Pro ópera, septiembre-octubre 2015
por Suzanne Daumann
 
Puccini: Manon Lescaut, München, July 28, 2015
 
Manon Lescaut en Múnich
 

Julio 28. ¿Hasta dónde le es permitido a un director de escena interpretar la obra de un compositor y un libretista? ¿En realidad tiene el derecho
de hacerlo? ¿Por qué los espectadores de hoy tenemos que tomar en cuenta los puntos de vista de estos “especialistas”, en vez de ver y escuchar las óperas tal como las crearon sus autores?

¿Por qué el público de la Manon Lescaut de Puccini presentada en el festival operístico de la Ópera de Múnich tiene que leer en el supertitulaje los comentarios personales de Hans Neuenfels, que en cierto momento reemplazan inclusive los textos de los libretistas? ¿Por qué tenemos que ver al coro vestido en ropajes grotescos, como cubretodos grises con enormes caderas y nalgas? ¿Y por qué, en el nombre del Abbé Prévost, estos figurantes ejecutan movimientos dancísticos en directa oposición a lo que la música nos indica?

El resultado del “trabajo” de este regista fue una contradicción, caricatura y distorsión de las ideas de Puccini. La escenografía de Stefan Mayer, simple, y el vestuario de Andrea Schmidt-Futterer, también simple, ubican la historia de manera atemporal, sin tomar en cuenta el hecho de que la tragedia de Manon sólo es posible en su contexto histórico. Quien no conozca la trama de esta ópera no entenderá esta puesta en escena. Aquí no hay posada,
prisión, embarcadero... ¿Cómo entender, entonces, el arresto, la deportación y los porqués de estas acciones?

Por fortuna, la representación a la que acudí fue una delicia en lo musical. Alain Altinoglu concertó a la excelente orquesta de la ópera bávara con un gran sentido de detalle e increíble impulso, con sensibilidad y fuerza restringida. Todo lo que entendemos cuando pensamos en Puccini estuvo presente: fuerza dramática, detalles íntimos, dolor, lujuria y humor.

El elenco también fue excelente: el barítono Markus Eiche, con una voz de terciopelo negro, interpretó a Lescaut con la energía impulsiva de su personaje; el bajo Roland Bracht compuso un Geronte entre la dignidad y la perfidia. El notable tenor, Ulrich Reß, fue el maestro de baile, y otro tenor,
Dean Power, estuvo sobresaliente como Edmondo.

Kristine Opolais fue Manon. Su voz, amplia, generosa y dulcew, combinó perfectamente con la de su Des Grieux, Jonas Kaufmann, en estado de gracia. El sonido oscuro de su voz de tenor, que antes era un poco engolada y artificial, ahora suena fácil y sin esfuerzo en el registro agudo. Los dos habitaron la piel de sus personajes, dejándose llevar por la música. La escena final, representada sobre un escenario desnudo, fue de una rara y cruda intensidad.

El aplauso fue atronador. Fue de agradecer la generosidad de estos cantantes ya que, a pesar de la puesta en escena, fue una noche memorable de ópera.







 






 
 
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