Para muchos ofrecer recitales de «Lied» en la inmensa sala del Liceu es un
despropósito: un género tan intimista como el de la canción, efectivamente,
requiere de la adecuada proximidad entre intérpretes y público. Pero una
velada como la ofrecida en el Gran Teatre el viernes por el tenor de moda,
Jonas Kaufmann, junto al eximio Helmut Deutsch, lleva a replantearse esas
críticas: al final la ovación fue tan grande, incluida la de los pisos
superiores, que todo quedó más que justificado.
Con las entradas
agotadas hace semanas, incluyendo las localidades extras que se
distribuyeron por el escenario, Kaufmann comenzó en Barcelona la gira de
promoción de su reciente disco, una excusa para reunir en La Rambla a
seguidores del cantante venidos de toda Europa. Y no defraudó en absoluto al
transformar en oro puro los 24 «Lieder» que conforman el «Winterreise» («El
viaje de invierno»), de Franz Schubert, moldeando cada canción a su entero
antojo, a su medida, a su gloria y a su inmenso talento.
Distante, no
miró casi nunca al público; la primera mirada, aunque furtiva, no llegó
hasta «Erstarrung»: la suya es una interpretación tan teatral como íntima,
marca de la casa. «Wasserflut» fue una de las más sentidas, la única
interpretada con la mano en el pecho; casi ni se movió de su sitio,
enganchado al piano, aplicando su fraseo sublime y su canto sentido a cada
estrofa, a cada palabra, deshojando las poesías de Wilhelm Müller y
dotándolas de modernidad gracias a los sentimientos. ¿Demasiado acento
operístico? Nunca.
La suya es la expresión de la mesura, incluso en
las canciones más extrovertidas como «Die Post», en la cual lo dio todo.
Cómplice hasta en los detalles más mínimos con Helmunt Deutsch, ambos
regalaron una noche inolvidable con arte del mejor, loando a Schubert y a
una absoluta obra maestra; el pianista es toda una autoridad en el género,
aportando sentimiento, virtuosismo y poesía en su bendita digitación. Este
es el segundo ciclo del compositor alemán que Kaufmann canta en Barcelona:
el primero fue «Die schönešMüllerin», en la Schubertíada, cuando no había
alcanzado el estrellato. Lo mejor: que ya falta menos para verlo este verano
en el Festival de Peralada.
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