La Vanguardia, 22/08/2012
Maricel Chavarría
 
"Si España cancela contratos perderá su reputación"
 
Jonas Kaufmann, tenor alemán, clausura hoy el festival de Peralada
Bildunterschrift: Jonas Kaufmann ayer, a su llegada a la terminal 1 de El Prat / David Airob
 
Se le considera el tenor del momento, aunque él preferiría serlo "a largo plazo". Y tiene todos los números: a pesar de ser un todo terreno capaz de transitar con soltura por el bel canto, el drama alemán, el lied o el catálogo verdiano, la suya es una carrera llevada con escrúpulo e instinto artístico, al estilo de antaño. "Me tienta cantar un Sigfrido, un Tristán o incluso un Otelo, pero hay que esperar, porque la voz y la técnica no lo son todo, está también la experiencia", comenta. Recién aterrizado de Salzburgo, Jonas Kaufmann (Munich, 1969) es el caramelo del verano del festival de Peralada, donde debuta esta noche con una gala que incluye arias de Verdi, Puccini, Wagner, Bizet, Mascagni o Giordano.

¿Le entusiasma la fórmula de las galas, cantar varios personajes en un mismo recital?
La idea de una gala es esa: mostrar aspectos distintos del gran repertorio. Es más difícil que meterse en un papel y cantar toda una ópera. La ventaja es que atrae a públicos que nunca pisan un teatro de ópera y que aquí se sentirán menos cohibidos.

¿Cuántas galas hace al año?
Pocas, cuatro o cinco. Siempre me he definido como cantante de ópera, alguien que hace óperas. Si eres un cantante de gala que además hace óperas no tienes la misma credibilidad. Yo intento empezar de cero cada noche, porque si logras sentirte como el personaje, todo fluye. Por eso me resisto a cantar repertorio ruso, no conozco el idioma.

¿Es cierto que diseña el programa teniendo en cuenta cómo viaja su voz de un estilo a otro, de una exigencia a otra?
No tanto. Es más importante con qué pieza se empieza, o que la segunda parte sea más exigente que la primera... Jugamos con las 25 arias que tenemos en repertorio y vemos qué combinación tiene más sentido. Importan los gustos de la audiencia en concreto que, por cierto, ¡no tenía ni idea de que hubiera aquí tantos wagnerianos aquí! Precisamente no había incluido nada de Wagner, pensé que no era adecuado.

¿Temía que Wagner no fuera bienvenido en Catalunya por ser alemán y nacionalista?
Bueno, hice un concierto en Praga y el promotor insistió en que no hubiera ni sombra de repertorio alemán. Lo cual me extrañó porque mucha gente en Praga habla alemán e incluso la prensa alemana del lugar daba por sentado que haría piezas de ese repertorio. Pero cuando volvieron a llamarme puse la condición de ser libre. Es ridículo. Es como la discusión que debe tener constantemente Barenboim en Israel.

¿Se refiere a judíos alemanes que nunca más pudieron expresarse en alemán?
Exacto. Unos amigos míos hicieron una película sobre Robert Stolz, compositor, autor de letras y director de opereta, que fue el primero en volver de EE.UU. a Viena tras la guerra. Cuando llegó el momento de hacer un concierto en Israel le prohibieron que el texto fuera en alemán. Tenía que ser en inglés, de lo contrario la gente le abuchearía y le arrojaría cosas. Él insistió en que las melodías habían sido concebidas en alemán. Y lo que sucedió es que la gente reaccionó llorando, no se lo esperaban. Creo que a veces pecamos de sobreprotección.

Usted dice que la ópera no está en crisis. Explíquese.
Sólo está en crisis la ópera como espectáculo de grandes públicos: es cada vez más difícil hacer ópera en provincias; en Alemania, con los recortes, nos vamos a quedar con la mitad de teatros. Y así la ópera pierde popularidad. El problema es que el público está malcriado. Ahora es posible volar a Nueva York a hacer compras de Navidad. ¿Por qué conformarse con una producción de clase media a 500 metros de casa cuando a una hora de vuelo hay una de 1.ª clase? Con la industria del CD, la gente oye lo mejor de lo mejor en su casa y espera oír lo mismo en la puerta de al lado, lo que no es posible. Así que va a Berlín, Madrid, Viena, Nueva York...

España es un caso aparte. Estamos pagando cara la "generosidad" de algunos teatros en los cachés, por ejemplo. Déme su receta para que la ópera no quede arrasada por la crisis financiera en España.
Es difícil de decir porque ahora tenéis contratos firmados con orquestas y cantantes para las próximas cinco temporadas. Si los canceláis, los teatros perderán su prestigio y tendrán que empezar de cero. Sugiero no hacer más contratos y buscar la manera de pagar los que están firmados. Y a partir de ahí rebajar las expectativas manteniendo una buena calidad, es decir, renunciar a los grandes nombres. Pero es muy importante no perder la reputación; será muy difícil recuperar la confianza.

El canal televisivo clásica Mezzo anuncia una rentrée erótica. ¿Cantaría desnudo para ayudar a popularizar la ópera?
No creo que ayudase demasiado.

Inténtelo y verá.
Ja, ja. Uno tiene que poner límites. Yo trato de dar lo máximo para mantener la ópera viva. De hecho, hace 25 años lo colegas decían que la ópera estaba muerta y fíjate lo viva que está, aunque es más difícil conseguir dinero. Pero no podemos compararlo con otras épocas en las que donde llegaba un divo de la ópera se paraba el tráfico. Y gracias a dios que esto ha acabado. No quiero esa fama. Y no, no me desnudaría en el sentido metafórico sólo por ganar público. De hecho, en mis inicios, cuando todavía no era nadie, un director de escena me lo pidió para el papel de la juventud desnuda en Moses und Aron de Schönberg. "Ningún problema", le dije. "Pero en la partitura también hay cuatro vírgenes desnudas. Si las subes al escenario haré mi parte". Y desistió, claro.






 
 
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