lloyd fue el Fraile (Carlos V). Todos ellos bajo la batuta de
Antonio Pappano al frente de la Wiener Philharmoniker. La producción fue
tradicional y estuvo a cargo de Peter Stein.
Después de varios
videos de este título podemos decir que éste es, sin lugar a dudas, uno
de los elencos más fuertes que se han grabado recientemente de esta
ópera, sobre todo en los roles de Elisabetta y Carlo. Harteros y
Kaufmann han cantado juntos estos dos papeles tanto en Múnich como en
Londres y es de esperarse que la compenetración que tienen con esta
música y entre ellos hace que sus actuaciones sean casi perfectas. Hay
un conocimiento el uno del otro que se refleja en la interacción entre
ambos en los tres duetos que tienen durante la ópera: ‘Di tal amor’, ‘Io
vengo a domandar...’ y ‘Ma lassù ci vedremo...’. Kaufmann encarna a un
Carlo atormentado y melancólico, cuyo único momento de alegría lo vemos
en el primera acto durante su aria ‘Io la vidi’ y en su dueto con
Elisabetta. La voz oscura del tenor alemán se funde bellamente con el
timbre más delgado, pero no por ello menos cálido y poderoso, de
Harteros, quien personifica a una Elisabetta tímida y temerosa pero
enamorada.
La reacción de ambos al saber que ella se casará con
Felipe II es devastadora. Harteros es capaz de proyectar su voz sin
esfuerzo alguno en los momentos de gran dramatismo como en su aria ‘Tu
che le vanità’ o puede hacer piani y filati de enorme belleza, tales
como en su primera aria ‘Non pianger, mia compagna’. Kaufmann, por su
parte, canta con pasión y matizando en momentos claves de la partitura,
para que no sea un rol plano y patético, como muchos lo han actuado
antes. El tenor alemán le da un enfoque casi parecido al atormentado
Werther, mostrando las diferentes dimensiones del rol de Carlo: su amor
por Elisabetta, la fuerte amistad con Rodrigo y el temor hacia Felipe
II, su padre.
La tercera estrella de este video es la
mezzosoprano Semenchuk, quien encarna a una Princesa Eboli de buena
presencia, carisma y seductora a la vez de dominante. Su voz es bella y
sortea sin problemas las coloraturas de la “Canción del Velo”, así como
el dramatismo de su aria ‘O don fatale’. El barítono Hampson canta muy
bien el rol de Rodrigo, pero su voz no es precisamente lo que
calificaríamos como “verdiana”. El timbre es delgado y poco cálido pero
posee la técnica vocal y el histrionismo para hacer una interpretación
buena del rol más noble de esta ópera. Su dueto con Kaufmann, ‘Dio che
nel alma infondere’, y su aria ‘O Carlo, ascolta’ son los mejores
momentos de este barítono norteamericano.
De los tres bajos que
participan en esta ópera, quien se encuentra en mejor forma vocal es
Halfvarson, quien canta un temible Gran Inquisidor. Lloyd es un lujo
como el Fraile (Carlos V) y Salminen, aunque todavía hay destellos de
aquella poderosa y cavernosa voz de bajo que lo distinguiera tanto en
roles wagnerianos, se escucha cansado como Felipe II.
La
dirección de Pappano es maravillosa, y al frente de las fuerzas
orquestales de la Wiener Philharmoniker hace que esta partitura suene en
todo su esplendor, con tempi adecuados y sin tapar nunca a los
cantantes. Pappano es un gran conocedor del estilo verdiano y sabe pulir
y embellecer el tejido orquestal que Verdi creó de manera tan magistral
para este Don Carlo.
Stein dirigió la historia de manera lineal y
hasta da la impresión que el movimiento escénico de los cantantes
corresponde más al instinto histriónico de cada uno, más que a una idea
específica de Stein. Hay pocos elementos en escena, lo cual hace que el
foro del Grosses Festspielhaus de Salzburgo se vea casi vacío, salvo por
un tronco en el primer acto, una especie de piscina-fuente en el
segundo, etcétera. El vestuario es hermoso, apegado a la época pero no
muy recargado.
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