El éxito (que se materializó claramente en los cinco bises) fue apoteósico y
quedará plasmado en un dvd dirigido por el notable Brian Large, de modo que
si quieren ustedes podrán hacerse una idea más que adecuada sin necesidad de
esta reseña (incluso ya corre, creo, casi todo por youtube como suele
suceder últimamente en casi todos los casos). La presencia de público era
notable aunque no hubo el ansiado ‘localidades agotadas’ pese al brusco
cambio de precios (habría que tener en cuenta la situación económica actual,
por más turistas y Expo que haya en Milán), con una gran proporción de
extranjeros.
No es por hacerme el exquisito o el profesor pedante,
pero tengo que repetir algunas cosas que ya escribí con motivo de un recital
anterior, en Peralada, de resultado sin duda más irregular que el presente.
Pero empecemos por el principio. Y cito:
“El primer problema fue la
confección del programa que dio más protagonismo a la orquesta y, ay, a su
director, que es de lo más aburrido que uno pueda oír y ver (su mano derecha
sólo describe círculos de diversa extensión con la batuta)”. Es cierto que
ha grabado el disco del que ahora empiezan las giras de promoción (me parece
que no le hace falta) también con él, con quien tiene un entendimiento
particular, y que la orquesta de la Scala es magnífica y por el lado técnico
no hubo nada que reprochar y mucho que disfrutar. Por el de la
interpretación, aparte de que no sé si se hace un favor a Puccini incluyendo
un preludio sinfónico que pertenece a un claro período de formación frente
al cual, por ejemplo, las páginas más banales y desafortunadas de Verdi
parecen obras interesantísimas, pero en páginas más interesantes y menos
frecuentadas como el preludio y la ‘tregenda’ de Le Villi ya hubo tiempo de
aburrirse, y no porque no se recurriera a los decibelios, y lo mismo y más
se diga del preludio del acto tercero de la poco feliz Edgar (no pudo el
autor, con sus diversas versiones, darle nunca real vida). De los otros
largos extractos sinfónicos el único que se suele oír en concierto es el
maravilloso interludio de Manon Lescaut, aquí pesadísimo. Peor fue con el de
Madama Butterfly (la dichosa imitación de los pajarillos rozó el ridículo) y
algo mejor con el preludio del acto tercero de Tosca: ninguno de los dos los
había nunca oído (que no escuchado) en concierto, pero menos acertado aún
pareció incluir el de Suor Angelica porque, más que los dos anteriores, está
mucho más conectado con el antes y el después dramático.
Frente a
semejante artillería en el programa hubo un total de siete arias (y se sabe
que Puccini era conciso, de modo que si reloj en mano nos ponemos a medir,
es más el tiempo perdido que el ganado). Nada que decir a la muy eficaz de
Le Villi, ‘Ecco la casa’, cantada en gran forma por el tenor (que parece más
delgado que últimamente); en cuanto a la brevísima (menos mal) de Edgar
(cuyo inicio lo dice todo: ‘Orgia, chimera dall’occhio vitreo’, y sigue en
ese estilo -después se critica a libreto y libretista de Il Trovatore …-),
estuvo todo lo bien que se puede porque es difícil innecesariamente aunque
allí aparecieron hacia el final dos de esas medias voces que muchas veces se
le reprochan a Kaufmann, sonidos blancos y fijos (una comparación
interesante puede hacerse con la versión live, también en concierto, de
Carlo Bergonzi en el Carnegie Hall, de 1977).
Cantó luego lo más
interesante y mejor de la primera parte, las dos arias de Manon Lescaut,
papel difícil y que parece irle como un guante aunque en un concierto, la
más impactante, el final del tercer acto ‘No, pazzo son’, pierde parte de la
carga dramática que Puccini sabía insuflarle (desde este punto de vista,
‘Donna non vidi mai’, del primero, resulta mucho más adecuada para este tipo
de recital).
En la segunda parte tuvimos un excelente ‘E lucevan le
stelle’, donde los ‘baci’ y las ‘carezze’ fueron magníficamente ‘dolci’ y
‘languide’, aunque las frases siguientes lo fueron también aunque por suerte
dejaron de serlo hacia el final. Luego tuvimos un ‘Or son sei mesi’ de La
fanciulla del West, sobresaliente por intención y articulación (aunque al
breve fragmento le sucede, sobre todo por su final, lo mismo que he señalado
para el del tercer acto de Manon Lescaut). Y el concierto terminó con el
esperado ‘Vincerò’ del ‘Nessun dorma’ de Turandot (por cierto, cantó todo
bien, no sólo el agudo final).
En los
bises se escuchó una muy buena versión de ‘Recondita armonia’ de Tosca (sin
ningún engolamiento o pianísimo ‘sospechoso’), una magnífica de otro de sus
grandes papeles, el de Fanciulla, la mucho más adecuada para un recital
‘Ch’ella mi creda libero e lontano’, repitió el ‘Nessun dorma’ con un
vistoso error de texto que el público festejó con risas y aplausos (habría
que ver que habría sucedido si el cantante fuera otro…), y luego agregó lo
que me pareció el momento más sobresaliente de la velada, por lo raro del
fragmento y su óptima versión (y todas las medias voces estupendamente
realizadas), ‘Ombra di nube’ de la Cecilia de Refice (con lo que quebró por
primera vez su ‘monográfico’ pucciniano), seguido por último de la
celebérrima Non ti scordar di me de De Curtis, que cantó muy bien pero sin
recitativo y sin rivalizar con otras interpretaciones antológicas (pero
superando de lejos algunas últimas francamente mediocres).
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