Docenotas, 04/05/2017
Carla Sampedro Menéndez
 
Jonas Kaufmann, apoteósico dos en uno
El tenor interpreta por primera vez íntegramente Das lied von der Erde, un desafiante experimento con final feliz
Celoso de sus compañeros barítonos y mezzosopranos, el tenor alemán Jonas Kaufmann decidió lanzarse a la piscina. Convirtiendo un diálogo en un monólogo, Kaufmann reinterpreta así una de las mejores obras de Mahler, Das lied von der Erde (La canción de la Tierra): una sinfonía para dos voces y orquesta sinfónica dividida en seis movimientos o canciones. Grabado en Viena con la propia Filarmónica bajo la batuta de Jonathan Nott, sale a la venta este nuevo experimento muy satisfactorio.

Una entrevista con Thomas Voigt constituye el foco de interés de las notas al programa. Jonas Kaufmann responde al breve cuestionario sobre su relación con la obra y el proyecto de interpretar Das lied von der Erde sin la participación de ningún otro solista. Proyecto que, sin lugar a dudas, convierte a este disco compacto de la discográfica Sony Classical en un verdadero hito para la historia de la música.

Previamente al retiro periódico de cuatro meses que ha mantenido al tenor fuera de los escenarios por la necesidad de curar un hematoma en sus cuerdas vocales, el pasado mes de junio, Kaufmann interpretó sin compañía Das lied von der Erde en Viena y Paris. Ciertamente, es la primera vez que un cantante decide abordar por sí solo esta obra tan exigente que Gustav Mahler compuso en un momento trágico de su vida; la reciente muerte de su hija, la pérdida de su puesto como director de la Ópera de Viena y, definitivamente, el diagnóstico terminal de una afección cardiaca establecen el contexto en el que Mahler compuso la obra.

Das lied von der Erde se construye sobre seis poemas chinos apoyados musicalmente por claros giros orientales que evidencian la tímida presencia de la escala pentáfona. Lejos de convertir la orquesta en un acompañamiento, cantantes y demás instrumentos establecen una conversación de aproximadamente una hora de duración. La “economía instrumental” es el principio que rige la obra, en donde solo en determinados pasajes del primer, cuarto y sexto movimiento la orquesta toca en plenitud.

No hay mucho que matizar en la prácticamente impecable interpretación de Kaufmann. Si bien muchos críticos musicales han sido contrarios a sus innovaciones, no se puede negar que tiene una virtud y un talento superiores. La partitura exige mucho al intérprete, sin embargo, solventa los pasajes que le plantean mayores dificultades sin problema. Cierto es que algunos graves están apurados al límite, pero únicamente podemos achacar al cantante que se focalizó en demasía en controlar aspectos técnicos de la voz en aquellas canciones habitualmente interpretadas por mezzosopranos o barítonos; a excepción de La despedida, en la que se recreó con todos sus recursos expresivos.

Kaufmann aborda con fuerza el comienzo de la sinfonía para voz: Das Trinklied vom Jammer der Erde (La canción báquica de la miseria terrenal). Instantes de dulzura son en su centro más destacables, en donde el tenor hace alarde de sus facultades con un espectacular control de las dinámicas. Su timbre personal se acomoda perfectamente a la música que es interpretada con energía y precisa afinación.

Der Einsame im Herbst (El solitario en otoño) tiene un carácter más introspectivo. El marco instrumental a modo de introducción y coda de este movimiento recrea una atmósfera más allá del universo terrenal. La orquesta tiene un balance muy adecuado en la que cada instrumento tiene protagonismo con exquisito detalle. Y la dicción de Kaufmann es fantástica, haciendo un poema de cada sonido. En los graves su voz se aprecia llena, con brillo, mientras el propio intérprete se sumerge en la historia y el mundo creado por Mahler y recorre, de esta manera, el viaje en primera persona llevándonos con su voz.

El tercer movimiento, Von der Jugend (De la juventud), reluce con unos solos de violín que, al igual que en los números restantes, son hermosos, refrescantes y muy bien ejecutados. El tenor se divierte, baila y juega. Von der Schönheit (De la belleza) ensalza el registro grave del cantante. Kaufmann tiene una tesitura vocal muy amplia y sin defectos, que es dominada por el tenor en toda su amplitud. Insistentemente es destacable su instrumento prodigioso y su genial técnica. Su voz en ningún momento queda relegada a un segundo plano y se acomoda a todas las dinámicas sin descolocarse o sonar absurda.

Más de lo mismo, una y otra vez, un mundo aparte, un éxtasis infinito nos conducen al término, Der Abschied (La despedida). El número final, el más largo y el que reúne, con visos wagnerianos, la tensión principal de la obra en un impresionante dúo del tenor con la flauta travesera. En resumen: una gran exhibición.






 
 
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