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El Mercurio, 4.10.2014 |
POR JUAN ANTONIO MUÑOZ H. |
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Las “canciones eternas” de Berlín ahora en la voz de Jonas Kaufmann
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El álbum “Du bist die Welt für mich” (Sony) recupera esa fábrica de sueños que fue la capital alemana entre 1925 y 1935, y rinde homenaje a tenores como Richard Tauber y Jan Kiepura, inolvidables estrellas de la ópera, de la radio y del cine. |
El
álbum “Du bist die Welt für mich” (Sony) recupera esa fábrica de
sueños que fue la capital alemana entre 1925 y 1935, y rinde
homenaje a tenores como Richard Tauber y Jan Kiepura,
inolvidables estrellas de la ópera, de la radio y del cine.
Encaramado como el mayor éxito de ventas en música de cámara
por su excepcional “Winterreise” de Schubert (Sony) y habiéndose
llevado todos los premios por su álbum consagrado a Wagner
(Decca), Jonas Kaufmann agrega otro éxito sin precedentes en
términos de recursos comerciales aplicados y logros artísticos
conseguidos. El tenor, abandonando por algunas horas el chaleco
amarillo de Werther, viste ahora de terno y corbata para recrear
la música de las grandes estrellas de la radio y el cine
alemanes de entre guerras.
La idea surgió cuando, en
2011, durante un recital en la Waldbühne de Berlín, ante 20 mil
personas, se le ocurrió cantar “Freunde, das Leben ist
lebenswert!” (Amigos, la vida vale la pena de ser vivida), de
la opereta “Giuditta” de Franz Lehár (1870-1948), provocando el
delirio de la audiencia. “Un programa de canciones eternas...”,
pensó Kaufmann y se puso a masticar el proyecto junto al
director Jochen Rieder y al periodista Thomas Voigt, quien se
encargaría de establecer el repertorio definitivo del álbum.
Los objetivos serían homenajear a los tenores del pasado que
estrenaron esas arias y canciones, y también mostrar al Berlín
de entonces, que era una fábrica de sueños. “Queríamos un
concepto coherente, el sonido original de la orquestación, nada
de arreglos dulzones”, explica Voigt. Se concentraron entonces
entre los años 1925 y 1935, con Europa saliendo de la Gran
Guerra y a punto de entrar en otra aún peor.
Era el
tiempo de los grandes éxitos de la dupla formada por el
compositor Lehár y el tenor Richard Tauber (1891-1948). Una
historia que tuvo su amanecer un 30 de enero de 1926, con el
estreno de la opereta “Paganini”, que sorprende al músico tras
un fiasco en Viena que no quería repetir en el Künstlertheater
de Berlín. Por eso, convenció a Tauber de cantar y su versión
de “Gern hab’ich die Frau’n geküsst” (Siempre me ha gustado
besar a las mujeres) fue un hit inmediato: debió repetirla “al
menos” cinco veces en el estreno y el tenor dejó de ser solo
una figura de la ópera para pasar a ser una estrella de la
música popular. Por eso Kaufmann ahora inicia con ella su disco,
que viene en ediciones múltiples: en alemán, otro con seis
títulos en inglés y uno en francés, en cd y en vinilo, con y sin
dvd, con o sin calendario (ver recuadro).
Fueron también
los años del húngaro Emmerich Kálmán (1882-1953), que contaba
con el cantante austríaco Hubert Marischka como colaborador
habitual. Marischka “representaba el arquetipo físico”, dice
Voigt, “pero su voz no funcionaba en discos”; por eso “Grüss mir
mein Wien”, de “Condesa Maritza”, de Kálmán, se convirtió en un
éxito enorme gracias a Tauber, quien pronto tomaría también
las riendas como compositor: su opereta “Der singende Traum” se
representó 89 veces tras su estreno en 1934 y el aria “Du bist
die Welt für mich” (Eres el mundo para mí), que da título a
la producción de Sony, se volvió adictiva. Tauber estuvo al
frente de la orquesta y cantó Joseph Schmidt (1904-1942) quien,
a pesar de su pequeña estatura (medía 1.50 m), se transformó en
“el tenor amado de la nueva era”. A él se sumó el polaco Jan
Kiepura (1902-1966) “que no posee ni la elegancia musical de
Tauber ni el fervor melancólico de Schmidt”, pero que tenía lo
que Tauber no: los do sobreagudos. Eso, además de ser idolatrado
por las mujeres debido a su físico.
Si los reyes de la
opereta eran Lehár y Kálmán, Robert Stolz (1880-1975) gobernaba
como compositor en los estudios de cine. Su “Im Traum hast du
mir alles erlaubt” (En sueños tú me has permitido todo), de
“Liebeskommando” (película de 1931 dirigida por Géza von
Bolváry), fue un éxito tan atronador como “Frag nicht, warum ich
gehe” (No me preguntes por qué parto), de “Das Lied ist aus” (La
canción terminó), el filme de 1930, también de Von Bolváry, tema
que después Marlene Dietrich cantó en conciertos en homenaje a
su amigo Richard Tauber. Para el álbum de Jonas Kaufmann no fue
posible conseguir la orquestación original de “Im Traum...”, de
manera que se encargó un arreglo al compositor Andreas N.
Tarkmann, quien lo reescribió a partir del disco de Marcel
Wittrisch (1901-1955).
