Mundoclasico, 01/04/2015
Raúl González Arévalo
 
Carmen, encore!
Decca sigue explotando el poder de convocatoria de Carmen y de Kaufmann. Así, seis años después de haber publicado la que probablemente sea la mejor grabación audiovisual de la ópera con Antonacci y el germano a la cabeza dirigidos por Pappano desde Covent Garden, ofrece una nueva alternativa cuyo principal motivo y reclamo probablemente sea el Don José de nuestros días. El tenor exhibe un timbre broncíneo, de indudable atractivo, que sabe modular y matizar con medias voces hasta extremos al alcance de muy pocos. Para ejemplo el “aria de la flor”, cuyo remate corona en un dulce pianissimo, como estaba previsto por Bizet, más difícil y menos efectista que atacar el agudo en forte y alargarlo. Además, el actor tiene unos recursos y una capacidad realmente notables, con un final tremendo. Responde plenamente a las expectativas, aunque la óptica sea muy similar la del coliseo inglés.

Ahora bien, ¿qué hay aparte de Kaufmann que merezca la pena? Lo primero que necesita Carmen es una verdadera protagonista. Vesselina Kasarova lo es, aunque frente a una Antonacci o una Garanča no sea del todo satisfactoria. La italiana y la letona han plasmado funciones en el ápice de sus carreras, en plena madurez vocal y artística. La búlgara estaba ya en fase descendente. La voz, bella, nunca ha sonado homogénea en los registros, fracturada entre un grave gutural y unos agudos aquí duros. Lo que salva esta Carmen es la variedad magnífica de acentos y de colores, el gusto exquisito que la aleja del topicazo fácil y el temperamento de su protagonista, que tiene para dar y regalar. Lejos de la femme fatale y ayudada por la caracterización, esta Carmen es una mujer muy femenina, más libre que nunca. En consecuencia, una gitana perfectamente válida, un tanto deslucida por las limitaciones vocales, pero de una riqueza actoral y expresiva prominentes. A su lado Isabel Rey ofrece el justo contrapunto con una Micäela bien cantada, sólida, que procura alejar de la aburrida e inerte teatralmente niña buena que no ha roto un plato.

No obstante, es Michele Pertusi quien consigue reivindicarse como uno de los mejores intérpretes de toda la discografía en su papel, con un Escamillo perfectamente a la altura de un José van Dam. Afronta la complicada tesitura con desenvoltura y seguridad, con agudos firmes y un registro central rico, a la vez que sabe plasmar el espíritu galante del torero con elegancia. Los demás papeles están entre correctos (Mercedes, Frasquita) y bien (Zúñiga), destacando la intervención de un entonces desconocido Javier Camarena (Remendado), hoy en la cresta de la ola.

En consecuencia, los aspectos más flojos proceden de la dirección musical y de la producción escénica. Franz Welser-Möst estuvo en Zurich antes de pasar a Viena, y ya apuntaba maneras, con una dirección aburridísima, lenta, pesada, sin claroscuros, incapaz de insuflar drama, variedad y ritmo a pesar del talento de la pareja protagonista. Se sigue la “edición revisada” de Michael Rot, con diálogos y apertura de cortes habituales. La producción es de una austeridad espartana: un sencillo disco central sobre el que se alternan elementos escénicos por toda escenografía, sin referencias tópicas folclóricas (los militares son carabinieri italianos, aunque haya un cartel de “Policía”), y algunas propuestas resultan incomprensibles, como la sombrilla playera bajo la que don José merienda. Imposible identificar la taberna de Lillas Pastia. Difícil situar esta visión de Carmen, en definitiva.






 
 
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