El Mercurio, 10 DE AGOSTO DE 2012
JUAN ANTONIO MUÑOZ H.
 
Dos tenores estrella para “La Bohème” en una misma función
Piotr Beczala y Jonas Kaufmann interpretaron a Rodolfo; uno en el escenario, pero mudo, y el otro desde fuera, con toda su voz.
Es una historia insólita, que habla acerca de las pasiones que despierta el canto lírico y también de cómo la amistad y el entendimiento pueden producir cosas notables. El sábado 4 se presentaba
“La Bohème” en el Festival de Salzburgo. Eran las 20:00 horas y el director artístico Alexander Pereira subió a escena para dirigirse a la audiencia. Mal signo: Piotr Beczala, quien había tenido un gran éxito en las funciones previas del título de Puccini, estaba mudo. No podría cantar. El problema era encontrar a alguien a la altura, porque además Mimí, la protagonista femenina, era nada menos que la rusa Anna Netrebko.

“Hemos podido remediarlo”, dijo Pereira, “pero tendremos que partir, al menos, con 40 minutos de retraso”.

El público, decepcionado, abuchea, pero Pereira logra calmar el ambiente: “Por favor. Trato de decirles que finalmente el rol de Rodolfo lo va a interpretar...Jonas Kaufmann”. La sala cae en delirio.

¿Qué había sucedido?
De regreso tras una enfermedad que lo tuvo casi dos meses alejado de la escena, Kaufmann, el tenor más requerido del momento, había debutado días antes el rol de Baco en “Ariadna en Naxos”, con gran éxito, también en Salzburgo, y estaba descansando junto a su familia, a poco más de una hora de la ciudad, preparándose para la función de la ópera de Strauss del día siguiente. Daniele Gatti, el maestro al podio, y Pereira, lo llaman por teléfono, primero para saber si estaba cerca y después para preguntarle si podía cantar el papel. Kaufmann responde: “Voy para allá, espérenme”.

El tenor alemán había cantado varias veces el papel de Rodolfo, pero, como es lógico, no conocía ni un detalle de la puesta en escena, nada convencional e imposible de aprender en cinco minutos. Beczala, sabiendo que su salud era la causante de este problema, acepta entonces hacer la mímica del papel de Rodolfo mientras Kaufmann canta ante el público, pero desde el lado del escenario. Beczala en mímica y con vestuario, y Kaufmann, a voz plena y vestido con su ropa de paseo (camisa blanca y pantalones beige) desde el costado. Como no alcanzó a comer antes de llegar al teatro, muy sutilmente se le hacían llegar algunos bocados y agua mineral.

El crítico Christian Merlin de “Le Figaro”, quien estaba en el teatro, comentando todo esto, dice: “Al público, encantado con lo que sucedía, le costó mucho mantener la atención en el escenario porque Kaufmann cantaba con un ardor y una belleza de voz incomparables. Asimismo, se produjo un ambiente electrizante cuando la voz cálida y ambarina del tenor se unió a la de Netrebko; fue un magnetismo carnal único: ambos saben lo que quiere decir cantar con sensualidad”. El punto es que Netrebko le cantaba a Beczala...

“La Bohème”, bajo la dirección escénica de Damiano Michieletto, uno de los nuevos regisseurs favoritos, era muy compleja. De partida, la escenografía era particularmente exagerada en dimensiones, y la vida bohemia de Puccini se trasladaba a nuestros días sobre un plano de París gigante al estilo Google Maps: Rodolfo debía manejar una máquina filmadora y no el lápiz (el personaje es un poeta); el vendedor de juguetes del segundo acto estaba disfrazado de Spider Man; el Café Momus era una gran tienda donde los niños reciben un computador para Navidad, y la Barrera del Infierno, un quiosco de papas fritas en la periferia.

Los aplausos finales fueron interminables. En especial para Kaufmann, convertido en héroe. Así, esta función de “La Bohème” pasará a la historia como un acontecimiento inolvidable. Ya son muchos los que buscan desesperadamente una grabación pirata del evento.
 






 
 
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