Es a Paul Abraham (1892-1960) a
quien se debe la energía contagiosa y juguetona de
“Diwanpüppchen” de la opereta “Die Blume von Hawaii” (La flor de
Hawaii), de 1931, convertida en película en 1953, bajo la
dirección de Géza von Cziffra. Jonas Kaufmann está aquí con la
soprano Julia Kleiter, quien lo acompaña también en “Reich mir
zur Abschied noch einmal die Hände” (Dame otra vez tus manos
para un último adiós), de “Viktoria und ihr Husar” (Victoria y
su húsar), de Abraham, y en el track de cierre, que de alguna
forma de aleja del resto del repertorio. Se trata del dúo de
Paul y Marietta “Glück, das mir verlieb” (Felicidad, que me has
dejado), de la ópera “Die tote Stadt” (La ciudad muerta), de
Erich W. Korngold (1897-1957), que tuvo gran éxito en la
versión de Lotte Lehmann y Richard Tauber, con Georg Szell en la
dirección. No hay dudas de que la nostalgia de este álbum
encuentra en este dúo una cima, a la vez que no está mal
recordar que tras su exilio Korngold fue un exitoso creador de
música en Hollywood. Podría ser —además— que Paul sea un nuevo
rol de Jonas Kaufmann.
Pero si de excepciones se trata,
tal como Thomas Voigt señala, es “un mundo el que separa
‘Diwanpüppchen’ de ‘Lied vom Leben des Schrenk’ (La canción de
la vida de Schrenk), de Eduard Künneke (1885-1953), compositor
de óperas y operetas que escribió su “Die große Sünderin” (El
gran pecador), en 1935, para otro célebre tenor de la época,
Helge Rosvaenge (1897-1972), autodidacta inspirado por Caruso,
conocido por su famoso do agudo y que —como Kaufmann—fue un gran
Florestán de “Fidelio” (Beethoven) y un aplaudido “Pársifal”
(Wagner).
Algunos tracks se capturaron de una sesión
grabada en el Sendesaal Nalepastrasse (ex sede radial de la
Alemania socialista) en Berlín, frente a público. Si se compra
la edición de lujo, se obtiene un dvd que incluye tres temas de
ese recital. Todo el concierto estará en dvd a fin de año. Como
bonificación, incluirá el documental “Berlín en 1930”, de Thomas
Voigt, con Kaufmann tras los pasos de Tauber, Schmidt, Kiepura,
Stolz y Abraham.
Un disco que todos querrán atesorar
Este
álbum posee el atractivo del recuerdo —ya se sabe, la nostalgia
es presente y por eso estos 16 tracks se quieren escuchar una y
otra vez— además de la presencia de un artista —Jonas
Kaufmann— y no solo de un cantante —que de esos hay muchos—,
librado aquí a un repertorio que parece correrle por las venas y
que conoce desde su infancia.
Kaufmann es un animal
escénico único en nuestros días. Tiene el timbre aterciopelado y
el fervor melancólico de Joseph Schmidt, también los agudos de
Helge Rosvaenge y la elegancia de Richard Tauber. Eso, además de
un nivel actoral superior y un físico que todos envidian. Su voz
está buscadamente hecha sensualidad en este disco, pero usada
para alcanzar la ironía, la melancolía, la furia y el deseo, y
para atrapar un tiempo perdido. Este es un disco serio, donde el
tenor aplica a cada palabra la profundidad de un ciclo de
Lieder. Esto no quiere decir que no haya humor, libertad y
relajo, como ocurre con “Gern hab’ich die Frau’n geküsst”, donde
parte provocando a su público duro, y con “Freunde, das Leben
ist lebenswert”, de “Giuditta” (Lehár), de un ímpetu
inigualable, abrumadora por la intensidad del canto y de la
expresión. ¿Qué tal si un sello —Sony— se anima de una vez y
graba esta obra completa con Kaufmann como Ottavio y Diana
Damrau? Sería un éxito.
Experto en susurros encendidos,
Jonas Kaufmann se une a la excelente soprano Julia Kleiter para
“Reich mir zum Abschied noch einmal die Hände”, el exuberante y
divertido “Diwanpüppchen” y para el dúo de Marietta y Paul
“Glück, das mir verblieb” de la ópera “Die tote Stadt” de
Korngold, una pista que parece no tener mucho que hacer en este
repertorio —aunque el rol de Paul fue uno de los caballitos de
batalla de Richard Tauber durante los años ’20—, pero que corona
el álbum con música de alto nivel.
Tanto las
orquestaciones originales como algunos arreglos para páginas de
Werner Richard Heymann —un toque de dance-band para “Irgendwo
auf der Welt”, de “Ein blonder Traum”—, Tauber y Stolz,
realizados por el compositor Andreas N. Tarkmann, resultan de
verdad frescos, novedosos, impecablemente ejecutados por la
Rundfunk-Sinfonieorchester Berlin, bajo la dirección de Jochen
Rieder, quien propone algo del estilo Schlager, que también sabe
conectar con el swing —Kaufmann swinguea aquí— y que de pronto
arremete con ímpetu wagneriano para cumplir con los
requerimientos del compositor Eduard Künneke en “Das Lied vom
Leben des Schrenk”, donde el gran tenor —viajando por una
partitura imposible de cantar por el enorme rango
exigido—resulta un Tristán al estilo de Ramón Vinay... cantando
opereta. |
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