La Vanguardia, 5 Agosto 2014
ROGER ALIER
 
Konzert, Peralada, 3. August 2014
 
El recital del añoa
 

Durante todo el Festival de Peralada se aguardaba con expectación la llegada del divo tenor del mundo de la ópera: Jonas Kaufmann, quien ya actuó hace dos años y causó un impacto inmenso, por la calidad de su voz y su presencia física que, combinadas, causan un verdadero furor justificado por su indudable capacidad interpretativa. Como ya notamos la vez anterior, Kaufmann es bueno en todos los repertorios, pero mientras en el canto italiano, que practica muy a menudo -acaba de cantar una Forza del destino en Munich (donde se saltó una función)-, sus intervenciones dejan resquicios mejorables (algunos detalles en la emisión, una cierta melifluosidad discutible), en el repertorio wagneriano, que también frecuenta por fortuna, es realmente un intérprete único, por la hermosura de su voz (requisito no siempre propio de todos los cantantes wagnerianos) y por la intensidad de su canto.

En el recital fue acompañado por la Orquestra de Cadaqués, dirigida por Jochen Rieder, que fue alternando obras curiosas (obertura de Le Cid de Massenet. un episodio del ballet que Verdi escribió para el estreno de Il trovatore en París, y la inevitable obertura de La forza del destino), y la formación respondió con gusto (y algunas veces con fuerza excesiva en el acompañamiento del tenor).

Kaufmann empezó de golpe con el aria "lo la vidi" del Don Carlo verdiano y cantó también la bellísima aria de Manrico "Ah si, ben mio" (sin la famosa cabaletta "Di quella pira!"), y acabó esta parte con una memorable aria de La forza "Tu che in seno agli angeli" que levantó las primeras oleadas de entusiasmo entre sus fanes (hubo quien gritaba "bravo" incluso soltando "gallos" de entusiasmo). Cantó también en francés el aria de Le Cid de Massenet con una solvencia considerable (aparte de alguna "erre" fuera de lugar) y regresó en la segunda parte empezando con la escena de Siegmund del primer acto de La Walkiria, una de las cosas más intensas que le hemos oído (la doble invocación "Wälse!" de esta escena tenía ribetes de prodigio). Y después de dos Wesendonck Lieder que no fueron especialmente interesantes cantó la gran escena del segundo acto de Parsifal que rubricó el recital en medio de la locura colectiva, expresada con pies y manos y con el público puesto en pie, dispuesto a no marcharse hasta haber obtenido nada menos que cuatro inmensos bises: de Puccini (Manon Lescaut), de Ciléa (L'Arlesiana) y dos piezas de opereta cantadas con gracia y un indudable dominio del género (de Paganini y de El país de las sonrisas, de Lehár). Costó mucho que el público entendiera por fin que el magno y esperado recital había terminado.










 






 
 
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