Tras su presentación hace unos meses en el Carnegie Hall y la salida del CD
con «El viaje de invierno», tocaba su promoción por todas las capitales
europeas. Recorrerá Ginebra, Berlín, Graz, Londres, París, Praga y Moscú,
para terminar en La Scala de Milán el día 14. En Barcelona ha tenido lugar
la primera cita. Como dato curioso, pero importante, hay que anotar que
Jonas Kaufmann actuó a resultas de taquilla. El Liceo –2.200 localidades–
estaba lleno hasta la bandera con las entradas de patio a 75 euros y las
sillas añadidas a última hora en el propio escenario a 105. De esta forma ha
logrado el tenor unos ingresos que jamás le hubieran podido pagar como
caché. De hecho, es de suponer que el propio Liceo nunca pensó que podría
producirse tal lleno. Buena parte del público acudió por el reclamo del
nombre con más gancho de la actualidad, sin saber qué es lo que realmente
iba a escuchar y así se desprendía de algunos comentarios en la puerta: «Con
tíos así de buenorros me voy a aficionar a la ópera», «espero que cante
''Celeste Aida'' como propina», etc.
Y la cosa iba bien distinta,
nada menos que el ciclo más emotivo y solitario que jamás se haya escrito.
Venticuatro piezas breves en el caminar, en pleno invierno, de un
desengañado de la vida a quien ya ni los sueños pueden calmar en su dolor.
Tan sólo, quizá, ese organillero que se encuentra al final, para unos una
esperanza, para otros la propia muerte, sin que ni letra ni música ofrezcan
una respuesta. En los últimos años he escuchado bastantes «Winterreise» en
el Teatro de la Zarzuela; me vienen a la memoria desde el maravilloso de
Hampson de 2004 a los frustrantes de Schäffer y Henschel de 2006 y 2003,
pasando por los de Goerne o Quasthoff y, algo más lejano, pero imborrable en
el recuerdo, el de Fischer Dieskau con Brendel en Salzburgo. Hay muchas
formas de aproximarse a este doloroso canto de soledad y muerte. La voz
ideal para él es aquella para la que fue escrito, la de barítono, incluso la
de bajo, constituyendo Hotter y el citado Fischer Dieskau referencias
históricas. Gracias al propio Kaufmann, que me la hizo escuchar tras el
recital en su iPhone, acabo de descubrir la de Lotte Lehmann. Así es como
él, con su voz de tenor de timbre oscuro, la siente. Lectura muy intimista,
que habrá desconcertado en el inicio a quienes acudieron a escuchar un
despliegue vocal, con algunas frases musitadas más que cantadas, sin que
ello quiera decir que en momentos como «En el río» no mostrase todo su
poderoso caudal vocal. Preciosa «La Corneja», conmovedor «El tilo»,
amenazador «Sueño de primavera», modélico «El indicador del camino», potente
el «Ánimo»... En fin, desolador pero con un punto esperanzador.
«¿Quieres acompañar mis canciones con tu zampoña?». El público quedó
boquiabierto, entusiasmado. Las modulaciones de mayor a menor en la
partitura, las gradaciones dinámicas, el color en cada palabra emitida por
un Kaufmann entregado a la historia sin perder el control racional y el
cuidadísimo acompañamiento de Helmut Deutsch hacen de este ciclo, que puede
disfrutarse en CD, uno de los grandes. Y ello a pesar de ser interpretado
por un tenor. Como en el caso de anteayer con el Boccanegra de Domingo en
Valencia, sólo es posible cuando se trata de artistas de verdad. ¡Qué placer
escuchar a estos dos grandes en días sucesivos!
|