El Economista, 16 Marzo 2014
Ricardo Pacheco Colín
 
Massenet: Werther, Metropolitan Opera, 15. März 2014 (Kino)
 
Electrizante puesta en escena
 

“Cuando un hombre no se encuentra a sí mismo, no es capaz de encontrar nada”, es una de las frases que definen esta ópera de la más pura raigambre romántica, al mostrar la insatisfacción con la vida que sufre el personaje principal de la ópera de Jules Massenet, Werther. Una puesta electrizante, plena de equilibrio en sus partes componentes, de excelente canto, delicado gusto en la escenografía y una espléndida línea melódica, elegante y de fino tratamiento orquestal.

En la función del sábado 15 de marzo, desde el Met de Nueva York, la materia que traían entre manos Richard Eyre en la producción y Alain Altinoglu, director orquestal, en esta primera nueva producción del Met de esta ópera, luego de más de 40 años, era una riquísima obra, de personajes notables, magistral con tratamiento literario, situaciones complejas de una anécdota traída del siglo XVIII que todavía estremece a los espectadores: el suicido por amor del joven poeta Werther.

Disfrutamos de esta obra en la transmisión al Auditorio Nacional desde el Met de Nueva York.

TRAMA ROMÁNTICA Y DESVENTURADA

Esta historia está basada en el conocido libro de Goethe titulado Las desventuras del joven Werther. Novela que en su tiempo estremeció a la sociedad por su trama romántica que exaltaba en primerísimo lugar la libertad, luego el individualismo, el idealismo, el nacionalismo, la sensibilidad hacia el arte y la naturaleza, y claro, en el campo político enarbolaba la democracia; valores puestos en boga por la naciente burguesía alemana.

Pero la sociedad de su tiempo se estremeció con el libro de Goethe no sólo por sus valores, por su trama impactante, sino por sus antivalores, donde el suicido era una opción extrema de la libertad. Por eso, la Iglesia prohibió la novela, porque desató en Europa una ola de suicidios.

Con estos antecedentes, Massenet (1842-1912) compuso esta obra que estrenó en Viena en 1892, con libreto en francés de Édouard Blau, Paul Milliet y Georges Hartman, quienes se basaron en la novela de Goethe.

CAMBIOS DRAMÁTICOS

Para la puesta en escena del Met de esta temporada Richard Eyre se permitió cambiar algunas cosas. Para empezar transformó el principio de la obra –que suele comenzar con el ensayo de villancicos navideños en pleno julio-, la que ahora se inicia con la muerte de la madre de Charlotte y que acompaña con actuación e imágenes la obertura operística.

También fue cambiado el final: aunque el Werther de Massenet es el reflejo exacto del héroe romántico plasmado en el texto de Goethe, el compositor francés cambió el final tal vez para hacerlo más dramático, más llamativo, por eso hace que Charlotte vaya a la habitación de Werther cuando éste agoniza; lo consuela y le declare su amor.

Para mi gusto el final de Goethe es mejor: un final sin Charlotte, auxiliado por su enemigo en amores, Albert, y siendo llevado a enterrar solamente por unos jornaleros del campo, lejos de las sepulturas cristianas, como correspondía en ese tiempo a un suicida.

Pero si Massenet cambió el final de Goethe, el productor Richard Eyre se atrevió a hacer otro cambio en el acto final que no ganó en profundidad dramática, pero sí en espectacularidad. Cuando Charlotte acude a la habitación de Werther, a quien encuentra agonizante (en la novela de Goethe el joven se pega un balazo en la cabeza y aquí se lo da en el pecho), las ropas bañadas en sangre, la pared con sangre, ella misma se llena de sangre. Y deja para la imaginación del espectador si Charlotte se suicidará o no, sobre todo porque la escena cierra cuando la mujer toma en sus manos una pistola.

EL ELENCO...TAMBIÉN INSUPERABLE

El papel de Werther lo desempeñó de una manera admirable el tenor alemán Jonas Kaufmann, de voz oscura, potente, llena de matices, gran legato. Además tuvo una actuación inmejorable, en la que caracterizó estupendamente al joven romántico: atormentado por el amor, disgustado con la vida, libertario.

Aquí lo único que no concuerda es que Kaufmann trae un look tipo joven siglo XXI, que obviamente no es el del siglo XIX.

Una grata sorpresa, pero en verdad grata, fue la aparición de Sophie Koch en el papel de Charlotte. Estupenda mezzosoprano francesa, mujer de imagen seductora, convincente actuación y voz aterciopelada. Inmejorable para el papel de esta joven atrapada en las redes del amor “romántico”, que idealizaba a un mujer culta, apasionada, libertaria.

Otra gran sorpresa de la puesta en escena del Met para esta temporada es la soprano lírica, cubano-estadounidense, Lisette Oropesa. De gran carisma, vivaz desempeño, ágil, de atractiva y rica voz, y gran técnica interpretativa.

Obviamente quien se llevó los aplausos de esta función fue Jonas Kaufmann, siguiéndole muy de cerca Sophie Coch y Lissette Oropesa. Los aplausos y los vivas con público puesto de pie, según atestiguamos desde el Auditorio Nacional, se prolongaron casi por cinco minutos.

Para rematar la función de la noche del sábado hay que agregar la estupenda música de Massenet, la atinada escenografía y vestuario de Rob Howell. En fin, qué más se puede pedir.




 






 
 
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