La Forza del Destino es una de las óperas más irregulares de Giuseppe Verdi.
En ella hay páginas excelsas, entre las mejores que jamás escribiera, junto
con otras de menor calidad. Entre las primeras hay que destacar los
espléndidos dúos de tenor y barítono, el aria de Leonora y la mejor de todas
ellas para quien esto escribe: La vergine degli angeli, que siempre estaría
entre las composiciones que yo me llevaría a una isla desierta. Entre las
mediocres están las que Verdi compuso para las escenas en las que aparecen
Preziosilla y Melitone. No me atrevo a decir qué haría yo con esta ópera
para así evitar levantar las iras de mis amigos más puristas.
Uno de
los grandes acontecimientos del bicentenario verdiano fue precisamente esta
Forza del Destino en Munich, título con el que la ciudad bávara despidió en
Diciembre las conmemoraciones. La representación, que no ofrecía ninguna
novedad musical ni vocal respecto de su estreno, ha respondido a las altas
expectativas previstas, con un reparto vocal de gran altura, una discreta
dirección musical y una más bien lamentable producción escénica.
Se
trata de una nueva producción de Martin Kusej, cuyo trabajo me ha resultado
auténticamente decepcionante. Más allá de llevar la acción a tiempos
modernos, lo que casa bastante mal con el libreto, no hay nada de interés en
la producción, siendo particularmente pobre la dirección escénica, sobre
todo en las escenas de masas, en las que Kusej no sabe o no quiere mover a
los coralistas. Esto se ha repetido tanto en Hornachuelos como en la escena
petacho del acto de Italia, en la que Kusej no tiene mejor ocurrencia que
ofrecer una exhibición sadomasoquista, aprovechando que no sabía qué hacer
con la mencionada escena, que mejor sería suprimirla para no pasar por el
tormento del Rataplán (¡Vaya, se me escapó!). En otras producciones de
Martin Kusej hay alguna idea central, aunque sea discutible, como ocurre con
Rusalka o Macbeth, pero aquí no encuentro ni siquiera una idea.
Escena La escenografía de Martin Zehetgruber ofrece dos únicos
escenarios. El primero presenta un comedor en el domicilio del Marqués de
Calatrava, donde la familia está cenando en una gran mesa. Prácticamente, el
mismo escenario servirá para la entrada en el Monasterio. En el acto de
Italia nos ofrece una especie de cueva con distintos niveles, que no se sabe
bien para qué sirve, ya que la escena se desarrollan abajo, mientras que en
la última escena pasamos a una especie de campo de cruces, como si Leonora
se hubiera dedicado a plantarlas y regarlas durante su estancia en el
monasterio. Hay un elemento que nunca falta en escena. Me refiero a la mesa,
siempre presente, y que permite algunas exhibiciones gimnásticas a los
cantantes. Por cierto que en la mencionada mesa Leonora y Carlo di Vargas El
vestuario, traído a época moderna, de Heidi Hackl, tampoco tiene mucho de
interés. Los monjes no son tales, sino más bien miembros de alguna secta, a
juzgar por su atuendo. No habría venido mal algún esfuerzo por disfrazar a
Leonora en Hornachuelos, ya que es patético que su hermano le mire a la cara
y no la reconozca. Tampoco la iluminación de Reinhard Traub tiene mucho
interés. Aparte de eso abunda la salsa de tomate, como no puede ser de otra
manera.
Sea por decisión de Kusej o del director musical, se ofrece
la versión revisada para Milán en 1869, con cortes pequeños, pero
frecuentes. Se da la escena del primer duelo de Don Álvaro y Don Carlo,
aunque su ubicación resulta bastante curiosa. Sorprendente hacer que Don
Carlo cante el aria urna fatale delante del cuerpo inconsciente de Don
Álvaro, en un auténtico desatino por parte de Kusej. Apenas transcurre un
segundo desde que se llevan al herido e inconsciente Don Álvaro, cuando le
anuncian a Don Carlo: È Salvo. Es como si el chirurgo diagnosticara por el
iris.
Escena final La dirección de Asher Fisch no fue más allá de
la pura discreción, muy al servicio de los cantantes, ralentizando de manera
evidente los tiempos. Esto, en principio, no es malo, pero llamaba la
atención, ya que se convertía en una exhibición de tiempos irregulares.
Sería bueno que en Munich se prestara más atención a los directores, ya que
parece que entre lo magnífico (Kirill Petrenko) y lo mediocre no hay nada en
medio. Buena la prestación de la Bayerische Staatsorchester, así como del
excelente Chor de la Bayerische Staatsoper.
El reparto vocal ofrecía
un elenco de enorme atractivo, que respondió a lo mucho que podía esperarse
de tan grandes cantantes.
Jonas Kaufmann y Ludovic Tezier Jonas
Kaufmann fue un brillante Don Álvaro, muy adecuado vocalmente, con voz
amplia, muy bien timbrada y sin que la tesitura le presentase el más mínimo
problema. La interpretación del aria tu che in seno agli angeli fue
brillante y muy matizada en su canto. Hoy por hoy estamos ante el mejor Don
Álvaro posible.
Anja Harteros Anja Harteros fue una gran Leonora,
una vez pasada la escena inicial, en la que su canto no brilló como
esperaba. Su actuación en la escena del convento rayó en la más pura
perfección. El esperado momento del aria Pace, Pace fue intachable, no
faltando sino la guinda de aguantar más el agudo final. Si Kaufmann es hoy
el mejor Don Álvaro, lo mismo ocurre con Anja Harteros, más todavía en el
caso de la soprano, cuya calidad no está al alcance sino de las grandes
sopranos de la historia.
El otro gran cantante del reparto fue el
francés Ludovic Tezier como Don Carlo di Vargas. La voz de este barítono ha
ensanchado de manera notable y hoy es auténticamente verdiana, sin que haya
perdido nada de brillo ni la elegancia en el fraseo que siempre le ha
caracterizado. Sorpresa positiva y que permiten ponerle a la altura de lo
mejor hoy disponible en el personaje.
El bajo ucraniano Vitalij
Kowaljow fue un adecuado Padre Guardiano, que doblaba también como Marqués
de Calatrava. La voz tiene calidad y homogeneidad y está bien manejada,
quedando un poco corta de amplitud. De todos modos, un muy válido
intérprete, teniendo en cuenta la falta de voces graves hoy en día.
La búlgara Nadia Krasteva fue una Preziosilla adecuada y de escaso interés,
si es que alguna intérprete de este personaje puede ofrecerlo. Como es
habitual, hubo notas gritadas. Renato Girolami fue un Fra Melitone un tanto
rutinario.
Los personajes secundarios son aquí apenas episódicos.
Trabuco ni aparece en le acto de Italia. Fue interpretado con corrección por
Francesco Petrozzi. El Alcalde era más bien aquí un mesonero. Estuvo bien
Christian Rieger. Heike Grötzinger fue una correcta y aquí desenfadada
Curra. Bien el Chirurgo de Rafal Pawnuk.
Nadia Krasteva El
Nationaltheater estaba completamente Sold Out desde hace mucho tiempo. El
público dedicó una triunfal acogida a los artistas, con bravos muy sonoros
dedicados a los tres principales protagonistas.
La representación
comenzó con 7 minutos de retraso, habitual en Munich, y tuvo una duración de
3 horas y 38 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas
y 46 minutos. Quince minutos de ovaciones entusiastas.
El precio de
la localidad más cara era de 194 euros, habiendo butacas de platea desde 118
euros. La localidad más barata con visibilidad plena costaba 64 euros. Las
había también de escasa visibilidad por 17 euros.
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